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El ala de la muerte


Enviado por   •  13 de Diciembre de 2017  •  Ensayo  •  1.497 Palabras (6 Páginas)  •  221 Visitas

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El ala de la muerte.

Estoy a punto de contarte una historia, aunque no estoy segura de mi me vas a creer, pero es una historia real, tan real como la muerte, tan real como el invierno y la primavera, tan real como el copo de nieve que cae sobre la flor. Ésta es mi historia y de cómo caí ante la muerte.

Es curioso ver como las cosas cambian. Un día somos algo, al otro día no somos nada. Sólo somos ilusiones de nuestro propio pensamiento. Solía creer que sí había amor en la vida, cualquier cosa que me llegase a pasar no tendría importancia, porque existía el amor en mi vida. Pero últimamente, el amor no me sacado de este agujero negro en el que estoy sumida. La única persona con la que solía contar desde hacía unas semanas que habían roto mi corazón era mi amigo Jason, habíamos estudiado juntos desde el kínder, vimos convertirnos en la porquería que ahora somos, él es un alcohólico sin madre, que no puede pasar un día sin ponerse hasta el culo de borracho o fumarse dos cajetillas de cigarrillos como si fueran gomitas y el un niño de tres años. El vio como me convertí en una persona depresiva compulsiva, dependiente de la atención de los demás, lo suficientemente desesperada como para rogar la atención de un hombre, lo suficientemente desesperada, como para llevar tres semanas sin salir de mi casa sólo porque el imbécil al que le dedique dos años y medio de mi vida se haya largado sin una puta explicación más que un pedazo de papel en mi cama con un “lo siento” y una carita triste. Solía pensar que el amor lo era todo. Pero desde hacía semanas que yo sabía que el dolor lo es todo. Siento el ala de la muerte acariciando mi hombro, pero no soy capaz de mirarla a los ojos y decirle que quiero irme con ella. Ambas sabemos que la solución a mi problema está guardada en el cajón debajo de mi cama, esperando a que jale el gatillo hacía mi pecho. Hasta Jason había perdido la esperanza en mí, puesto que tenía una semana evitándome. No lo culpo. Mi madre solía decir que el estado de ánimo de una persona se le podía contagiar a otra con el simple hecho de chocar miradas. Supongo que Jason se hartó de cargar con mi energía depresiva y mi aire de muerte.

Después de semanas de estar en mi cama entre las sabanas lamentándome y llorando todo el día, decidí salir, iba a ir a buscar a Jason. Al cruzar el almacén de telas, donde la calle se oscurecía por las deficiencias de alumbrado, descubrí atónita que las meretrices paradas en la banqueta ya no eran hembras, sino mujercitos. Me cambié de banqueta para eludirlos y entonces lo descubrí, llevaba una peluca rubia con rayos, botas altas hasta las rodillas y una minifalda de cuero.

Me miró tan atónito como yo lo miraba a él. Siempre supe que Jason era diferente, a veces rayaba en lo extraño, pero esto. Esto superaba los límites de la ridiculez. Quise decir algo, cuando escuché que lo llamaban desde lejos, me di la vuelta mordiendo la carne de mi boca, jalando por partes y pellejos. Pensando y pensando. La sociedad no era lo mismo que era antes. Ni siquiera lo decía por Jason, siempre quiso ser mujer. ¿Por qué no dejar a la gente soñar? No soy quién para juzgar.

Camine por el boulevard de los sueños rotos y para acabarla de rematar comenzó a llover. Así que ahí estaba, con mis botas con el agua hasta los tobillos. Mi cazadora goteaba y mi transparentaba hasta la punta de mis pezones. El maquillaje de los ojos corridos goteaba hasta mi boca y caía hasta mi cuello manchando parte de mi cabello mal cepillado, miré al cielo y rogué piedad. Sentí mis piernas debilitarse, y caí de rodillas en mí misma. Era muy de noche, o quise decir, ¿muy de madrugada? ¿Por qué no podía dejar de llorar? ¿Por qué no podía dejar de sentir lastima por mí misma? Escuché unas pisadas fuertes, miré hacía la dirección de enfrente. Unas botas estaban paradas frente a mí, y la persona que las traía puestas miraba hacia abajo como si fuese un insecto. Doblo las piernas para observarme con curiosidad. Levante mi mirada para verlo de la misma manera. Debería haber sentido un poco de vergüenza por lo horrible que me veía. Esté soltó un suspiro, me tomó de un hombro y me levantó del suelo como si yo sólo fuera un trapo. “Camina”. Estaba demasiado anonadada cómo para negarme.

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