El Anticristo
Enviado por madamesharito • 14 de Mayo de 2014 • 6.403 Palabras (26 Páginas) • 247 Visitas
EL ANTICRISTO
Frederic Nietzsche
PRESENTACIÓN
Escrita durante la última década del siglo XIX, la obra que aquí presentamos, El Anticristo, fue
publicada con el sugestivo subtítulo Ensayo contributivo a un cambio de todos los valores.
En este escrito, Federico Nietzsche no para en mientes atacando sin medida e incluso,
añadimos nosotros, de manera harto severa, tanto al cristianismo, a la ecclesia y, por supuesto,
a los cristianos.
Haciendo gala de su inveterada tendencia a magnificar los criterios aristocratizantes de
desigualdad y superioridad, Federico Nietzsche no respeta los más elementales límites en su
pavoroso alegato por medio del que busca materialmente hacer polvo al cristianismo.
Por supuesto que esta obra debe ser leída con atención, detenimiento y, de preferencia, en
grupo, para evitar que la misma produzca en el lector una verdadera indigestión cerebral que le
conduzca a los laberintos de la enajenación mental.
Poco recomendada para toda aquella persona creyente de las enseñanzas de Cristo, sin
importar a la iglesia a la que se haya adscrito, El Anticristo es, no obstante, un texto filosófico
fundamental.
Esperamos que todos los interesados en este ensayo del controvertido filósofo germano, logren
extraer un provecho que les acreciente su acervo cultural.
Chantal López y Omar Cortés
PRÓLOGO
INVERSIÓN DE TODOS LOS VALORES
Este libro está hecho para muy pocos lectores. Puede que no viva aún ninguno de ellos. Esos
podrían ser los que comprendan mi Zaratustra: ¿acaso tengo yo derecho a confundirme con
aquellos a quienes hoy se presta atención? Lo que a mi me pertenece es el pasado mañana.
Algunos hombres nacen póstumos.
Las condiciones requeridas para comprender y para comprenderme luego con necesidad, las
conozco demasiado bien. Hay que ser probo hasta la dureza en las cosas del espíritu para
poder soportar sólo mi seriedad y mi pasión. Hay que estar acostumbrado a vivir en las “El anticristo” de Frederic Nietzsche
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montañas y ver a nuestros pies la miserable locuacidad política y el egoísmo de los pueblos que
la época desarrolla.
Hay que hacerse indiferente; no debe preguntarse si la verdad favorece o perjudica al hombre.
Hay que tener una fuerza de predilección para las cuestiones que ahora espantan a todos;
poseer el valor de las cosas prohibidas: es preciso estar predestinado al laberinto. De esas
soledades hay que hacer una experiencia. Tener nuevos oídos para una nueva música; nuevos
ojos para las cosas más lejanas: nueva conciencia para verdades hasta ahora mudas, y la
voluntad de la economía en grande estilo; conservar las propias fuerzas y el propio entusiasmo;
hay que respetarse a sí mismo, amarse a sí mismo: absoluta libertad para consigo mismo...
Ahora bien; sólo los forjados así son mis lectores; mis lectores predestinados; ¿qué me
importan los demás? Los demás son simplemente la humanidad. Se debe ser superior a la
humanidad por la fuerza, por el temple, por el desprecio...
Federico Nietszche
CAPÍTULO I
Mirémonos de frente. Somos hiperbóreos, y sabemos bastante bien cuán aparte vivimos. Ni por
tierra ni por mar encontrarás el camino que conduce a los hiperbóreos, Píndaro ya sabía esto
de nosotros. Más allá del septentrión, de los hielos, de la muerte, se encuentra nuestra vida,
nuestra felicidad... Nosotros hemos descubierto la felicidad, conocemos el camino, hallamos la
salida de muchos milenios de laberinto. ¿Quien más la encontró? ¿Acaso el hombre moderno?
Yo no se ni salir ni entrar; yo soy todo lo que no sabe ni salir ni entrar, así suspira el hombre
moderno... Estábamos aquejados de esta modernidad, de una paz pútrida, de un compromiso
perezoso, de toda la virtuosidad impura del sí y del no modernos. Semejante tolerancia y
amplitud de corazón, que lo perdona todo porque lo comprende todo, es para nosotros viento
de siroco. Vale más vivir entre los hielos que entre las virtudes modernas y otros vientos
meridionales... Fuimos bastante valerosos; no tuvimos clemencia ni para nosotros ni para los
demás; pero por largo tiempo no sabíamos dónde nos conduciría nuestro valor. Nos volvimos
sombríos, nos llamaron fatalistas. Nuestro fatum era la plenitud, la tensión, la hipertrofia de las
fuerzas. Teníamos sed de rayos y de hechos; estábamos muy lejos de la felicidad de los
débiles, de la abnegación. En nuestra atmósfera soplaba un huracán; nuestra naturaleza se
oscurecía porque no hallábamos ninguna vía. Esta es la fórmula de nuestra felicidad: un sí, un
no, una línea recta, una meta.
CAPÍTULO II
¿Qué es lo bueno? Todo lo que eleva en el hombre el sentimiento de poder, la voluntad de
poder, el poder mismo.
¿Qué es lo malo? Todo lo que proviene de la debilidad. “El anticristo” de Frederic Nietzsche
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¿Qué es la felicidad? El sentimiento de lo que acrece el poder; el sentimiento de haber
superado una resistencia.
No contento, sino mayor poderío; no paz en general, sino guerra; no virtud, sino habilidad (virtud
en el estilo del Renacimiento, virtud libre de moralina).
Los débiles y los fracasados deben perecer; ésta es la primera proposición de nuestro amor a
los hombres. Y hay que ayudarlos a perecer.
¿Qué es lo más perjudicial que cualquier vicio? La acción compasiva hacia todos los fracasados
y los débiles: el cristianismo.
CAPÍTULO III
El problema que presento aquí no consiste en aquello que la humanidad debe realizar en la
serie de las criaturas (el hombre es un fin), sino en el de tipo de hombre que se debe educar,
que se debe querer como el de mayor valor, como más digno de vivir, como más seguro del
porvenir.
Este tipo altamente apreciable ha existido ya muy a menudo; pero como
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