Apología De Sócrates
Enviado por andres.rv • 17 de Mayo de 2013 • 6.307 Palabras (26 Páginas) • 328 Visitas
Apología de Sócrates
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Para otros usos de este término, véase Apología de Sócrates (Jenofonte).
La Apología de Sócrates, compuesta entre 393 y 389 a. C., es un diálogo de Platón que da una versión de la defensa del mismo Sócrates tras ser acusado de corromper a los jóvenes y despreciar a los dioses. La apología refleja la defensa de Sócrates frente al jurado de la ciudad de Atenas y por lo tanto la palabra apología tiene el significado original de defensa formal de las opiniones de uno, del latín "apologĭa" que a su vez proviene del griego ἀπολογία «defensa», «justificación». Pertenece a sus obras socráticas o de juventud.
Introducción [editar]
Sócrates comienza diciendo que no sabe si los atenienses (asamblea general) han sido ya persuadidos por los que lo acusan. Este comienzo es crucial para establecer el tema de todo el discurso, pues es frecuente que Platón comience sus diálogos socráticos exponiendo la idea general del texto. En este caso, el diálogo se abre con "¡Ciudadanos atenienses!, Ignoro qué impresión habrán despertado en vosotros las palabras de mis acusadores". Este ignoro, de hecho sugiere que la filosofía expuesta en la Apología va a consistir enteramente en una sincera admisión de ignorancia, pues todo su conocimiento procede de su no saber nada: "Solo sé que nada sé".
Sócrates pide al jurado que no le juzgue por sus habilidades oratorias, sino por la verdad que estas convocan. A su vez, asegura que no va a utilizar ornamentos retóricos ni frases cuidadosamente preparadas, sino que va a decir en voz alta lo que se le pase por la cabeza, las mismas palabras que utilizaría en el ágora y en las reuniones, pero a pesar de esto demuestra ser un maestro en retórica, y que no es solo elocuente y persuasivo, sino que sabe jugar con el jurado. El discurso, que ha puesto a los lectores de su lado durante más de dos milenios, no consigue ganarle el juicio. Sócrates fue condenado a muerte, y ha sido admirado por su calma aceptación de ello.
La acusación [editar]
Los tres hombres en presentar cargos contra Sócrates son:
• Ánito, hijo de un ateniense prominente, Antemión. Anito aparece en Menón, donde aparece inesperadamente mientras Sócrates y Menón (que está visitando Atenas) discuten si la virtud puede ser enseñada. Sócrates argumenta que no, y ofrece como evidencia que muchos buenos atenienses han tenido hijos inferiores a sus padres, tras lo cual procede a dar nombres, entre ellos Pericles y Tucídides. Anito se ofende, y avisa a Sócrates de que menospreciar a esas personas ("kakos legein") le traerá problemas algún día. (Menón 94e-95a).
• Meleto, de los tres el único en hablar durante la defensa de Sócrates. También se le menciona en otro diálogo Eutifrón, aunque no aparece en él. En él Sócrates dice que Meleto es un joven desconocido de gran nariz aquilina. En la Apología, Meleto presenta sus acusaciones, lo que permite a Sócrates rebatirlas. Sin prestar mucha atención a los cargos que está afirmando, acusa a Sócrates de ateísmo, de creer en semidioses y de corromper a la juventud mediante sus enseñanzas.
• Licón, del cual poco se sabe; de acuerdo con Sócrates era representante de los oradores.
Los cargos contra Sócrates [editar]
Sócrates dice que tiene que refutar dos tipos de acusaciones diferentes: los viejos cargos de que es un criminal, un metomentodo y un curioso que pregunta hasta al cielo y la tierra, y los más recientes cargos legales de corromper a los jóvenes y de creer en cosas sobrenaturales de su propia invención, en vez de los dioses de la polis. Sobre los viejos cargos dice que son el resultado de años de rumores y prejuicio, y por lo tanto no pueden ser respondidos. Sócrates desvirtúa estos "cargos informales" dándoles una apariencia legal diciendo: "Socrates comete delito al investigar los fenómenos celestes y subterráneos, debido a que, según ellos, convierte el argumento más débil en el más fuerte, instruyendo esto a otros, y sin creer en los dioses, es decir, es ateo. También dice que estas alegaciones nacieron de la boca de cierto poeta cómico, es decir, Aristófanes.
La apasionada defensa de Sócrates al ser acusado de sofista (y curioso), no es más que una distracción de las otras, más graves, acusaciones, pues los sofistas no eran condenados a muerte en Atenas; al contrario, eran frecuentemente buscados por los padres para ser tutores de sus hijos, por lo que Sócrates dice que no puede ser confundido con un sofista, ya que éstos son sabios (o creen que lo son), y están bien pagados, mientras que él es pobre (a pesar de ser frecuentemente visto en las mesas de juego), y dice no saber absolutamente nada.
El diálogo [editar]
La Apología se divide en tres partes. La primera para propia defensa de Sócrates, y que contiene las partes más famosas del texto, como el recuerdo de su visita al Oráculo de Delfos y su refutación a Meleto.
Primera parte [editar]
Sócrates comienza diciendo al jurado que sus mentes han sido envenenadas por sus enemigos mientras eran jóvenes e impresionables y que su reputación de sofista ha sido impuesta por sus enemigos, los cuales son maliciosos y le tienen envidia. Dice, sin embargo, que éstos van a permanecer en el anonimato, salvo Aristófanes, el poeta cómico. Responde después a la acusación de corromper a los jóvenes argumentando que el corromperlos de forma deliberada es una idea incoherente. Después explica que todos sus problemas comenzaron con la visita al oráculo, tras lo cual, recuenta ésta. Querofonte acudió al Oráculo de Delfos para preguntar si había alguien más sabio que Sócrates, a lo que el dios respondió que no lo había. Cuando Querofonte se lo refirió a Sócrates éste se lo tomó como una adivinanza, pues clamaba no poseer sabiduría grande o pequeña, pero también que era contrario a la naturaleza de los dioses el mentir.
Así pues Sócrates partió en una "misión divina" para resolver la paradoja (que un hombre ignorante pudiera ser también la persona más sabia de la ciudad) y probó que el dios se equivocaba. Tras esto, proclamándose la voz del oráculo (23e), procede a preguntar sistemáticamente a los políticos, poetas y artesanos, determinando al final que los primeros son impostores, los segundos no comprendían sus propias obras al igual que los visionarios y los profetas no comprenden sus visiones, y que los terceros tampoco se libran de ser pretenciosos. Por su parte, él se pregunta así mismo si preferiría ser un impostor, como la gente con la que habla, y de nuevo hablando como la voz del oráculo responde que no, pues prefiere ser
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