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Sor Juana


Enviado por   •  17 de Febrero de 2014  •  2.402 Palabras (10 Páginas)  •  270 Visitas

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DETENTE SOMBRA

Detente, sombra de mi bien esquivo,

imagen del hechizo que más quiero,

bella ilusión por quien alegre muero,

dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias, atractivo,

sirve mi pecho de obediente acero,

¿para qué me enamoras lisonjero

si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes, satisfecho,

de que triunfa de mí tu tiranía:

que aunque dejas burlado el lazo estrecho

que tu forma fantástica ceñía,

poco importa burlar brazos y pecho

si te labra prisión mi fantasía.

REDONDILLAS

Hombres necios que acusáis

a la mujer, sin razón,

sin ver que sois la ocasión

de lo mismo que culpáis;

si con ansia sin igual

solicitáis su desdén,

por qué queréis que obren bien

si las incitáis al mal?

Combatís su resistencia

y luego, con gravedad,

decís que fue liviandad

lo que hizo la diligencia.

Parecer quiere el denuedo

de vuestro parecer loco,

al niño que pone el coco

y luego le tiene miedo.

Queréis, con presunción necia,

hallar a la que buscáis

para prentendida, Thais,

y en la posesión, Lucrecia.

¿Qué humor puede ser más raro

que el que, falto de consejo,

él mismo empaña el espejo

y siente que no esté claro?

Con el favor y el desdén

tenéis condición igual,

quejándoos, si os tratan mal,

burlándoos, si os quieren bien.

Opinión, ninguna gana,

pues la que más se recata,

si no os admite, es ingrata,

y si os admite, es liviana.

Siempre tan necios andáis

que, con desigual nivel,

a una culpáis por cruel

y a otra por fácil culpáis.

¿Pues como ha de estar templada

la que vuestro amor pretende?,

¿si la que es ingrata ofende,

y la que es fácil enfada?

Mas, entre el enfado y la pena

que vuestro gusto refiere,

bien haya la que no os quiere

y quejaos en hora buena.

Dan vuestras amantes penas

a sus libertades alas,

y después de hacerlas malas

las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido

en una pasión errada:

la que cae de rogada,

o el que ruega de caído?

¿O cuál es de más culpar,

aunque cualquiera mal haga;

la que peca por la paga

o el que paga por pecar?

¿Pues, para qué os espantáis

de la culpa que tenéis?

Queredlas cual las hacéis

o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar,

y después, con más razón,

acusaréis la afición

de la que os fuere a rogar.

Bien con muchas armas fundo

que lidia vuestra arrogancia,

pues en promesa e instancia

juntáis diablo, carne y mundo.

FINJAMOS QUE SOY FELIZ

Finjamos que soy feliz,

triste pensamiento, un rato;

quizá prodréis persuadirme,

aunque yo sé lo contrario,

que pues sólo en la aprehensión

dicen que estriban los daños,

si os imagináis dichoso

no seréis tan desdichado.

Sírvame el entendimiento

alguna vez de descanso,

y no siempre esté el ingenio

con el provecho encontrado.

Todo el mundo es opiniones

de pareceres tan varios,

que lo que el uno que es negro

el otro prueba que es blanco.

A unos sirve de atractivo

lo que otro concibe enfado;

y lo que éste por alivio,

aquél tiene por trabajo.

El que está triste, censura

al alegre de liviano;

y el que esta alegre se burla

de ver al triste penando.

Los dos filósofos griegos

bien esta verdad probaron:

pues lo que en el uno risa,

causaba en el otro llanto.

Célebre su oposición

ha sido por siglos tantos,

sin que cuál acertó, esté

hasta agora averiguado.

Antes, en sus dos banderas

el mundo todo alistado,

conforme el humor le dicta,

sigue cada cual el bando.

Uno dice que de risa

sólo es digno el mundo vario;

y otro, que sus infortunios

son sólo para llorados.

Para todo se halla prueba

y razón en qué fundarlo;

y no hay razón para nada,

de haber razón para tanto.

Todos son iguales jueces;

y siendo iguales y varios,

no hay quien pueda decidir

cuál es lo más acertado.

Pues, si no hay quien lo sentencie,

¿por qué pensáis, vos, errado,

que os cometió Dios a vos

la decisión de los casos?

O ¿por qué, contra vos mismo,

severamente inhumano,

entre lo amargo y lo dulce,

queréis elegir lo amargo?

Si es mío mi entendimiento,

¿por qué siempre he de encontrarlo

tan torpe para el alivio,

tan agudo para el daño?

El discurso es un acero

que sirve para ambos cabos:

de dar muerte, por la punta,

por el pomo, de resguardo.

Si vos, sabiendo el peligro

queréis por la punta usarlo,

¿qué culpa tiene el acero

del mal uso de la mano?

No es saber, saber hacer

discursos sutiles, vanos;

que el saber consiste sólo

en elegir lo más sano.

Especular las desdichas

y examinar los presagios,

sólo sirve de que el mal

crezca con anticiparlo.

En los trabajos futuros,

la atención, sutilizando,

más formidable que el riesgo

suele fingir el amago.

Qué feliz es la ignorancia

del que, indoctamente sabio,

halla de lo que padece,

en lo que ignora, sagrado!

No siempre suben seguros

vuelos del ingenio osados,

que buscan trono en el fuego

y hallan sepulcro en el llanto.

También es vicio el saber,

que si no se va atajando,

cuando menos se conoce

es más nocivo el estrago;

y si el vuelo no le

...

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