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Alcance y réditos del argumento


Enviado por   •  5 de Octubre de 2014  •  Ensayo  •  1.810 Palabras (8 Páginas)  •  204 Visitas

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Alcance y réditos del argumento

A continuación, se examinarán brevemente algunos réditos o aportes a la ética que pueden

obtenerse del argumento del érgon y que al mismo tiempo muestran su alcance.

1) vinculación de la noción de felicidad o plenitud humana con la noción de naturaleza

humana: la felicidad humana concebida como plenitud en el desarrollo de las potencialidades

específicamente humanas

El primer rédito del argumento del érgon es la vinculación de la noción de felicidad o

plenitud humana con la de naturaleza humana. Si bien en el texto de la Ética a Nicómaco no se

encuentra expresa esta conexión, la felicidad se puede vincular con la naturaleza por vía de las

facultades propias o específicas. En efecto, en el marco de este argumento, la felicidad humana no

está concebida simplemente como el éxito en la obtención de los fines que un sujeto se proponga,

cualesquiera que sean, sino que hay una noción normativa de felicidad, porque ésta está definida

respecto a ciertos fines anclados en la naturaleza de la cosa en cuestión y que por lo tanto no

admiten una disposición arbitraria1.

2) obtención de una noción objetivamente fundada de la felicidad, por oposición a las

concepciones subjetivistas o conativas de la felicidad.

El segundo rédito, vinculado con el anterior, es que el argumento del érgon provee una

noción objetivamente fundada de felicidad.

¿Qué quiere decir esto? Lo mismo que antes, pero visto de otra manera. Si se define la

felicidad de acuerdo con los deseos subjetivos que cada quien tenga en cada caso y estos son

fácticamente diferentes, la noción de felicidad pierde todo carácter normativo y entonces nadie

podría corregir a nadie acerca de si es feliz. Por ejemplo, si alguien se propone conseguir la mayor

cantidad de dinero en el menor tiempo posible y lo logra, puede ser llamado feliz. Si alguien se

propone –voy a dar un ejemplo brutal para que se entienda lo que quiero decir–, exterminar a los

judíos en el menor tiempo posible y lo logra, podrá decir, con aspiración a no poder ser corregido

externamente por nadie, que es feliz en la medida en que logra el fin que se ha dado a sí mismo. Si

se define la felicidad por referencia a deseos subjetivos, sin ningún criterio de distinción entre

deseos correctos e incorrectos desde el punto de vista de la evaluación moral, el juicio "soy feliz"

sólo se puede realizar en primera persona y es incorregible desde la tercera persona.

1 El concepto aristotélico de felicidad, como plenitud en el desarrollo de las capacidades específicamente humanas, es

semejante en este punto fundamental al concepto clásico en general. En la Antigüedad no se pensó la felicidad como

que cada quien obtenga lo que quiere (aunque hubo quienes defendieran esa tesis), sino que, en la matriz de la filosofía

clásica más conocida, la felicidad está definida más bien en términos de un florecimiento propiamente humano. El

imperativo para un hombre es ser feliz, pero ser feliz significa llegar a ser propiamente lo que es, o sea, un hombre,

entendido como dotado de ciertas facultades que lo distinguen de aquellos otros entes que no alcanzan el nivel humano.

El hombre será feliz en la medida en que lleve una vida plena, acabada, y una vida plena es una vida llena del

despliegue de aquello que hace que sea un ser humano y no otra cosa. Las formas concretas de ese despliegue pueden

ser múltiples y muy variables, pero el imperativo en definitiva es, como decía un poeta antiguo, Píndaro, "llega a ser lo

que eres"; un imperativo muy griego que está presente de manera latente en la argumentación de Aristóteles. El

imperativo para el hombre es, paradójicamente, llegar a ser lo que es.

DuocUC _ Centro de Ética Aplicada

A veces en la lengua habitual se usa efectivamente así la noción de felicidad, como cuando

se dice "bueno, si él es feliz de esa manera...". Cuando se habla de esta forma, se apunta a una

noción de felicidad definida más o menos en los términos anteriores. Pero si los ejemplos son tan

graves como el de la exterminación de los judíos, cualquiera duda si se puede usar la noción de

felicidad en esos términos y piensa más bien que un individuo como Hitler no puede ser llamado

genuinamente feliz, porque donde llegó es un lugar donde ningún ser humano debería pretender

llegar y a eso no se le puede llamar felicidad en el sentido específicamente humano, aunque haya

conseguido alcanzar sus fines. Cuando se hace este tipo de análisis en la vida cotidiana, se tiende

hacia una noción normativa de la felicidad.

¿Cuál es el problema? Que en el lenguaje cotidiano se pasa sin advertirlo de un significado

a otro de felicidad. Y como estas dos nociones tan distintas de felicidad coexisten y se pasa sin

mayor análisis de una a otra, la confusión en las discusiones cotidianas acerca de quién es feliz y

cómo se es feliz se vuelve muy difícil de iluminar.

Tanto en la historia de la filosofía, como en la filosofía actual, se encuentran corrientes que

se deciden por una o por otra noción de felicidad. En general, las filosofías que se deciden por una

noción subjetivista de felicidad no le dan un valor específicamente moral, porque consiste

simplemente en el éxito, es decir, en obtener el objetivo propuesto independientemente de en qué

consista. Aquí, la felicidad no decide nada respecto de la cuestión de si un individuo actuó bien o

mal cuando se propuso lo que se propuso y cuando lo obtuvo.

En cambio, hay otro tipo de teoría, la de Aristóteles y el pensamiento clásico en general, que

intenta depurar la noción de felicidad, mostrando que la felicidad genuinamente humana no puede

estar definida por referencia a cualquier tipo de deseos y expectativas, sino sólo por referencia a

cierto tipo de fines, los que conducen al desarrollo

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