EL ENTENDIMIENTO HUMANO SEGUN JHON LOCKE
Enviado por Emilio Alejandro FIgueroa • 28 de Julio de 2021 • Documentos de Investigación • 13.647 Palabras (55 Páginas) • 323 Visitas
John Locke
ENSAYO SOBRE EL ENTENDIMIENTO HUMANO
(Fragmentos y comentarios)
En esta obra, Locke retoma los problemas filosóficos planteados por Descartes y desarrollados por sus seguidores así como por otros pensadores, como Spinoza y Leibniz, pero los aborda desde un enfoque drásticamente distinto, en cuanto que erradica por completo los "razonamientos" escolásticos que minan la base de todos los sistemas filosóficos precedentes. Hay que reconocer que lo hace con más buena voluntad que rigor, ya que no parte del "marco cartesiano" y lo que obtiene es más psicología que teoría del conocimiento propiamente dicha. Aunque superficialmente la obra está organizada de forma muy clara y didáctica, en profundidad está llena de lagunas lógicas. No obstante, aunque —por razones distintas— sus fundamentos sean tan débiles como los de sus predecesores, Locke aporta nuevas observaciones de gran valor a la hora de construir una teoría del conocimiento seria. El ensayo está dividido en cuatro libros.
LIBRO I: De las nociones innatas.
Platón consideraba que todo el conocimiento es reminiscencia: cuando un hombre nace, su alma contiene todas las ideas que ha conocido en el mundo de las ideas, sólo que las ha olvidado temporalmente. Los sentidos le proporcionan vagos reflejos de las ideas que le ayudan a recordar. Así, por ejemplo, un círculo trazado en la arena es una imagen imperfecta de la idea de círculo, pero cuando alguien ve por primera vez un círculo en la arena le viene a la mente la idea de círculo perfecto, pese a que no está viendo, ni podrá ver jamás, un círculo perfecto. Aristóteles, por el contrario, consideraba que el alma de un recién nacido es como una hoja en blanco en la que la experiencia va escribiendo poco a poco. Las ideas como la de círculo perfecto se forman por abstracción. Quien ve un círculo en la arena puede formarse la idea de círculo perfecto haciendo abstracción de las imperfecciones accidentales de la figura que está contemplando.
Entre estas dos posturas, Descartes se quedó en el término medio: consideraba que tenemos ideas adventicias, es decir, ideas que nos vienen de fuera a través de la experiencia, pero también ideas innatas, como la idea de Dios, que la tenemos pese a no tener ninguna experiencia de Él.
Locke dedica su primer libro a argumentar en contra de la existencia de ideas innatas y anunciar su tesis principal, que defenderá más adelante, según la cual todas nuestras ideas provienen de la experiencia. Los argumentos de Locke son esencialmente psicológicos. A menudo hace referencia a niños, deficientes mentales, o indios americanos para mostrar que cada uno es cada cual y que no hay ideas innatas comunes a todos los hombres. Veamos un ejemplo de su estilo de argumentación:
Un niño no sabe que tres más cuatro son igual a siete hasta que puede contar hasta siete y posee el nombre y la idea de igualdad, y sólo entonces, cuando se les explican esas palabras, admite aquella proposición o, mejor dicho, percibe su verdad. Pero no es que asienta a ella de buena gana, porque se trate de una verdad innata; ni tampoco que su asentimiento faltase hasta entonces por carecer de uso de razón, sino que la verdad se hace patente tan pronto como ha establecido en su mente las ideas claras y los distintos significados de aquellos nombres. Y es entonces cuando conoce la verdad de esa proposición con el mismo fundamento y con los mísmos medios por los que conocía antes que una vara y un cerezo no son la misma cosa, y por lo que también llegara a conocer mas tarde que una misma cosa sea y no sea a la vez, como demostraremos más adelante de manera detallada. De esta forma, mientras más tarde llegue alguien a tener esas ideas generales a las que se refieren estos principios, o a conocer el significado de esos términos generales que las nombran, o a relacionar en su mente las ideas a las que se aluden, más tarde será, asimismo, cuando se llegue a sentir a esos principios cuyos términos, junto con las ideas que nombran, no siendo más innatos que pueden serlo las ideas de gato, o de rueda, tendrán que esperar a que el tiempo y la observación los hayan familiarizado con ellas. Sólo entonces tendrá la capacidad de conocer la verdad de esos principios, al ofrecerse la primera ocasión de relacionar con su mente esas ideas, y observar si concuerdan o difieren, según el modo en que se expresan con aquellas proposiciones.
En el primer capítulo, Locke argumenta de este modo contra el carácter innato de todo principio especulativo (es decir, referente a la naturaleza del mundo), mientras que en el segundo niega igualmente la existencia de principios prácticos innatos (es decir, referentes a la ética y al derecho). En el tercero aborda el caso de algunas ideas específicas, como la idea de Dios:
Pero aún si concediéramos que la humanidad, en todas partes, tuviera la noción de un Dios (lo cual contradice la historia), de ello no se seguiría que fuese una idea innata. Porque, suponiendo que ningún pueblo careciera de un nombre para designar a Dios, o que no le faltara acerca de Él alguna noción por oscura que fuera, con todo, no se sacaría la conclusión de que se trata de impresiones naturales en la mente, como tampoco los nombres de fuego, de sol, de calor o de número prueban que las ideas a que se refieren esos términos sean innatas sólo por el hecho de que los hombres conozcan o reciban de manera universal los nombres y las ideas de esas cosas. [...] Porque, como el lenguaje común de cada país proporciona palabras a los hombres, difícilmente carecerán éstos de alguna idea acerca de esas cosas de cuyo nombre hacen un uso frecuente; y si se trata de algo que conlleve las nociones de excelencia, de grandeza, o de extraordinario, que sea algo que interese e impresione la mente con el temor de un poder absoluto e irresistible, será una idea que, muy probablemente, penetrará muy hondo y se extenderá mucho, especialmente si se trata de una idea grata a las luces comunes de la razón, y naturalmente deductible de todo cuanto conocemos, como ocurre con la idea de Dios. Porque son tan patentes en todas las obras de la creación las huellas visibles de una sabiduría y un poder extraordinario, que toda criatura racional que las considere atentamente no puede por menos que descubrir en ellas a la divinidad. Y como el influjo que el hallazgo de un ente tal deberá ejercer necesariamente sobre todos los que tengan una noción sobre él es tan poderoso y conlleva una carga tan grande de reflexión y comunicatividad, me parece sumamente extraño encontrar en la tierra una nación entera de gente tan salvaje que carezca de la noción de Dios, lo mismo que encontrar una que carezca de las nociones de número o del fuego.
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