Aristóteles y la recepción de Aristóteles
Enviado por Toty Loyola Berguño • 15 de Mayo de 2017 • Ensayo • 8.307 Palabras (34 Páginas) • 205 Visitas
INTRODUCCIÓN A LA INVESTIGACIÓN FENOMENOLÓGICA.
Bd.61 G.A.
PARTE I.
Aristóteles y la recepción de Aristóteles
A. ¿Qué significa “filosofía de la historia”?
La indagación de una filosofía del pasado, en este caso la aristotélica, se la caracteriza como una consideración histórico-filosófica.
I. La historia {Geschichte} de la filosofía ha sido siempre vista e investigada en y desde una determinada conciencia conformadora {Bildungsbewusstsein}. Hoy domina la historia espiritual tipificadora [“tipos”- ¿según qué se conforman?]. Esta conciencia se comprende a sí misma como investigación rigurosa de hechos, dentro de un modo determinado de establecer hechos y de suponerlos. Para la investigación “exacta” todo lo demás vale por parloteo, incluido el intento de hacerla comprensible a ella misma en su estado condicionado {Bedingheit} y en la situación de su planteamiento {Standsituation}. De esta forma la filosofía es vista en el mismo plano que la ciencia, el arte la religión, etc. Así la filosofía es determinada de forma anticipada desde el punto de vista de los contenidos como algo objetivamente histórico, provista de relaciones y propiedades objetivas y a la manera de objetos.
II. Lo que se puede inspeccionar históricamente {das Historisches} de la filosofía sólo cabe concebirlo en el filosofar mismo. Esto es sólo concebible como Existencia {Existenz}, accesible desde el puro vivir fáctico, por tanto con y a través de la historia (I). Sin embargo, en esto reside una exigencia de claridad de principios: 1. del sentido de ejecución del filosofar, 2. de las conexiones de ejecución y del ser del filosofar, con respecto a lo históricamente inspeccionable y a la historia.
Estas cuestiones {1 y 2} no son ni descartables ni se puede opinar—lo cual sería contrario a su interna problematicidad— que se pueden liquidar desde sí mismas (sin inspección histórica e historia) y con lo puesto en claro ponerse a hacer el negocio. Más bien, se lleva a cabo precisamente el ponerse serios con la terea de la historia de la filosofía en el filosofar (sin partir del compromiso de I) cuando se muestra la problemática decisiva de II, 1 y 2 como una problemática concreta, determinada y radical. La filosofía es un conocer histórico (esto es, un conocer comprensivo que se lleva a cabo históricamente) del vivir fáctico. Este vivir tiene que llegar a un comprender y a un articular (esto es, un saber que se ejecuta) categorial (existencial), en lo cual lo que se ha independizado no puede ser interpretado partiendo desde lo separado que ha sido transmitido como si fuese totalidad y origen, sino desde el comportamiento fundamental hacia el vivir fáctico, el vivir como tal.
Ahora bien, en la medida en que se experimenta el arruinamiento y la cuestionabilidad, la filosofía empero se decide a explicitar radicalmente lo fáctico cada vez suyo, se expone a la posibilidad de tenerse en la revelación, a dar genuinamente noticia de su posesión y de las posibilidades de su posesión, y no porque ella quisiera ser algo carente de supuestos, sino porque ella está originariamente en un tener anticipado—de lo fáctico. La cuetionabilidad y el preguntar acentúan el comportamiento con respecto a la historia, acentúan el cómo del inspeccionar histórico.
Es algo de principio exponerlo todo a la controversia {Auseinandersetzung}, a un comprender en y desde esta controversia. Esta controversia comprensiva que se determinada existencialmente es sólo “unilateral” si se la ve desde fuera, y es un mal entendido opinar que se llegaría a comprender algo cuando uno se pone a justipreciar— no se sabe bien cómo— desde el sosiego y objetividad de la historia. Esto es debilidad y comodidad. La tendencia de la controversia tiene su propia fuerza radical de esclarecer y abrir.
En el uso habitual del nombre, la historia de la filosofía abarca la rica secuencia de opiniones filosóficas, teorías, sistemas, máximas aparecidos en el espacio de tiempo que va desde el siglo VII a.C hasta el presente del caso, abarcando por cierto las filosofías que se han formado en el contexto vital del desarrollo histórico espiritual del pueblo griego y que han desembocado por su parte en la historia del cristianismo. Esas filosofías, por tanto, que en adelante han de experimentar en el curso de la historia del occidente cristiano (Medioevo y Modernidad) múltiples reformas y respectivas conformaciones nuevas.
El significado del nombre “historia de la filosofía” en el presente contexto se ha tomado en estos límites de tiempo y espacio, y esto no sólo porque el tratamiento de otras filosofías signifique un menor o mayor diletantismo solemne y la oportunidad para ingeniosos desvaríos de toda suerte, sino porque esta delimitación se da por el sentido de la filosofía.
La historia de la filosofía entra en el campo visual de un presente respectivo, se vuelve comprensible en cada caso y se ofrece para una apropiación respectiva y para una crítica decisiva en cada caso, de tal forma, en tal medida y con tanta fuerza cuanto la filosofía—para esa filosofía y en esa filosofía en la que esté ahí la historia, en esa filosofía en la que alguien se comporte vitalmente respecto a la historia—sea filosofía, es decir, 1. que ella esté en cuestión, y ciertamente de modo fundamental, 2. que ella esté en un buscar concreto de respuesta: investigación. Esto significa que es decisiva una conformación radical y clara de la situación hermenéutica en tanto temporización de la problemática filosófica misma.
En toda generación o secuencia de éstas se dan determinadas posibilidades de acceso a la historia como tal, determinadas concepciones fundamentales de la historia en su conjunto, determinadas valoraciones de algunas épocas y determinadas “predilecciones” por algunas filosofías.
La relación del presente con Aristóteles está determinada en tres respectos. Junto a ello hay un influjo tácito de Aristóteles en las direcciones del ver y ante todo del hablar, “Articulaciones”: lógica (indicación anticipada en la problemática radical y central).
B. La recepción de la filosofía aristotélica
a) Medioevo y Modernidad
Aristóteles ha recibido con toda certeza una positiva valoración en la concepción vital y cultural determinada por la confesión católica eclesiástica, valoración fundada en la alta escolástica del medioevo cristiano.
La renovación de la filosofía kantiana en los años ’60 del siglo XIX, en virtud de su creciente influencia en la filosofía de las décadas siguientes, condujo a una toma de posición contraria a dicha valoración positiva. El neokantianismo, en su oposición a Aristóteles, se determina esencialmente desde el modo en que él mismo ha renovado a Kant. Esta renovación fue específicamente en el orden de una “teoría del conocimiento”, más precisamente, una renovación tal que condujo directamente a una configuración de la disciplina filosófica que es conocida con el nombre de “teoría del conocimiento”. Para esta concepción “teórica del conocimiento” en lo que respecta a Kant, la “Crítica” debe ser vista esencialmente como una fundamentación de la ciencia físico-matemática, esto es, teoría de la ciencia, pero a la vez Kant debe aparecer como “desdibujador” de la antigua metafísica y de la vacía especulación.
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