Definición de hombre
Enviado por arcel • 19 de Abril de 2013 • Tutorial • 11.371 Palabras (46 Páginas) • 387 Visitas
PRINCIPIOS DE LAPERSONA UNIDAD 1
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1.1. Definición de hombre
Introducción
Generalmente, al pensar en el ser humano lo hacemos tomando como principio el valor de su distinción dentro de un mundo natural en el que coexiste con otros seres vivos, mismos que constituyen un número infinito de especies, unas ya en proceso de extinción, otras no descubiertas y muchas más en constante evolución.
Así, incluso al definir en forma limitada todas las capacidades naturales del ser humano, independientemente de las distinciones anatómicas y fisiológicas entre hombre y mujer, sólo podemos descubrir con asombro que somos seres únicos y extraordinarios, donde confluyen características biológicas, psicológicas y sociales, entre otras, que propician nuestro potencial para desarrollar múltiples habilidades y virtudes, cuya valoración será mayor o menor conforme a la cultura propia de un grupo social ubicado dentro de un tiempo y espacio específicos.
En consecuencia, podemos iniciar nuestro estudio reflexionando acerca de la esencia del ser humano, con el propósito de identificar qué concepto poseemos de hombre, denominación tradicionalmente asumida para nombrar a la humanidad, más allá de la cuestión biológica o de género socialmente establecida entre hombre y mujer, la cual reconocemos en toda su complejidad. Asimismo, abordaremos algunos conceptos filosóficos esenciales para propiciar el análisis de las prácticas sociales, distinguiendo cómo cada uno de nosotros posee distintas concepciones previas que pueden incidir en forma positiva o negativa al vincularnos con otras personas, pero estos conceptos no son necesariamente rígidos ni resulta imposible modificarlos, porque las capacidades críticas del hombre favorecen su evolución y aplicación en diversos contextos.
Conceptos clave
• Hombre
• Individuo
• Inmanencia
2***********Evidentemente, definir implica aproximarnos al objeto, tratar de distinguir sus características, cuáles son sus diferencias respecto a otros, en qué ambiente se encuentra; cómo se relaciona con distintos objetos; analizar si poseemos una serie de informaciones previas que permitan explicarlo, buscar la forma de representarlo, decidir cómo lo podemos nombrar, éstos son sólo algunos de la infinidad de factores a considerar.
Incluso, para establecer una definición podemos encontrar una serie de juicios científicos y filosóficos que hablarán de las relaciones sujeto-objeto de conocimiento y a partir de ésta vendrán múltiples confrontaciones para tratar de determinar cómo se construye el conocimiento y los fines del mismo. No obstante, en el caso del hombre las divergencias se multiplican y llegan a distanciarse conforme evoluciona el pensamiento, encontrando algunas coincidencias, pero no un concepto único.
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La reacción de la filosofía frente a esta posición no se hace esperar, con Sócrates y sus discípulos, quienes abordan el tema del ser humano desde un punto de vista moral. Desde esta perspectiva, el hombre es un ser constitutivamente moral.
Por otra parte, Platón desarrolla su propia doctrina sobre el ser humano, rebasando el aspecto ético-socrático. Para este pensador, el hombre es el único ser capaz de contemplar. Reflexionemos acerca de las ideas de ambas posturas filosóficas:
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Estas son sólo dos de las principales concepciones que han marcado durante siglos los esfuerzos por definir al ser humano, reconociendo sus características naturales y aquellas desarrolladas a voluntad aprovechando la potencialidad de su naturaleza y la dinámica de su integración en grupos sociales o comunidades.
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El ser humano es un ser que pregunta y, sobre todo, que se pregunta. Esta característica de cuestionarnos continuamente sobre la vida y los actos de la vida misma, es decir, preguntarnos si lo que pensamos, deseamos, hacemos o dejamos de hacer es conveniente, oportuno para..., adecuado si..., o incluso correcto o no, se llama conciencia.
Todas las características propias del hombre, como son: el lenguaje, la cultura, o los valores, tienen su fundamento en lo que actualmente denominamos dinamismo de la conciencia, que es la interrelación existente, de manera inseparable, entre:
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La inteligencia, la voluntad y la afectividad permiten al hombre realizar todo lo que se proponga, para establecer como una de sus prioridades el hecho de encontrar un sentido a su vida, transformando el medio ambiente que lo rodea, a fin de buscar la renovación para sí mismo y trascender.
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El hombre no suele estar contento con la satisfacción de sus necesidades materiales elementales. Logra darse cuenta de que percibe, es consciente de su capacidad para distinguir sensaciones y apreciarse a sí mismo. Por el conocimiento humano, nos percatamos de los acontecimientos y podemos razonar con los datos que capta nuestra inteligencia, estableciendo diversos procesos para transformarlos en información útil y aplicable para nuestros fines de cambio.
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Al reflexionar sobre los seres vivos (vegetales o animales) podemos apreciar, en primera instancia, que no somos una idea o una abstracción, por el contrario, estamos vivos en un tiempo y espacios determinados.
Esta condición de estar vivos se distingue por la capacidad de tener un movimiento inmanente, es decir, que cambia por sí mismo; por ejemplo se pasa de semilla a planta, de cachorro a perro. Este cambio en los seres vivos, implica que tienen una posibilidad o potencia de pasar a ser otra cosa de la que son, pero dicho cambio se da sólo en la medida de lo posible; por ejemplo, la semilla de cedro tiene la potencia de ser cedro pero no aguacate o durazno, la semilla al convertirse en árbol “pasa”, en su movimiento inmanente, que significa movimiento desde el interior hacia el exterior que se da por su propio impulso genético de lo que es a lo que puede ser, de la potencia al acto.
Al respecto, David Hume, una de las tres grandes figuras de la Ilustración inglesa junto a John Locke y a George Berkeley, expresó en su obra más importante, Tratado de la Naturaleza Humana (apareció en Londres, 1740):
...Aunque todo el mundo deba reconocer que en el espacio de unos cuantos años los vegetales y los animales sufren un cambio total, sin embargo les atribuimos todavía la identidad, siendo así que su forma, su talla y su sustancia han sido enteramente modificadas. Una encina, que crece desde ser plantita hasta convertirse en un gran árbol, sigue siendo la misma encina aunque ninguna de sus partes sigan siendo las mismas. Un niño se transforma en hombre y unas veces está gordo y otras delgado, sin que cambie su identidad...
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Al proceso continuo de estar y seguir siendo uno o una
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