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Fundamentos Para Una Libertad Incluyente Para El S XXI


Enviado por   •  6 de Diciembre de 2013  •  4.424 Palabras (18 Páginas)  •  248 Visitas

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FUNDAMENTOS DE UNA LIBERTAD INCLUYENTE EN LA DEMOCRACIA

El ejercicio que aquí se plantea es el de pensar la democracia a partir de poner al individuo en el lugar preponderante y tener su dimensión y su naturaleza presentes a lo largo de un análisis que lo considera autor de un sistema político con el fundamento de su libertad. Por ello se propone este concepto, así como sus referentes, como elemento de análisis en relación, tanto con sus niveles de conciencia y con el entrono, como con la construcción de la cultura y de la filosofía en la democracia. Se trata de observar a la libertad como concepto biopsicosocial. Consideramos asimismo que se trata de un planteamiento oportuno porque revisa el concepto en complejidad con la voluntad como sustrato de los actos llevados o no a cabo, y no se separa del individuo ni de la dinamicidad de sus planos de conciencia.

Este análisis pone la mirada en el primer momento del pensamiento lógico racional como condición del saber, momento del que se hereda el concepto de democracia. Se advierte que en la Grecia clásica logos es asequible a través del pensamiento filosófico, que es ya un esfuerzo místico exclusivo, es decir, propio de los ciudadanos y no de todo ser humano, y que la ciudadanía es un privilegio sustentado en la exclusividad de propiedad y de género.

Logos es un principio que explica la existencia de un dios único y separado del mundo, y con Platón, el Topus uranus que propone la existencia de una vida perfecta más allá de la terrenalidad del ser humano. El pensamiento de los primeros cristianos hereda este elemento y la necesidad de explicaciones lógicas para afirmar la humanidad de Dios. La estructura de relación con la divinidad propone que el hombre puede acceder a él sin pertenecer a un status de privilegio sino a través de los actos, la obediencia, la adhesión de su voluntad a la voluntad divina, cuyas cualidades describen perfección, inmutabilidad y principio causal, que, con el despliegue de la lógica y la herencia platónica, sitúan al hombre en su finitud y terrenalidad, con los que se identifica en atención a sus determinaciones y advirtiendo su naturaleza material como carga que lo separa de la perfección y lo remite a la limitación de ser hombre. Esta identidad permite que pueda consolidarse una estructura de dependencia en varios sentidos.

El argumento del traducianismo –condenación de la humanidad a causa del primer acto de desobediencia del hombre- integra una concepción del mal que enfatiza en la diferencia entre el hombre, su naturaleza y una perfección infinita, ajena a él. El ser humano es insuficiente en sí mismo para su salvación, la que sólo Dios puede realizar mediante la Iglesia católica, que puede asistirle y para lo cual el hombre ha ceder su voluntad al criterio de misericordia de la institución. La formación social medieval no se problematiza en torno a la individualidad ni al aislamiento, pues no hay una separación del grupo; hombres y mujeres pertenecen a sociedades dadas y se desarrollan en actividades más o menos definidas, establecidas y articuladas que le dan referencia y en las que puede desplegarse con libertad en la expresión de sí mismo y en relación con el mundo. La problematización del ser humano gira en torno a Dios, que se presenta amoroso y de misericordia y a quien el hombre debe amar.

La separación entre lo perfecto y lo terrenal plantea una escisión el en pensamiento filosófico, que es excluyente y esforzado, y la teología. El despliegue del saber en Grecia depende de la propiedad y el género; en el pensamiento cristiano de la gracia, de que Dios inspire al hombre, de la voluntad adherida a la voluntad divina. El amor se ha convertido en un mandato y el dogma interviene en la interioridad y en la experiencia, con lo que se mantienen distancia y desconfianza respecto de la propia actuación fuera de los mandamientos. El imperativo de la lógica y la naturaleza divina sugieren una naturaleza humana deficiente. Humanidad caída dirá Agustín de Hipona.

En el cristianismo, la configuración de la mirada de Dios, estructurada es la divinidad muerta y resucitada para la salvación del hombre, afirma una visión antropocéntrica, excluyente y condicional, sólo que esta vez el parámetro cuenta con el aspecto de la voluntad divina en relación con el dolor y la culpa, se trata de la muerte de Dios llevada a cabo por el hombre. Esta estructura adquiere una dimensión distinta al final del medioevo y en el surgimiento del humanismo. Con el Renacimiento surge una nueva relación con el mundo y con la divinidad. Voluntad, mandato, sumisión y destino se entrelazan como directrices para cancelar la duda del hombre ante el posible rechazo de Dios en el momento en el que surge el individuo, que se percibe sólo ante el entorno, en la urgencia de iniciativa e individualidad autogestiva. El hombre se enfrenta a que ha nacido sin su voluntad y a que ha de sobrevivir con sus limitaciones a favor o en contra, y a que su interioridad y su actividad pueden relacionarse con la naturaleza. Por una parte considera que su nueva situación es consecuencia de una culpa esencial, a partir de la cual otorga sentido a la obediencia y a la sumisión. Este pensamiento permanecerá en el pensamiento cristiano posterior a la Reforma, con lo que se crea un fuerte vínculo con el dolor, que se consolida como amenaza y, por lo tanto, como argumento de dominio y que integrará al pensamiento en las formaciones sociales. Por otra parte la autogestión no se separa de participar de un proyecto en el que el hombre se ve en la inminencia de agradar a Dios, de quien aceptación o rechazo se muestran a través de privilegios en la vida terrenal: privilegios y riquezas se tornan parámetro de su aceptación.

La exclusión se afirma y justifica tanto en torno a la voluntad y dolor divinos, como en la disolución de la solidaridad. La santidad personal y la propia salvación son elementos del egocentrismo que se consolida luego de la amenaza de rechazo o abandono. En el pensamiento social se integra la duda, la inminencia de ser, entre los demás, elegido por Dios: necesidad de su reconocimiento y aceptación, preocupación por contar con muestras y evidencias de su amistad ante los embates de la vida y de otros hombres. En la organización social rige una organización jerárquica que asume la existencia de una causa primera; en la ética la sumisión forma parte de la comprensión del hombre como realidad situada en el mundo por voluntad divina. La culpa como referencia no sólo se mantiene vigente sino que adquiere mayor relevancia a partir de que el temor y la incertidumbre forman parte de la experiencia en la explicación que pone la confianza fuera del hombre.

En tanto que se trata de analizar la construcción del concepto

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