LA ALEGRÍA DE ENSEÑAR. RUBEM ALVES
Enviado por Vivian Yaneth Gálvez Valencia • 22 de Julio de 2021 • Reseña • 824 Palabras (4 Páginas) • 347 Visitas
LA ALEGRÍA DE ENSEÑAR. RUBEM ALVES.
“Hay quienes se pasan la vida estudiando y jamás aprenden a enseñar, y quienes enseñan y además estimulan a sus alumnos a estudiar” (Rubem Alves).
Nuestra felicidad comienza en la soledad, pero llega un momento en que esa felicidad necesita ser compartida con los demás y es precisamente éste el sentido de nuestra vida; ser maestro es eso: enseñar la felicidad. Es preciso que aquello que reciben nuestros alumnos, sientan el mismo placer que lo que sentimos nosotros al transmitirlo.
En todas las escuelas es muy notable el papel de una clase dominante y una clase dominada, la primera formada por profesores y la segunda por alumnos, ante este escenario los alumnos no sienten felicidad por aprender sino solamente se someten a lo que indiquen los superiores para pasar de curso, y en este dilema se olvidan de su alegría, llenando cuadernos y libros con contenidos que no son de su interés, cargando su cerebro con fechas e historias que no logran comprender y así la escuela se transforma para ellos en sufrimiento y esto conlleva a que la mayoría de los estudiantes no quieran estar en el colegio sino que están ahí por obligación. Muchos técnicos en educación desarrollaron métodos para evaluar los aprendizajes y a partir de ello se ha clasificado a los alumnos, pero nunca a nadie se le ha ocurrido evaluar la alegría de los alumnos, porque este es un sentimiento interior, y entre tantas exigencias del sistema educativo se nos ha olvidado que la vocación como docentes debe ser despertar en los alumnos el interés por aprender y la curiosidad que los lleve a explorar nuevas cosas.
Desde que somos niños nos enseñan un camino a seguir para lograr el “éxito” y según este se logra al estudiar el preescolar, luego primaria, secundaria, preparatoria y universidad sacar buenas notas para conseguir un empleo, poder casarnos y tener hijos y así repetir siempre la misma historia, este camino es nuestra ley de educación, tan real como sucede en nuestra sociedad.
Menciona Nietzsche sobre las escuelas: “lo que ellas realizan es un entrenamiento brutal, con el propósito de preparar un vasto número de jóvenes, en el menor espacio de tiempo posible, para que se vuelvan útiles y explotables, al servicio del gobierno” y son tan acertadas estas palabras si las llevamos a nuestra realidad, los alumnos adquieren conocimientos muertos que no logran integrar a su vida diaria. A los niños se les enseña bien, tan bien que se olvidan de pensar en cosas diferentes, se convierten en repetidores de algo que ya está diseñado, volviéndolos incapaces de decir algo diferente.
Desde que nacemos nos van diciendo palabras, ellas entran en nuestro cuerpo y nos van transformando, la educación ha sido esto, el proceso en el cual nuestro cuerpo se va volviendo igual que las palabras que nos enseñan, lo que otros plantean para nosotros, la sociedad se ha encargado de transformarnos en algo socialmente útil, en el significado que ellos tienen de ese concepto, que es servir para el desarrollo económico del país y en vez de lograr verdaderamente nuestros sueños nos convertimos en herramientas; pero aquí está lo que como educadores debemos lograr ¡hacer olvidar, para hacer recordar!, en este sentido tenemos que lograr que los alumnos olviden conocimientos que no les sirven para recordarles que son seres humanos que pueden pensar y crear cosas de su interés y que les sean útiles en su vida y también los educadores tenemos que volver a ser niños, porque mientras uno es niño lo más importante es ser feliz y a lo largo de nuestra vida debemos siempre recordar esto.
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