A Dios Rogando, Mario Vargas Llosa
Enviado por yachaywasi • 22 de Septiembre de 2013 • 1.914 Palabras (8 Páginas) • 456 Visitas
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PIEDRA DE TOQUE
Por Mario Vargas Llosa
A Dios Rogando
El célebre predicador Billy Graham fue a Cambridge, Massachussets, hace
quince años, y su misión evangélica resultó un fracaso: el auditorio estuvo
semivacío y su presencia pasó poco menos que inadvertida para los
estudiantes y vecinos de esa localidad bostoniana célebre por sus
universidades (Harvard y M.I.T.). Volvió hace pocos meses y esta vez, pese
a su avanzada edad, tuvo un apoteósico recibimiento. Colmó el local de la
misión y centenares de universitarios acamparon toda la noche a la
intemperie para conseguir asiento.
Con esta anécdota, el Dr. David Gergen, profesor de la Escuela de Gobierno
de la Universidad de Harvard, quiere ilustrar los extraordinarios cambios
que ha experimentado la sociedad de Estados Unidos en los últimos años
debido al resurgimiento de la religión en la vida pública y la manera como
las iglesias, sobre todo las de línea más conservadora, influyen en el
ámbito político. Algunos de los datos que ofrece en su charla son
impresionantes. Cada fin de semana, unos 120 millones de ciudadanos
estadounidenses asisten a oficios religiosos, es decir, más de los que en
el curso de todo un año acuden a los estadios y gimnasios a ver o practicar
algún deporte, una estadística que desbarata el antiquísimo lugar común
según el cual éste es un país materialista, donde la obsesión por el dinero
y el cultivo del cuerpo ha sofocado la vida del espíritu. En verdad, en
nuestros días sólo en ciertos países musulmanes fundamentalistas la
religión absorbe a tanta gente y por tanto tiempo como en la patria de Walt
Whitman.
Uno de los rasgos más constantes de la democracia norteamericana, la
estricta división que separaba al Estado de la práctica religiosa,
confinada desde el despuntar de la República en el dominio privado, no sólo
se ha visto sistemáticamente erosionado a raíz de este renacimiento
religioso; la impregnación de aquél por ésta es tal que lo ha convertido en
letra muerta. En teoría, el Estado sigue siendo laico, de modo que
garantiza el libre ejercicio de todas las religiones así como el
agnosticismo y el ateísmo, pero, en la práctica, la religión juega un papel
creciente, y a veces arrollador, en las acciones de gobierno, a todos los
niveles de la administración. Porque este impetuoso rebrote de la religión
en la sociedad norteamericana viene acompañado de una militancia política y
un designio inequívoco: poner un límite a la secularización de la vida y la
cultura y modelar a éstas cada vez más conforme a los principios y valores
tradicionales de la religión cristiana.
Las consecuencias de este fenómeno se dejan sentir en todos los campos, y,
principalmente, en la educación. Lo señala, de manera dramática, un
editorial de The New York Times del 26 de abril, explicando que el Gobierno
del presidente Bush, pese a haberse comprometido a no usar recursos
federales para fomentar actividades religiosas, lo ha hecho "canalizando
miles de millones de dólares de los contribuyentes hacia las iglesias y
otras instituciones de cuño religioso", que utilizan esos fondos para
"hacer proselitismo e imponer exigencias religiosas a quienes ofrecen
empleo". A veces, esos subsidios se emplean en construir o reparar
iglesias, o, en las cárceles, para programas de reeducación y formación de
los penados que tienen un explícito objetivo evangelizador. Muchas
organizaciones libertarias y de derechos humanos han intentado frenar esta
política acudiendo a los tribunales, a reclamar que el Estado respete el
laicismo constitucional, hasta ahora sin mayor éxito. Algunas escuelas
públicas, temerosas de ver recortados sus recursos, ya no se atreven a
desarrollar el tema de la evolución en las clases, y optan por la
explicación bíblica del origen de la vida, tal como lo exigen los
movimientos fundamentalistas. Escribo este artículo en San Francisco,
donde, ayer, en un recorrido por los alrededores de la ciudad, advertí que
en casi todas las escuelas que cruzábamos había carteles invitando a
encuentros religiosos.
En el campo político, una de las secuelas del exitoso militantismo
religioso fundamentalista ha sido la desaparición, en el Partido
Republicano, de la corriente liberal, que siempre coexistió con, y a veces
superó al, sector conservador, que ahora poco menos que monopoliza el
partido. Así lo afirmaba, con cierta angustia, en un artículo reciente, el
ex senador republicano John Danfort, para quien su partido se ha convertido
en "el brazo político de la derecha religiosa", algo que, a su juicio, es
una grave amenaza para el futuro de los republicanos. Pero no en el
presente; por ahora, lo beneficia. Gracias a la alineación del Partido
Republicano con los movimientos cristianos fundamentalistas ganó Bush su
reelección, en unas elecciones en las que, según el profesor David Gergen,
los católicos estadounidenses, de predominio conservador, que habían votado
siempre en su mayoría por el Partido Demócrata, votaron masivamente por los
republicanos.
Los estudios del profesor Gergen muestran que este avance considerable de
la derecha conservadora y el movimiento religioso fundamentalista tiene su
base más sólida en "el país profundo", aquel que es el menos visible,
porque carece de eco en los grandes medios de comunicación. Éstos expresan
sobre todo la problemática y las aspiraciones de un público urbano, el de
las grandes ciudades, y aquellos reclutan a sus militantes sobre todo en el
mundo rural, en las aldeas y comunidades de la periferia, cuyos modos de
vida, valores, creencias y prácticas se han ido distanciando cada vez más
de las costumbres y usos de las grandes ciudades, sobre todo cuando éstas,
a partir de los años sesenta, se liberalizaron de manera extrema en el
campo sexual y prendió en ellas la cultura de la droga. El gran ventarrón
de libertad que, desde los sesenta, con los poetas beatniks, los happenings
multitudinarios, los entreveros
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