Argumento Sobre El Nihilismo
Enviado por guinieto • 14 de Abril de 2015 • 2.326 Palabras (10 Páginas) • 425 Visitas
Al admitir que fue tal la posición del siglo XVIII, se objetará, quizás, que nosotros vivimos en un período bien diferente y que nuestra situación histórica no nos permite retornar a esta posición. Es incontestablemente verdadero que hay una profunda diferencia entre nuestro período y el de la víspera de la Revolución Francesa; esta diferencia es exactamente la que separa al nihilismo del racionalismo. Sin embargo, no deberíamos considerar que la diferencia fundamental de “clima” entre nuestra época y la Ilustración consista en progreso. Al final del proceso que nos ha llevado al punto en el que nos hallamos, está el proyecto exitosamente llevado a cabo de exterminar naciones enteras y de reducir otras a la esclavitud. Un tal proyecto era totalmente ajeno no sólo al siglo XVIII, sino incluso a todos los siglos de la historia occidental un hecho que debería hacernos más cuidadosos al hablar de progreso.
Incluso, si uno acude a la situación histórica que existe de hecho, sin invocar la idea del progreso, la conclusión de que esta situación nos hace imposible retomar la posición racionalista de los siglos XVII y XVIII es profundamente errónea. Una situación histórica es un hecho dado; y que el nihilismo es un hecho histórico y quizás la marca más característica de nuestra época no puede ponerse en duda. Como todo hecho histórico, el nihilismo ha salido de ciertos orígenes, en el curso de su desenvolvimiento, ha recorrido ciertas fases tomando en ellas formas que han sido acentuadas progresivamente, ha dado lugar a ciertos efectos, etc. El conjunto de estos hechos puede convertirse en un objeto de la investigación histórica. Podemos remontarnos a las fuentes de las que ha brotado el nihilismo, podemos aislar los factores que han contribuido a su nacimiento y a su desenvolvimiento, podemos analizar el juego de diversos mecanismos y seguir el proceso de la evolución del nihilismo. Cualesquiera que sean los descubrimientos que hiciéramos en un estudio así y hay seguramente descubrimientos muy interesantes a hacer, lo que no se descubrirá es una fatalidad que nos haya forzado a caer en el abismo del nihilismo. La misma razón que puede comprender históricamente una situación dada, puede también estimular la voluntad; puede esclarecer y guiar la acción, incluso una acción que tienda a cambiar radicalmente la situación dada. Pero atribuir a una situación histórica fuerzas de violencia y de coerción, por la única razón de que esta situación existe de hecho, esto no es más que mitología pura y simple.
En efecto, el hombre no coincide con la imagen que el nihilismo presenta de él. El hombre no es un ser impotente, empujado por impulsos ciegos, abandonado al juego de fuerzas mecánicas que se le imponen, sometido, sin defensa posible, a las situaciones y a las constelaciones históricas, sociales, etc. Todo al contrario, el hombre cuenta con la posibilidad del conocimiento. Puede poner una distancia entre sí mismo y la situación histórica dada; puede considerarla y analizarla; puede comprender el funcionamiento de los diversos mecanismos que juegan un papel en esta situación; en pocas palabras, puede observarla a la luz de un sistema de razón y de racionalidad. El hombre está tan lejos de simplemente tener que sufrir la situación en la que se encuentra envuelto, está tan poco sujeto a ella, que puede tomarla como objeto del conocimiento. Es esta posibilidad del conocimiento en donde aparece y reside la libertad del hombre. Un ser que lo único que puede hacer es sufrir lo que a él llega es ciertamente una víctima. Pero un ser que es capaz de mirar a distancia lo que a él llega -es decir, de observarlo como si no le concerniera, aunque, de hecho, le concierna-, un ser que ha tenido ocasión de simplemente sufrir los hechos y los acontecimientos, puede intentar establecer relaciones lógicas entre ellos e integrarlos en un sistema racional que él construya; tal ser ya no está sometido a los hechos y a los acontecimientos. Por lo demás, es por esta actitud de la contemplación a distancia, de toma de distancia y de conocimiento, y no de una pura acumulación de hechos, por lo que se define la objetividad. Incluso, cuando toma esta actitud es cuando el universo de las ideas se hace accesible al hombre, y entre estas ideas también está la de la verdad, la de la justicia, etc., bajo su forma auténtica, es decir, “abstracta”. Esta actitud está, por último, también en la base de toda actividad científica y se caracteriza por estar desinteresadamente. Cuando el hombre objetiva la situación en la que se encuentra, observándola a distancia, analizándola en los factores que la componen, comprendiendo el funcionamiento de estos factores al construir sistemas racionales a los que se pliegan los hechos, se libera de la situación en cuestión en la que aparece a la luz de lo posible y la situación se revela como una posibilidad entre otras. Por lo tanto, el hombre es llevado a concebir estados de cosas que difieren del que existe de hecho; puede tomar posición y formar sus decisiones ante la realidad y, finalmente, puede actuar en consecuencia. Todo esto no se aplica a un ser que sea incapaz de poner una distancia entre sí mismo y los hechos que le son dados, sino que está reducido a aceptar y a sufrir estos hechos que se le imponen. Para un tal ser, no hay más que la realidad dada en toda su solidez; un tal ser no puede tomar en consideración posibilidades, ni concebir o imaginar un estado de cosas diferente del que le está dado, más en concreto, del que le es impuesto. Felizmente, no es tal la condición del hombre. La doctrina de ciertos psicólogos contemporáneos de que la racionalidad es una actitud de huida ante la realidad y ante la vida es profundamente falsa. Esta doctrina es otro síntoma del nihilismo. La racionalización se produce, por el contrario, en una actitud en la que el hombre considera la realidad que le rodea, realidad natural, política, social, etc., y, examinándola, manifiesta su libertad y su espontaneidad ante esta realidad. Al mismo tiempo, aparece la ligazón indisoluble entre la racionalidad y la libertad. Escorrelativa la una de la otra. Sólo es libre aquel ser que no se somete a los hechos, sino que, al contrario, los considera a distancia y los racionaliza; e, inversamente, poniendo en funcionamiento activo sus capacidades de la razón, el ser racional toma conciencia de sí mismo como un ser libre.
Prevengámonos de una última objeción. Los hechos, ¿no parecen testimoniar en favor de esta concepción del hombre que hemos denunciado como nihilismo? No puede ponerse en duda la eficacia de la propaganda y del reclamo en todos los dominios de la vida y también en la vida política. ¿No es un hecho establecido por la experiencia que se puede obtener del hombre el comportamiento y la reacción queridos, dado que se sabe como apropiarse
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