El Espectador Emancipado
Enviado por Alejandraaaaaaa7 • 24 de Abril de 2014 • 406 Palabras (2 Páginas) • 209 Visitas
performance y el espectador. Pero, para hacer emerger esta relación
y darle un sentido, había que reconstituir la red de presupuestos
que sitúan la cuestión del espectador en el centro del
debate sobre las relaciones entre arte y política. Había que trazar
el modelo global de racionalidad sobre cuyo fondo nos hemos
acostumbrado a juzgar las implicaciones políticas del espectáculo
teatral. Empleo aquí esta expresión para incluir todas las formas
de espectáculo –acción dramática, danza, performance, mimo u
otras– que ponen cuerpos en acción ante un público reunido.
Las numerosas críticas que ha ocasionado el teatro a lo largo
de toda su historia pueden ser concentradas en una afirmación
esencial. La llamaré la paradoja del espectador, una paradoja quizás
más fundamental que la célebre paradoja del comediante.
Esta paradoja se puede formular simplemente así: no hay teatro
sin espectador (aunque se trate de un espectador único y oculto,
como en la representación ficcional de El hijo natural que da lugar
a las Conversaciones de Diderot). Ahora bien, dicen los acusadores,
ser espectador es un mal, y ello por dos razones. En primer
lugar, mirar es lo contrario de conocer. El espectador permanece
ante una apariencia, ignorando el proceso de producción de esa
apariencia o la realidad que ella recubre. En segundo lugar, es
lo contrario de actuar. La espectadora permanece inmóvil en su
sitio, pasiva. Ser espectador es estar separado al mismo tiempo de
la capacidad de conocer y del poder de actuar.
Este diagnóstico conduce a dos conclusiones diferentes. La
primera es que el teatro es una cosa absolutamente mala, una escena
de ilusión y de pasividad que es preciso suprimir en beneficio
de lo que ella impide: el conocimiento y la acción, la acción de
conocer y la acción conducida por el saber. Ésta es la conclusión
ya formulada por Platón: el teatro es el lugar en el que se invita a
unos ignorantes para que vean sufrir a unos hombres. Lo que la
escena teatral les ofrece es el espectáculo de un pathos, la manifestación
de una enfermedad, la del deseo y del sufrimiento, es decir,
de la división de sí que resulta de la ignorancia. El efecto propio
del teatro es el de transmitir esa enfermedad por medio de otra: la
enfermedad de la mirada subyugada por las sombras. Transmite
la enfermedad de la ignorancia que hace sufrir a los personajes
mediante una máquina de ignorancia, la máquina óptica que forma
las miradas en la ilusión y en la pasividad. Así pues, la comunidad
justa es aquélla que no tolera la mediación teatral, aquélla
en la que la medida que gobierna
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