La Educacion, Aristóteles Y Platón
Enviado por ilseAb • 3 de Octubre de 2013 • 5.521 Palabras (23 Páginas) • 639 Visitas
ENSAYO, LA EDUCACION, ARISTOTELES Y PLATON.
Platón nació en el seno de una familia de la nobleza ateniense, en el año 427 a.C. Por su origen aristocrático, se vinculó con la vida política de Atenas desde su más temprana edad. Él mismo cuenta, en su Carta VII, que desde muy joven quiso intervenir en los asuntos públicos. Pero esta vocación política sufrió un duro golpe con la dictadura de los treinta, luego de la derrota ateniense frente a Esparta, y en especial con la injusta condena de su maestro Sócrates, acaecida durante un gobierno democrático: “Entonces [dice] me comenzó todo a dar vueltas con vértigo de náuseas, y llegué a la convicción de que todas las actuales constituciones de los pueblos son malas. Y me vi impelido a cultivar la auténtica filosofía, pues a ella hacía yo el honor de creer la fuente del saber para todo, maestra de lo que es bueno y justo tanto en la vida pública como en la vida privada. Nunca se verá la humanidad libre de los males que la aquejan, así pensaba yo, mientras no se hagan cargo de los negocios públicos los representantes de la verdadera y auténtica filosofía, o al menos mientras los investidos del poder público, llevados de un impulso divino, no se decidan a ocuparse seriamente en la verdadera filosofía.” (Hirschberger 1982)
La "auténtica filosofía" es, según Platón, la fuente del saber sobre lo que es bueno y justo, tanto en la vida privada como en la pública. En sintonía con esta distinción, el presente artículo aborda las ideas de Platón sobre educación desde dos perspectivas: en la primer parte, centrando la atención sobre el individuo, y en la segunda, destacando la dimensión política del hecho educativo.
La educación del individuo.
Suele llamarse "educación" al proceso de transmisión y asimilación de costumbres, normas, técnicas e ideas mediante el cual cada sociedad incorpora a quienes se integran a ella. En los textos de Platón el término educación tiene un significado diferente. Quien transita la verdadera educación se ve obligado a superar el sentido común, la forma media de ver las cosas, para descubrir lo que hay detrás. La verdadera educación implica la adopción de una óptica "nueva" que se adquiere cuando uno se aleja de lo cotidiano o, mejor aun, cuando comienza a mirar lo cotidiano con ojos diferentes.
Antes de ocuparnos de la concepción platónica de "educación", repasaremos brevemente los conceptos centrales de la antropología del filósofo ateniense, ya que sólo desde ella adquieren sentido sus ideas pedagógicas. Sabiendo qué es el hombre, cuál es su condición y cuál su destino, sabremos cómo se lo debe educar para que alcance su máxima realización.
El dualismo antropológico de Platón
En tiempos de Homero se hizo notorio el triunfo de los dioses olímpicos de la Naturaleza por sobre la antigua religión doméstica de los antepasados. “El mundo se hallaba gobernado por los dioses, no por pálidos espectros, sino por figuras de carne y hueso, rigurosamente corporales, que obraban a través de todos los ámbitos. Junto a ellos y en contra de ellos no obraba poder demoníaco alguno, ni siquiera la noche ponía en libertad las almas de los difuntos.” (Rohde 1983) La "psique" (alma) de los difuntos, antes tan temida, pasó a ser una sombra cuyos contornos apenas permitían identificar al ser que un día disfrutó de vida. De ella habían huido todas las potencialidades de la voluntad, de la sensibilidad, del pensamiento. El alma, después de la muerte, no efectuaba acción alguna sobre el reino de lo visible. Quedaba confinada en el Hades, del que jamás regresaría. La vida del alma tras la muerte apenas si merecía ese nombre. Para el hombre homérico, la terrena era la única vida verdadera. El estado que sobrevenía tras la muerte no era algo que se pudiera valorar más que esta vida. La psique, al abandonar el cuerpo, iba flotando a reunirse con el cortejo innumerable de sus iguales en el sombrío reino de lo invisible. Jamás desandaba el camino. Estaba lejos de los vivos, flotando aturdida y semiinconsciente en las entrañas de la tierra, con una media voz (como el canto del grillo), débil e indiferente a todo.
La antropología platónica es radicalmente distinta de la homérica. Y ello se debe en parte a la influencia que sobre ella ejerció una corriente filosófico-religiosa que irrumpió en Grecia en el tiempo que medió entre Homero y Platón: el orfismo, portador de una nueva concepción del alma, de la vida y de la muerte.
Durante el siglo VI a.C. se proyectó sobre toda Grecia, desde el norte tracio, el culto de Dionisos. El mismo se refugió en sectas basadas en textos normativos de carácter ritual y teológico que se presentaban como de inspiración divina, pasando por obras del propio fundador de esta corriente: Orfeo. El relato religioso central del orfismo afirmaba que Dionisos, hijo de Zeus y Perséfona, había recibido siendo niño el gobierno del mundo. Los malignos Titanes se abalanzaron entonces sobre él y Dionisos escapó a fuerza de metamorfosis, hasta que, habiendo adoptado la forma de toro, fue dominado, descuartizado y devorado en pedazos por sus enemigos. Sólo su corazón fue salvado. Zeus lo comió y de él nació el nuevo Dionisos, hijo de Zeus y Semelé, reencarnación del primero. Por su parte, los Titanes fueron exterminados por Zeus mediante un rayo y de sus cenizas nació el género humano, en el que la bondad (herencia de Dionisos) se mezcla con la maldad heredada de los Titanes.
Según el orfismo, el hombre debe tender a liberarse del elemento titánico para retornar en toda su pureza a Dionisos. La distinción entre lo dionisiaco y lo titánico en el hombre se expresa a través de la dualidad cuerpo-alma. El hombre debe aprender a liberarse de las ataduras del cuerpo que encierran a su alma como la cárcel al preso. El camino para alcanzar la liberación recorre múltiples reencarnaciones y consiste en escapar de este eterno retorno al cuerpo mediante la práctica de los ritos órficos, el ascetismo y el desprecio hacia todo lo que ata el hombre a la vida mortal y la corporeidad. Del orfismo, a través de los pitagóricos, tomó Platón su concepción dualista del hombre. También para Platón el hombre es su alma y el cuerpo no es sino una morada transitoria a la que se accede para expiar una culpa.
El hombre es su alma, y el alma es primordialmente razón. Junto a la razón se encuentran las dos partes a-lógicas del alma: la irascible y la concupiscible. Estas dos fuerzas irracionales, que imprimen dinamismo a la vida anímica, pueden conducirla por caminos equivocados, llevando al hombre a vivir una vida indigna, irracional.
La "alegoría de la caverna", pasaje del diálogo La república en el que Platón habla del "estado de nuestra
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