El hombre y su diferencia con el resto de los seres vivos
Freestyle11Ensayo18 de Abril de 2022
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INSTITUTO ALCALÁ
EL HOMBRE Y SU DIFERENCIA CON EL RESTO DE LOS SERES VIVOS
PRESENTADO A EDGAR GARCÍA
EN CUMPLIMIENTO PARCIAL DEL MODULO
ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA DEL DIPLOMADO DE FILOSOFÍA
POR
BREGEEN STIVEEN ALVARADO RONDON
16 DE MARZO DE 2022
Para entender el mundo en el que se vive, se es fundamental conocerse primero a sí mismo, similar a aquel que debe conocer su historia para saber que errores no debe cometer. Esta interpretación es tomada de la frase neta de Sócrates: “Una vida no examinada no vale la pena vivirla”. Por eso a lo largo de nuestra historia se formó y extendió la antropología filosófica, siendo la rama predilecta de la filosofía con la intención de buscar la verdad de nuestra existencia, esa curiosidad inmutable por saber ¿Qué somos?. Esta interesante línea de la ciencia madre nos muestra una visión de la estructura fundamental de las actividades humanas, permitiéndonos entenderlas como un todo de forma orgánica. La frase griega, “conócete a ti mismo”, no es por cierto una novedad en este campo, hasta cierto aspecto el aforismo fue inscripto en el pronaos del templo de Apolo en Delfos, y ha sido atribuido a varios sabios griegos antiguo y puede cómodamente resumir, por ejemplo, el pensamiento de Sócrates, como exhortación para encontrar la verdad dentro de sí mismo en lugar del mundo de las apariencias.
Conocerse a sí mismo puede, a priori, parecer contrario a conocer el mundo, pero los dos tipos de conocimiento pueden considerarse como dos caras de una misma moneda puesto que la filosofía del hombre es el impulso hacia el conocimiento y dicho conocimiento no puede ser limitado exclusivamente por la mente. A lo largo de nuestra historia, desde Pitágoras hasta Immanuel Kant, junto con muchos filósofos de todas las épocas, han expresado la importancia de conocerse a sí mismo como el principio de todo antes de empezar a descubrir la verdad absoluta de cualquier tema reflexivo. El ser humano le es insuficiente entenderse solamente desde una perspectiva sobrenatural o desde su hipotética naturaleza, más bien busca el relacionarse con sus producciones, sus obras y sus relaciones con otras personas, un pensamiento claramente más humano y social. En este punto es interesante recordar que, con el paso de los años, diferentes ramas de las ciencias han tratado de asumir la guía de la investigación del ser humano, primero la teología, la matemática, la biología y otros saberes. Esto ha provocado que existan muchos conocimientos sobre el ser humano, buscando dar la respuesta de ¿Qué es el hombre?, pero estén todos separados, sin relacionarse.
La definición del hombre tendrá una u otra respuesta dependiendo de a que rama de la ciencia se le pregunte, la biología quizás, es la que nos proporciona la primera respuesta si pensamos en el tema, de tal modo la biología destaca que el ser humano es un ser viviente del reino animal, perteneciente al orden de los primates y a la familia de los homínidos. El nombre científico de la especie es Homo sapiens (Hombre sabio) y ésta se originó durante la era del pleistoceno medio, entre 0,781 y 0,126 millones de años. Se trata de una especie bípeda, de notorio dimorfismo sexual (diferenciación física entre los sexos) y de reproducción sexual que tarda aproximadamente 9 meses en engendrar un nuevo individuo. Es, además, una de las pocas especies de la Tierra que mantiene relaciones sexuales de manera independiente al ciclo reproductivo. Su nutrición es omnívora y su expectativa de vida ronda los 80 años, aunque en ello incidan condiciones genéticas y de su entorno.
La anterior definición, aunque parezca sacada de contexto es verdadera si se mira desde el capo de la biología, puesto que nos ayuda a entender para mal o para bien que somos únicos en el planeta y quizás en el universo, por nuestras características como especie. Por otra parte, podríamos definir al ser humano desde el capo de la antropología viéndonos como seres gregarios que prefiere la compañía de sus congéneres a la soledad, y por eso desde épocas remotas nos agrupamos en tribus, comunidades y estructuras sociales cada vez más grandes y organizadas. A consecuencia de nuestra capacidad de lenguaje y comunicación compleja, podemos concebir y transmitir a nuestra descendencia un conjunto de creencias, leyes y perspectivas vitales, que hoy en día conocemos como cultura. En sus diversas ramas culturales, el ser humano ha mitificado desde siempre su propio origen, a través de fábulas y relatos fundacionales que, por lo general, poseen un carácter mágico o religioso. La creencia en un dios creador (o varios) está ampliamente difundida en la civilización humana, y de allí también una idea de sí mismo como la cumbre de la creación, el dueño del mundo.
Pudiéramos seguir definiéndonos de diferentes maneras en base a que rama de la ciencia tomemos respuesta, pero el ser humano a consecuencia de darle un sentido más transcendental a su existencia, ha buscado una verdad propia definitoria única que tenga sentido y que esta, se encuentre relacionada con todas las demás ramas de la ciencia. La filosofía a tratado de indagar sobre esta receta con el pasar del tiempo, y la pregunta de ¿Qué somos? se transforma a, ¿Qué es el ser humano?. Traigo a colación lo destacado por el francés René Descartes (1596-1650), padre del pensamiento racionalista, su argumento se basaba en que el ser humano debía definirse como un ser pensante; mientras que por otro lado para Immanuel Kant (1724-1804), primer filósofo del criticismo y precursor del idealismo alemán, el rasgo distintivo del ser humano resaltaba en su capacidad para autodeterminarse moralmente. En cambio, el poeta, dramaturgo y filósofo alemán Friedrich Schiller (1759-1805), figura central del clasicismo de Weimar, proponía que el hombre era “un ser que puede querer”, una definición muy vinculada con el romanticismo de su época, valorando las emociones y la subjetividad humana por encima de cualquier otro rasgo de su persona. Otras definiciones bastante interesantes vinculan al hombre con su capacidad de construir herramientas (Benjamin Franklin), de simbolizar (Ernst Cassirer) o de elaborar un lenguaje propio articulado (Ferdinand de Saussure). Por último, también destaco el concepto marxista (en la doctrina del materialismo dialéctico de Karl Marx), proponiendo al ser humano como el protagonista de la historia “el ser capaz de crear, producir y transformar la realidad a su alcance”.
Se nota con mayor claridad la búsqueda contaste en todos los aspectos de una respuesta definitoria y única, aquella que sea una buena carta de presentación y que no genere dudas. Desde el siglo pasado y aún más en la actualidad, se debate si la búsqueda de la verdad sobre el ser humano se debe realizar en base a que somos el “Homo Sapiens” como biológicamente nos definimos. Esto último es interesante puesto que sale a la luz un término que busca alejarse del aspecto taxonómico señalándonos de que no somos hombres sabios, sino más bien debemos considerarnos como el “Homo Faber” (el hombre que hace o fabrica). Es evidente de que el ser humano a tratado de construir todo lo que esté a su alcance con la tecnología que posea y sus capacidades creativas; de allí que surge este término. Desde el “Homo habilis” (Hombre habil) hace 2.0 millones de años, sabemos que se fabricaban herramientas, trayéndonos a reflexión de que el ser humano busca adaptarse usando a la naturaleza, y que esta lo obliga evolucionar. El hombre sabio es un término apelado a la vida, el hombre que fabrica es traído producto del trabajo; es aquí interesante mencionar otros términos como el “Homo œconomicus” (hombre económico), y sobre todo a mi parecer el “Homo deus” (Hombre dios), termino usado por Yuval Noah Harari en su libro “Homo Deus: Breve historia del mañana”, en donde se analiza el futuro del ser humano y cómo podríamos llegar a ser seres que gracias a la ciencia, crean, reviven o modifican la vida de formas más exaltadas que las de hoy, de allí que, surge que somos un dios porque tocamos la vida de manera directa.
En esto punto quizás, podríamos preguntarnos ¿Cómo entonces analizamos al ser humano?, ¿Cómo un hombre sabio, un hombre que fabrica o un hombre que crea vida?, pues si se presta atención a la duda la respuesta probablemente radica en sencillamente describirlo y analizarlo como lo que es, un ser humano; a priori parece abstracto, pero debemos tomar los detalles que no hacen humanos, que nos destaca del resto de las especies. Anteriormente mencione a Ernst Cassirer, pero es en este punto que se debe profundizar el termino que nos describe: “el ser de los símbolos”. Cassirer estudia la concepción del hombre desde distintos puntos de vista, en un primer momento usa la concepción antropológica clásica griega y también la materialista y la mecanicista, pero se encuentra con un problema radicando en que todas estas concepciones propuestas por el son basadas en la homogeneidad y en la unidad del ser humano. Precisamente, con la noción de “animal simbólico” Cassirer define al ser humano como aquel que supera las limitaciones del mundo físico y crea su propio mundo donde puede realizar sus actividades. Este mundo es creado mediante el sistema simbólico (por símbolos antropológicos), y las analogías funcionales de la conducta humana: el lenguaje, el arte, la historia, la ciencia, la cultura, la religión y el mito forman parte de este sistema. Aunque las divergencias entre las culturas no coinciden por una identidad de su naturaleza, si coinciden por una conformidad de su función fundamental.
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