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Etica De Ciudadanos, No Estatal De Adela Cotrino


Enviado por   •  29 de Abril de 2013  •  8.353 Palabras (34 Páginas)  •  542 Visitas

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DIRECCIÓN DE NUEVAS TECNOLOGÍAS Y EDUCACIÓN VIRTUAL

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Lo cual nada tiene que ver con “privatizar”, sino con dar vida, convertir en un ser ágil y animado, capaz de

adaptarse a un entorno cambiante, esas máquinas burocráticas, anquilosadas, esos dinosaurios de museo

paleontológico que todavía nos quedan de la época antediluviana.

¿Ética o cosmética?

Antes de concluir este capítulo es de ley plantear una de esas cuestiones que siempre formula alguno de los

asistentes en intervenciones públicas sobre estos asuntos: ¿basta con que el príncipe – como aconsejaba

Maquiavelo – parezca bueno, para que alcance su objetivo? Incluso, por seguir con los consejos maquiavélicos,

¿es mejor que parezca bueno a que lo sea, porque así podrá recurrir a buenos medios o a medios malos,

según lo aconseje la ocasión?

El pragmatismo es un ave de vuelo corto, y más en sociedades en que las personas se saben ciudadanas, y no

súbditas. Por eso lo racional, lo verdaderamente racional, es tratrarlas como lo que son: como seres merecedores

de todo respeto, por decirlo, en lenguaje kantiano; como interlocutores válidos, cuyos intereses es preciso

atender significativamente al tomar decisiones que les afectan, por expresarlo en el lenguaje de ese

socialismo dialógico, que es a fin de cuentas un kantismo puesto en diálogo.

La pura inteligencia estratégica del pueblo de demonios dará para formar un Estado, pero no para formar un

Estado justo y en paz, que es el que reclaman los ciudadanos. La pura inteligencia estratégica de la

organización que quiera parecer ética dejará insatisfechos a algunos de los afectados por su actividad, sean

trabajadores, accionistas, directivos, pacientes, alumnos, ciudadanos, consumidores, proveedores,

competidores o gentes del entorno en que la actividad se desarrolla.

Por eso aconseja la razón moral, que es razón intersubjetiva, y no pura corazonada, tratar a los

protagonistas, a los destinatarios de estas actividades como lo que son: señores, y no súbditos. Contar con su

apoyo es a la vez indispensable para la viabilidad de la organización, porque lo malo –o lo bueno- de la ética

es que sólo resulta eficaz cuando quien la asume está convencido de que no tiene valor de cambio.

ÉTICA DE LOS CIUDADANOS, NO ESTATAL

ÉTICA CÍVICA, ÉTICA GLOBAL

La ética pública cívica consiste en aquel conjunto de valores y normas que compone una sociedad

moralmente pluralista y que permite a los distintos grupos, no sólo coexistir, no sólo convivir, sino también

construir su vida juntos a través de proyectos compartidos y descubrir respuestas comunes a los desafíos a

los que se enfrentan.

Universidad del Valle - Vicerrectoría Académica

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Ese conjunto de valores y normas no es estático, no se encuentra dado de una vez por todas, sino que se

amplía y concreta cuando los distintos grupos tienen la voluntad decidida de descubrir sus haberes comunes

y de ampliarlos, porque comprenden que a los retos comunes importa contestar con respuestas asimismo

compartidas.

Las cuestiones que hemos mencionado en el primer capítulo de este libro como “desafíos del próximo milenio”

no son problemas que se presentan a un grupo social o a un individuo, sino a las distintas sociedades, e

incluso al conjunto de la humanidad, porque se trata de cuestiones de justicia que afectan a todos los seres

humanos.

Intentar detectar si hay respuestas compartidas, si históricamente los seres humanos vamos descubriendo

unos valores y principios básicos, sin los que creemos que la humanidad se rebaja a sí misma porque deja

desatendidas necesidades básicas de quienes la componen es la tarea de una ética pública global o

universal, la tarea de una ética de los ciudadanos del mundo.

Realizar esa tarea de búsqueda en cada una de las comunidades políticas existentes es el proyecto de una

ética pública cívica, de una ética de los ciudadanos de una comunidad política concreta .

La ética pública, en un caso y otro, es la que está en la base del derecho positivado que pretenda ser legítimo,

amén de haber seguido las normas de ese derecho legítimo los procedimientos adecuados para su promulgación.

Porque el derecho puede estar vigente, puede ser válido en el lenguaje jurídico y, sin embargo, injusto. Por eso

urge fomentar un sentido público de la moralidad, que invite a ]os ciudadanos a exigir actuaciones justas y

magnánimas, amplias de ánimo, en vez de optar por lo injusto y mezquino.

En lo que respecta a la ética pública cívica, tiene en cuenta, no sólo los valores y normas compartidos, sino

también el modo de encarnarlos en las comunidades políticas concretas, los caracteres de los pueblos

siempre que no sean injustos e insolidarios. La ética pública global, por su parte, debe ir construyéndose

desde el diálogo, desde el hacer conjunto de las distintas culturas, y no desde la imposición de una sola. Debe

ser una ética intercultural, no etnocéntrica.

En ninguno de estos casos la ética pública puede confundirse con el derecho, y es descabellado creer que

puede convertirse en derecho. Moral y derecho son dos dimensiones de las sociedades, que se complementan,

pero no se identifican. La moral se refiere a la “libertad interna”, sea de las personas, sea de las

organizaciones, a sus convicciones y hábitos, a sus orientaciones y a las normas que ellas entienden como

suyas; el derecho, por sus parte, se refiere a la “libertad, externa”, a las relaciones entre personas y las

organizaciones, reguladas por una autoridad externa a ellas, con capacidad sacionadora, aun en el caso de

las sociedades democráticas.

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La ética pública entonces se va construyendo a través de la moral de las organizaciones y las instituciones,

de las actividades profesionales, de las vivencias de la felicidad de los distintos grupos sociales, de la opinión

pública y las asociaciones cívicas. Es, pues, una ética de los ciudadanos, surgida de la ciudadanía, no

estatal. Es la ética que nace de un pluralismo moral, tomado en serio.

EL PLURALISMO MORAL EN SERIO

Cuando Ronald Dworkin publicó su ya célebre libro Los derechos,

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