El acercamiento en el erotismo de sor juana
Enviado por Viridiana Nevarez • 29 de Marzo de 2020 • Ensayo • 672 Palabras (3 Páginas) • 111 Visitas
Capitulo II
2. Aproximación en el concepto de erotismo en Sor Juana
Octavio Paz ha sido denominado como "el poeta" por el crítico argentino José Luis Martínez en su texto Imagen primera del poeta, aportación al libro Luz espejeante: Octavio Paz ante la crítica (Era, pp. 27-30), “es Octavio un poeta en el sentido cabal. Es el poeta.” (Martínez, pp. 27) y ciertamente Paz ha sido destacado por su inquebrantable creación poética la cual nos ha hecho recorrer México y el mundo. Los encuentros con los diferentes autores dieron a Octavio Paz su universalidad cultural más basta. Algo que también define a Octavio Paz, es su incansable lucha por la libertad, poesía para él era libertad; al igual que Sor Juana que aún en el claustro luchaba por su independencia como mujer y su ideología utilizando la palabra, una mujer crítica y poéticamente libre. Sor Juana Inés de la Cruz y Octavio Paz tienen una historia juntos a través de Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe, libro icónico que nos acerca a la Décima Musa desde la visión de un México Colonial.
Bien dice Reyes, a Sor Juana “no es fácil estudiarla sin enamorarse de ella” (Reyes, 1948) y ciertamente al empaparse uno de su poesía, sus letras, su genio e intelecto que a lo largo de los años la han llevado a donde está; donde hasta hoy la consagramos como la principal poetisa de Hispanoamérica. Al entrar a la aproximación de su genio, la Décima Musa nos sorprende con su vida en la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, aún siendo esa “niña mimada” del Virreinato, Sor Juana provenía –en parte- de una familia humilde. Su curiosidad de saber y conocer la llevo desde muy temprana edad a definir sus propios intereses; abriéndole las puertas al mundo y la comprensión –moral- del mismo, así como su creación simbólica, estilística y poética de su escritura. En la Respuesta, nos comparte su primer acercamiento de aprendizaje:
“No había cumplido los tres años de mi edad cuando enviando m i madre a una hermana mía, mayor que yo, a que se enseñase a leer en una de las que llaman Amigas, * me llevó a mí tras ella el cariño y la travesura; y viendo que le daban lección, me encendí yo de manera en el deseo de saber leer, que engañando, a mi parecer, a la maestra, le dije que mi madre ordenaba me diese lección. Ella no lo creyó, porque no era creíble; pero, por complacer al donaire, me la dio. Proseguí yo en ir y ella prosiguió en enseñarme, ya no de burlas, porque la desengañó la experiencia; y supe leer en tan breve tiempo, que ya sabía cuando lo supo mi madre, a quien la maestra lo ocultó por darle el gusto por entero y recibir el galardón por junto; y yo lo callé, creyendo que me azotarían por haberlo hecho sin orden.” (Ibidem, p. 445)
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