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La filosofía de la época más antigua de la filosofía

bachichaBiografía28 de Noviembre de 2017

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Daro Alejandro Esquivel

La filosofía de la época más antigua de la filosofía

El problema del principio

Al ingresar al extraño mundo de la filosofía, es menester afrontar el arduo trabajo que importa el estudio de su origen entre los griegos de la antigüedad clásica, quienes en los siglos VII y VI a C. dan nacimiento a la reflexión racional en Occidente. Alumbrada en las costas del Asia Menor (Jonia)[1], la filosofía es el fruto de una extraordinaria capacidad de observación alimentada por una curiosidad no menos extraordinaria. Y por si estas cualidades fuesen pocas, aún debemos sumar la formidable aptitud y versatilidad de la lengua griega para dar cuenta de la realidad circundante y sembrar en el espíritu griego los primeros porqués filosóficos[2], sin los cuales la filosofía occidental hubiera sido imposible.

Esta singular empresa de adentrarse a terrenos filosóficos conlleva además la preocupación por abordar la cultura griega, –e incluye, naturalmente, la necesidad de conocer su historia[3]- propia de un escenario[4] con características propias y distintas de nuestro escenario idealista-egocéntrico, que a su vez se corresponde con un imaginario social completamente diferente[5] al de las póleis clásicas[6].

Al fin de cuentas, la filosofía sigue siendo la filosofía griega. Pues como veremos a lo largo de este trabajo, sus interrogantes fundamentales son los que hace más de dos mil quinientos años fueron planteados y discutidos por los griegos, quienes asimismo fijaron la agenda de sus problemas para la posteridad. Una agenda por redescubrir y explorar hoy, en el siglo XXI.

Los dos grandes temas

 

Hay dos momentos que debemos considerar en función de nuestra primera exploración filosófica. El primero se conecta con la noción de arkhé o principio y el segundo con el desplazamiento de la reflexión desde el plano de lo cosmológico al de los asuntos humanos: de la physis al nómos. El primer momento enmarca las preocupaciones de los filósofos presocráticos, la indagación sobre una primera causa material (arkhé), monista o plural, de la realidad. Por cierto, hablar del arkhé nos remite a un debate filológico que escapa a nuestra competencia y que no hace al propósito de este trabajo. Pero si convenimos en asignarle el significado de principio[7], no tardaremos en sentirnos familiarizados con un concepto que campea todo el sinuoso terreno de lo socio-institucional, desde las reglas que remiten a principios generales del derecho hasta las teorías o doctrinas que postulan un principio o principios en tanto elementos, parte integrante o criterio último del ordenamiento o sistema jurídico.

En términos de filosofía primera, arkhé hace a la pregunta por el ser que es en sí y por si o que tiene en sí mismo el fundamento -la razón de ser- de la existencia de las cosas. El interrogante por la substancia primera. Subyace a este primer porqué, ya propiamente filosófico, una concepción de la realidad dependiente de una percepción natural, directa y objetiva que la tradición filosófica ha denominado convencionalmente realismo[8].

Más la dificultad no es poca al intentar dar cuenta del surgimiento de la reflexión filosófica si no tenemos ciertas prevenciones con las licencias que empleamos para hacer comprensible el universo filosófico de los primeros filósofos griegos. Pensemos, por ejemplo, en que los vocablos cosa (traducción castellana del vocablo latino res) y realidad (derivada del vocablo latino) no tienen equivalente en el griego antiguo y que los testimonios de los primeros filósofos que habrían reflexionado sobre el principio de las cosas han llegado a nosotros gracias a comentarios contenidos en las obras de doxógrafos muy posteriores a aquellos, que por cierto no hablaban de cosas en el sentido en que lo hacemos en la actualidad, ni les asignaban -de referirse a todo lo que es singularizable en la realidad fenoménica- la significación abstracta y genérica que menta nuestro sustantivo abstracto cosa[9].

Según Teofrasto (fragmento A 9) e Hipólito (fragmento A 11), Anaximandro pudo haber sido el primero en utilizar el término arkhé o principio, aunque Tales habría sido su maestro y el primero en indagar acerca del ser de la realidad o lo que es lo mismo, la physis. En punto a la elucidación de esta noción crucial, nos parece pertinente tener presente la enseñanza de Martin Heidegger, quien pone de manifiesto la necesidad de rescatar el sentido primigenio de physis, forjado inicialmente a caballo de una experiencia “radical del ser”, tanto poética como intelectual[10].

Siguiendo a Heidegger, nos parece que hay que despejar dos malentendidos muy corrientes: por un lado, el que –al amparo del estandarte y la ideología del progreso- ve en la filosofía cosmológica algo así como un estadio primitivo del pensar humano, propio de una mentalidad primaria y arcaica; por otro, el que exagera el “naturalismo” de los primeros filósofos, asimilándolos a los científicos de la Física actual. Tanto una como otra nos muestran una caricatura de la filosofía presocrática que sólo se explica en función del imaginario de la ciencia moderna conforme el cual se entiende la noción de physis lisa y llanamente como naturaleza y a los primeros que habrían empleado la razón para explicarla a la manera de arcaicos investigadores naturalistas o precursores de los científicos de la era actual.  

Según nos informa el pensador alemán, la fuente del error hermenéutico, a partir del cual el concepto de physis ha llegado a nosotros sesgado, radica en su traducción latina, natura, que significa tanto “ser nacido” como “nacimiento”. Queda claro que con arreglo a este significado, se pierde la fuerza nominal del término physis. La recuperación de su significado originario[11], se impone –de acuerdo a la opinión del filósofo alemán- para comprender el salto “mediante el cual el hombre cumple un cambio súbito a partir del estado de seguridad de su existencia anterior”. Esta recuperación del origen echa por tierra la visión ideológica que hace de este “hombre” poco más que un primate[12]. Es que sólo mediante el “salto” –que, según Heidegger, da lugar al momento más grandioso de la historia del pensamiento humano- se pone en marcha el motor de la filosofía, al punto que podría decirse que la instancia originaria del pensar inaugura la primera etapa genuinamente filosófica del hombre occidental.

Pues la significación moderna de la noción traducida por naturaleza -influida por la imagen de la naturaleza en la ciencia física de nuestros días-, concibe al pensamiento de los primeros filósofos como la gestación de la filosofía natural, “una representación de todas las cosas, según la cual ellas son de índole propiamente material”. De acuerdo a esta interpretación, los primeros filósofos –o quienes, aunque no exclusivamente, se ocuparon de temas cosmológicos- serían algo así como primitivos científicos materialistas de la historia de la ciencia de Occidente[13].

Es conveniente para entender bien este tema disolver otro malentendido. Recientemente, se ha criticado la identificación entre el término griego ousía[14] y el término latino essentia[15], en función de que ésta constituiría una noción concebida mucho después del empleo de aquella como término filosófico y, por lo tanto, al identificarlas, se estaría cometiendo un ostensible anacronismo y, a la postre, un error de interpretación. Esta crítica se funda en el hecho de que el término ousía tiene un primer sentido –de índole económico– con arreglo al cual se entiende como “respaldo financiero”, y un uso filosófico; el que le da –por ejemplo– Platón. Con arreglo a este último sentido ousía es la realidad que constituye el respaldo (ontológico) de la estructura lingüística que da el nombre (o universal) a las cosas. Por ejemplo: “x es un perro blanco”; “perro blanco” es el nombre de la realidad (del to on particularizado) que menta en la designación, que asignamos a “x”, que es la “cosa” o “individuo” o individua substantia registrable en la experiencia concreta.

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