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La justicia es una tarea que el hombre no ha podido agotar nunca.


Enviado por   •  14 de Mayo de 2016  •  Apuntes  •  1.453 Palabras (6 Páginas)  •  291 Visitas

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  • Justicia y persona: La persona como igualdad, como pertenencia y como dialogo.

La justicia es una tarea que el hombre no ha podido agotar nunca.

La concepción individualista de la justicia ha sido proclamada solemnemente en declaraciones y en textos constitucionales y legales de la modernidad, la justicia individualista se radico centralmente en la idea de persona como igualdad.

La cultura de la modernidad surgió de la fascinación por una verdad que las culturas anteriores no habían visto o que se había opacado ante sistemas especialmente totalizantes: la del individuo. Fue la cultura de lo individual.

Todo discurso del derecho aparece modalizado por la idea de igualdad: ese incesante y extraordinario intento de decir que todo ser humano es persona por el solo hecho de serlo.

La identificación entre persona e igualdad constituyo el dinamismo fundamental de la teoría y de la práctica del derecho en la modernidad.

Desde antiguo sirvió de base una antropología totalizante.  La expresión persona, ligada desde antiguo y por especiales razones al derecho, había tenido en occidente, en todo el tiempo anterior a la modernidad, el significado de pertenencia.  Se era persona por el hecho de pertenecer a cierta categoría más alta y más comprensiva. Este rasgo de pertenencia es significativo en el derecho romano, el sentido y alcance de la personalidad lo da la pertenencia a una cierta categoría (ciudadano, padre de familia, ingenuo, libertino). El derecho medieval conservo y acentuó ese rasgo de pertenencia. La justicia en esta concepción se afinca en la idea de pertenencia.

La justificación que Santo Tomas le da a la pena de muerte es expresión de esta concepción. Si “la salud de la comunidad” reclama el “sacrificio de lo individual”, el mismo puede ser “... laudable y saludablemente exigido”. Y así, toda la construcción jurídica remitía a segmentos de totalidad que configuraban el significado de personalidad y derivaban de el privilegios, excepciones y hasta leyes privadas circunscriptas en su aplicación a algunas categorías personales.

Esa idea de “persona como parte del todo” es aquella contra la que la modernidad reacciona. La persona se propone a partir de allí como individualidad.

La individualidad establecía un discurso omnicomprensivo absolutamente inédito: Nadie, por el hecho decisivo de ser humano, podía quedar realmente excluido de el.

Una derivación de esta concepción la encontramos en la contractualizacion de la vida social. El contrato asumió rasgos universales. Significo el encuentro de personas iguales.  Pero este espíritu renovador derivo en innumerables contradicciones: las estructuras económicas, la concentración de la riqueza, terminaron desmintiendo en los hechos lo que las teorías políticas y los textos constitucionales y legales anunciaron.

La igualdad se volvió insuficiente para expresar el núcleo de la justicia.

Las respuestas que esta situación produjo en el ceno mismo de la modernidad fueron variadas:

  • Algunos trataron de conservar la identificación de persona e igualdad superando las disociaciones que comprometían su práctica.
  • Otras, en sentido contrario, asumieron el conflicto como un fracaso definitivo de la justicia como igualdad y postularon encuadramientos y categorizaciones personales que en muchos aspectos proponían un retorno al pensamiento medieval.

En todas ellas, la idea de pertenencia revivió con inusitado vigor.

De este modo la modernidad conoció, junto a la afirmación inicial y nunca definitivamente abandonada del individualismo, especialmente en la parte final de su ciclo, movimientos fuertemente colectivistas, que volvieron a buscar la idea de persona en el ceno de la totalidad.

La justicia volvía a afincarse en la idea de pertenencia.

El tiempo de la modernidad parece haber entrado definitivamente en crisis. Tanto la concepción de la persona como igualdad, como las recurrentes concepciones de la persona como pertenencia de un todo, parecen haber agotado sus posibilidades de impulsar, por si mismas, el derecho hacia desarrollos ulteriores: se encuentran exhaustas.

El nuevo punto de partida debería ser el dialogo. Esto quiere decir recuperar el significado de la presencia del otro en la existencia humana, superar su perdida, rescatarlo de su olvido.

La persona como igualdad abrió sin duda el camino para una afirmación universal del derecho, pero descuido aspectos decisivos de las relaciones interpersonales. La persona como pertenencia trato a su vez de salvar necesidades reales de la vida, pero al precio de desplazar al hombre del núcleo ontológico, diluyéndolo en un todo impersonal.

DIALOGO significa ENCUENTRO, acogida respetuosa del misterio del otro. Implica que su presencia es constitutiva de mi propia existencia y que la relación yo – tu es esencialmente reciproca e irreversible.

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