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Crtica De La Razon Pura


Enviado por   •  15 de Octubre de 2013  •  4.312 Palabras (18 Páginas)  •  432 Visitas

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Crítica de la razón pura Immanuel Kant

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Crítica de la razón pura

Immanuel Kant

A Su Excelencia el real ministro del Estado, Barón de Zedlitz.

Señor:

Fomentar el progreso de las ciencias, en la parte en que cada uno puede

hacerlo, es trabajar en el interés de Vuestr

a Excelencia; pues éste se halla íntimamente

unido con aquéllas, no sólo por el elevado pue

sto de protector que ocupáis, sino porque

tenéis con las ciencias la íntima relación

de un aficionado y de un conocedor ilustrado

de las mismas. Por eso hago uso del único me

dio que está en cierto modo a mi alcance,

para testimoniar mi agradecimiento por la confianza con que Vuestra

Excelencia ha querido honrarme

, considerándome capaz de contribuir en algo a

sus propósitos.

A la misma favorable

atención con que Vuestra Excelencia honró la primera

edición de esta obra, dedico ahora esta segunda; y le encomiendo al mismo tiempo

también las demás circunstancias de mi vocación literaria. Soy con la más profunda

veneración de Vuestra Excelencia

súbdito y obediente servidor,

IMMANUEL KANT

Königsberg, el 23 Abril 1787

Prólogo

La razón humana tiene, en una especie de sus conocimientos, el destino particular de

verse acosada por cuestiones que no puede apartar, pues le son propuestas por la

naturaleza de la razón misma, pero a las

que tampoco puede contestar, porque superan

las facultades de la razón humana.

En esta perplejidad cae la razón sin su culpa. Comienza con principios, cuyo uso en

el curso de la experiencia es inevitable y que al mismo tiempo se halla suficientemente

garantizado por ésta. Con ello elévase (com

o lo lleva consigo su naturaleza) siempre

más arriba, a condiciones más remotas. Pero pronto advierte que de ese modo su tarea

ha de permanecer siempre inacabada porque las cuestiones nunca cesan; se ve pues

obligada a refugiarse en principios que exceden todo posible uso de la experiencia y

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Crítica de la razón pura Immanuel Kant

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que, sin embargo, parecen tan libres de toda sospecha, que incluso la razón humana

ordinaria está de acuerdo con ellos. Pero así se precipita en obscuridades y

contradicciones; de donde puede colegir que en alguna parte se ocultan recónditos

errores, sin poder empero descubrirlos, porque

los principios de que usa, como se salen

de los límites de toda experiencia, no reconocen ya piedra de toque alguna en la

experiencia. El teatro de estas disputas sin término llámase

Metafísica.

Hubo un tiempo en que esta ciencia era llamada la

reina

de todas las ciencias y, si se

toma el deseo por la realidad, cierta

mente merecía tan honroso nombre, por la

importancia preferente de su objeto. La moda

es ahora mostrarle el mayor desprecio y la

matrona gime, abandonada y maltrecha, como Hecuba:

modo maxima rerum, tot generis

natisque potens - nunc trahor exul, inops.

(Ovidio,

Metamorfosis

).

Su dominio empezó siendo

despótico,

bajo la administración de los

dogmáticos.

Pero

como la legislación llevaba aún en sí la traza de la antigua barbarie, deshízose poco a

poco, por guerra interior, en completa

anarquía, y los escépticos,

especie de nómadas

que repugnan a toda construcción duradera, despedazaron cada vez más la ciudadana

unión. Mas eran pocos, por fortuna, y no pudieron impedir que aquellos dogmáticos

trataran de reconstruirla de nuevo, aunque sin concordar en plan alguno. En los tiempos

modernos pareció como si todas esas disputas fueran a acabarse; creyóse que la

legitimidad de aquellas pretensiones iba a ser decidida por medio de cierta

Fisiología

del entendimiento (del célebre Locke). El origen de aquella supuesta reina fue hallado

en la plebe de la experiencia ordinaria; su

arrogancia hubiera debido por lo tanto, ser

sospechosa, con razón. Pero como resultó sin embargo que esa

genealogía,

en realidad,

había sido imaginada falsamente, siguió la metafísica afirmando sus pretensiones, por lo

que vino todo de nuevo a caer en el

dogmatismo

anticuado y carcomido y, por ende, en

el desprestigio de donde se había querido sacar a la ciencia. Ahora, después de haber

ensayado en vano todos los caminos (según se cree), reina el hastío y un completo

indiferentísimo,

madre del Caos y de la Noche en las ciencias, pero también al mismo

tiempo origen, o por lo menos preludio de una próxima transformación e iluminación, si

las ciencias se han tornado confusas

e inútiles por un celo mal aplicado.

Es inútil en efecto querer fingir

indiferencia

ante semejantes investigaciones, cuyo

objeto

no

puede ser

indiferente

a la naturaleza humana. Esos supuestos

indiferentistas,

en cuanto piensan algo, caen de nuevo inevitablemente en aquellas afirmaciones

metafísicas, por las cuales ostentaban tant

o desprecio, aun cuando piensen ocultarlas

trocando el lenguaje de la escuela por el ha

bla popular. Esa indiferencia empero, que se

produce en medio de la prosperidad de todas las ciencias y que ataca precisamente

aquella, a cuyos conocimientos -si pudi

éramos adquirirlos- renunciaríamos menos

fácilmente que a ningunos otros, es un fenómeno que merece atención y reflexión. Es

evidentemente el efecto no de la ligereza, sino del Juicio maduro de la época, que no se

deja seducir por un saber aparente; es una intimación a la razón, para que emprenda de

nuevo la más difícil de sus tareas, la del propio conocimiento, y establezca un tribunal

que la asegure en sus pretensiones legitim

as y que en cambio acabe con todas las

arrogancias infundadas, y no por medio de

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