Analisis Cruces Sobre El Agua
Enviado por tiodj • 5 de Julio de 2012 • 1.496 Palabras (6 Páginas) • 1.578 Visitas
EGLOGA TRÁGICA DE GONZALO ZALDUMBIDE
A pesar de su etiqueta de "modernista", cabe interpretar la novela de Gonzalo Zaldumbide, Egloga trágica, como el último reclamo romántico de importancia en la literatura ecuatoriana. Curioso fue su destino: editada en 1956, escrita en 1911, pudo bien publicarse medio siglo antes, en los tiempos de María de Jorge Isaacs.
En efecto, muchas coincidencias acercan la Egloga a la célebre novela colombiana. Como en ella, el protagonista (Segismundo) regresa a su heredad, ama a una prima; esta, Marta, es hija de una loca (la madre de María era epiléptica); huérfana, la prima residirá en la hacienda del protagonista, quien narra la historia en primera persona. Allí tendrán lugar las incidencias de un casto amor interrumpido por el trágico fin de la protagonista. En resumen, un escenario idílico, un héroe melancólico y una heroína virginal recuperada oportunamente por la muerte.
Es curioso: siempre se ha tratado de ubicar a Egloga trágica -seguramente por la fecha en que fuera escrita-, entre las creaciones modernistas. Creemos que aquello exige una difícil demostración.
Salvando las diferencias de géneros -puesto que, en lo que respecta al relato, el modernismo nunca fue tan bien definido como lo fue en la poesía-, habría primero que establecer, no sabemos cómo, los nexos que unen a la novela de Zaldumbide con alguna de las vertientes del modernismo: Darío, Martí, Quiroga, Lugones, Larreta...
Preferiremos atenernos a las evidencias. Pues aparte de las semejanzas ya señaladas que ligan a Egloga con una novela indudablemente romántica como María, tenemos, además, la presencia de temas muy propios del relato romántico. Verbigracia: la amenaza del incesto. En efecto, asoma en la novela de Zaldumbide un personaje sombrío y atormentado que ama a Marta, su sobrina carnal, con un amor "casi incestuoso" y quien es el impedimento insalvable en las relaciones de la joven con Segismundo. La pasión por un miembro familiar muy cercano, está presente en María, en Cumandá, en Atala, etc. El cuasi incesto de las tramas románticas ha de verse, pues, como la figura extrema de una efectividad que solo puede darse en el interior de una estrecha élite.
Pero -como ya lo hicimos con Cumandá-, es preferible que luego de mencionar filiaciones e influencias, nos detengamos en los rasgos concretos y particulares de Egloga trágica. Estos -por sobre todo-, hemos de encontrarlos en las reflexiones del protagonista acerca de su entorno real: el mundo de El Upinar, cuyo referente cierto es la hacienda Pimán, de propiedad de don Gonzalo. En verdad, la mirada del Narrador recorre palmo a palmo la heredad. Todo es objeto de su "interrogación meditativa": árboles, rincones, ganado, caballos, y desde luego, indios. Esto último no constituye ironía alguna. Quien tal vez mejor entendió el espíritu de la obra, su prologista, Francisco Guarderas, así lo expresa: "En cuanto al indio de nuestros campos, consustancial a ellos, esta novela solo lo trae episódicamente, como elemento nativo del paisaje circundante".
A primera vista ocurre así. Sin embargo, este "elemento del paisaje circundante", arranca abundantes reflexiones del Narrador. Sobre él erige toda una antropología, por lo demás, muy curiosa. A esa "raza bronca y sumaria" que son los indios, a esa "masa ondulante, oscura, vencida de animalidad" a esos indios "el dinero no les interesa. Lo que apetecen es emborracharse sábado y domingo, sacando leña a vender para comprar aguardiente. Y lo único que les gusta es el libre pastoreo de sus animales en los sitios de la hacienda".
Y siempre ha de ser así,parece insistir el Narrador: "Desigualdades de nacimiento, de educación, de modos de vivir, que confieren al blanco el libro, la pluma o la espada, y atan al indio a la esteva, fatalidades históricas, ya inamovibles del fondo". La misma música indígena, en la interpretación del Narrador, parece decir: "Hijo de la gleva, vástago de florida estirpe, antes dueña y señora del suelo, hoy pisoteada y servil; tendrás hasta el fin de tus días que arar la tierra que ya no es tuya y cosechar para el amo". Y como éste es el orden del mundo, en este orden el indio encuentra su consuelo: "Has hallado en tu servidumbre, y en el olvido de ti, una especie de triste felicidad, felicidad de los infelices que ignoran, callan y pasan".
En otra parte, el grave Segismundo hace votos porque los indios retenidos en su hacienda por "un instinto de querencia, un amor casi animal (...) ojalá no lleguen a ver tan claro en el misterio de la vida como nosotros que nos la destrozamos a fuerza de hurgar en ella". Curioso es que el Narrador, deliberadamente
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