El Emilio
Enviado por erika775 • 24 de Marzo de 2013 • 492 Palabras (2 Páginas) • 295 Visitas
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El niño nace ignorante, privado hasta del sentido de su existencia, pero capaz de aprender. Con el nacimiento comienza la educación. Esta se realiza mediante la experiencia del mundo ligada al uso de las funciones y de los sentidos. La actividad es la primera escuela del niño, la ley natural que se debe respetar. Cuanto mayor sea la actividad, mayor será la experiencia formativa.
Al niño se le debe conceder toda la libertad de movimientos de que es capaz. ¡Fuera las fajas, las ataduras y vestidos que le oprimen! El niño no se hará daño con sus propios movimientos naturales, antes bien, “la inacción y la constricción de los miembros impiden la circulación de la sangre, de los humores, no le permiten adquirir fuerza, crecer, ir cambiando su constitución” (I, 22). Los vestidos y las ligaduras que a veces se les ponen influirán negativamente sobre su temperamento. “Su primer sentimiento es de pena y de dolor. No encuentran más que obstáculos para realizar los movimientos que les son necesarios, y más desventurados que un criminal entre sus cadenas, hacen esfuerzos vanos, se irritan, gritan. ¿Sus primeras voces, decís, son llantos? Lo creo sin dificultad: los forzáis desde el nacimiento, les ofrecéis antes que nada las cadenas, como primer cuidado los atormentáis. Lo único que tienen libre es la voz, ¿cómo no se van a servir de ella para llorar? Gritan por el daño que les hacéis, como gritaríais también vosotros si os encontraseis encorsetados de la misma manera” (I, 22).
Rousseau se pregunta por la causa de costumbres tan antinaturales y poco razonables como las criticadas. Es un hecho no menos antinatural: las madres no quieren ocuparse de sus hijos, y los ponen bajo la vigilancia de personas a sueldo, de criadas mercenarias cuya única preocupación es fatigarse lo menos posible. Y así, para ahorrarse el constante cuidado de un niño libre, lo visten de manera que no pueda moverse. Las criadas quedan tranquilas, sabiendo que el niño no se romperá una pierna, y las madr
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es pasan alegremente el tiempo en las fiestas de la ciudad, sin pensar que está en peligro el futuro desarrollo de sus hijos.
Esta mala costumbre engendra otras todavía peores. “No contentas de haber dejado de criar a sus hijos, las mujeres dejan de querer tenerlos: es la consecuencia natural. Desde el momento en que la maternidad es onerosa, se encuentra bien pronto la manera de liberarse enteramente de ella. Esta usanza, sumada a otras causas de despoblación, nos anuncia la futura suerte de Europa. Las ciencias, las artes, la filosofía y las costumbres que se siguen de esa mentalidad, acabarán convirtiéndola en un desierto. Y cuando sólo esté poblada por bestias, no habrá cambiado en mucho la calidad de sus habitantes” (I, 23). Cuando las madres vuelvan a criar a sus hijos, las costumbres mejorarán, los sentimientos
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