El divorcio y sus acordes Pequeña orientación para enamorados confusos
Enviado por Pierina Brancato Hernandez • 23 de Noviembre de 2015 • Reseña • 1.399 Palabras (6 Páginas) • 228 Visitas
EL DIVORCIO Y SUS ACORDES
Pequeña orientación para enamorados confusos
Texto y Fotos: Otrova Gomas. Archivos
Todo parece indicar que desde el mismo momento en que las mujeres asumieron el derecho al voto y se les permitió opinar y trabajar en la calle, la mayor parte de los matrimonios atrapan el germen del divorcio apenas saliendo de la iglesia.
Esta opinión que podría ser ofensiva para cualquier pareja de enamorados serios y dispuesto a dar la vida por su complemento espiritual, desgraciadamente es cierta. El matrimonio, una institución esclavizante nacida en la antigua Grecia con raíces económicas y luego formalizada bajo los principios del derecho romano bajo el dominio absoluto del pater familiae, poco a poco ha ido perdiendo su lejana fortaleza. En estos tiempos de caos e incertidumbre, el espacio hogareño se ha venido transformando en un verdadero campo de batalla en donde dos comandantes luchan por imponer su voluntad y el control del territorio, teniendo a los hijos, servicios y vecinos como público espectador sin pagar entrada.
Esta situación de cambio social en las relaciones de pareja lleva a plantearnos varias interrogantes:
¿Cuál es el destino del matrimonio? ¿Puede salvarse un matrimonio en crisis? ¿Deben casarse las personas que están enamoradas? ¿Cuál es la capacidad de resistencia de un ser humano a los ronquidos ajenos? ¿Debe el peso social controlar a los instintos naturales?
He aquí un esbozo de respuestas:
¿CUÁL ES EL DESTINO DEL MATRIMONIO?
Aparentemente ninguno. Es natural que algo que nace bajo la idea del dominio de un grupo sobre otro esté condenado a desaparecer al liberarse el grupo dominado.
Una vez que las mujeres, ya de por sí dominantes bajo manipulación en los tiempos de que parecían ser esclavas asumen el derecho de palabra, el de elegir y trabajar en la calle y el marido pierde el derecho a la última palabra, se crea el conflicto de poder.
El derecho de votar y de salir del hogar para trabajar en la calle constituyen es el funeral en forma del viejo sistema de vivir juntos. Al ser buscadas por los políticos hambrientos, la suma de pequeñas concesiones y derechos que les regalan por sus votos las vuelven iguales e incluso, por ser más hábiles que los hombres les permite tomar el control de la situación. Por otro lado, el poder trabajar en la calle con cierta independencia económica les da la libertad sexual que otrora fuera privilegio masculino, por no profundizar sobre los factores negativos que aportan los sistemas de comunicación moderna, teléfonos inteligentes, la homosexualidad de moda y el acceso a las todo poderosas redes sociales. Ya los cachos matrimoniales no solo sobresalen de los suaves cabellos de las damas. Mudos testigos de la masiva instalación de cachos hombres y mujeres de estos tiempos son las paredes de los centros de trabajo, donde día a día millares y millares de jefes y secretarias, compañeros de trabajo, empleados y empleadores, compradores y vendedores, encuestados y encuestadoras viven una apasionada luna de miel. Se puede decir sin temor que es poca la pareja que permitiría una revisión detallada de su correos y su celular.
Aunque siempre hubo rebeldía de las mujeres contra el dominio matrimonial, en el pasado esto solo podía manifestarse con discretos cuernos o con el envenenamiento de los maridos muy tiranos, pero es a comienzos del siglo XX, en los países con mediano grado de civilización que la concepción antigua de la familia y el matrimonio se empieza a desplomar. El divorcio, nacido bajo el humo de los cañones de la revolución francesa empieza a propagarse por toda Europa y se consolida poco a poco por todos los rincones.
Las reacciones ante el divorcio no son iguales. Si bien los defensores del matrimonio sostienen que sin ell se acaba la familia, y hay iglesias como la católica y la hinduista que no lo aceptan, y a pesar de que hay millones de personas que insisten en continuar casados llevando una existencia miserable, a otros, como los indios americanos les basta con poner los mocasines de la esposa fuera de la choza para declararse divorciados, así como para islámicos es suficiente que el hombre repita una fórmula verbal por tres veces para liberarse de una de sus esposas y en las tribus poliándricas de Vanatú basta con que la mujer barra al mal marido de la casa.
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