La utilidad de la filosofía
Enviado por nicopetero • 17 de Julio de 2014 • Tutorial • 9.222 Palabras (37 Páginas) • 287 Visitas
La filosofía tiene como objeto propio el ente en cuanto ente. De la filosofía se puede esperar todo o desesperar de ella como un laberinto interminable y sin salida. Según Aristóteles, el objeto y el ámbito propio de la filosofía lo constituye el estudio científico del ente en cuanto ente.
El objetivo de la filosofía consiste en la investigación de un conjunto particular de fenómenos mediante un repertorio metodológico bien definido, con el fin de contribuir al avance del conocimiento humano. La filosofía estudia la posibilidad del conocimiento mismo, los presupuestos y los límites de conocimiento posible. La filosofía es la forma más general de investigación, cuyo objeto es la estructura fundamental del mundo. Es lo suprarracional, lo incomprensible, lo que se halla por encima de la razón o, por lo menos, en las fronteras de ella. Se ocupa del conocimiento, de los valores, del hombre y del lenguaje. Una de las más importantes funciones de la filosofía es la defensa del pensar genuino frente a la exaltación y el desvarío.
Otra de las tareas (entre muchas otras) es cuestionar nuestras creencias y tratar de sustituirlas por ideas argumentalmente sostenidas.
¿QUÉ HACE LA FILOSOFÍA?
La filosofía se ocupa de formular preguntas, porque la vida es fundamentalmente preguntas. En el acto de preguntar se esconde el verdadero sentido de la filosofía. El preguntar es el terreno propio de la vida entendida como acontecimiento; toda pregunta es por sí misma un proyecto, un lanzarse fuera de sí. En principio el hombre puede preguntar y cuestionarlo todo porque no hay nada de lo que no se pueda dudar y cuestionar. El horizonte del preguntar es infinito. Nunca hay término en el plano del conocimiento, del actuar, del dinamismo de la libertad. El hombre es el ser finito que coloca ante sí lo infinito, es el eterno viajero en un camino de enigmas, problemas y certidumbres puramente provisionales. El sólo sé que nada sé socrático, no sólo es el punto de partida de la filosofía, sino de la comprensión de la existencia, entendida como búsqueda y posibilidad de darse sentido.
La filosofía es un horizonte que se abre y que no es ajeno a quien se pregunta, pues en el preguntar, y en el preguntar por el ser, se evidencia la inmediatez de quien pregunta: el hombre. La pregunta no se da desde la distancia sino en el saberse inmerso en la cercanía con el ser. El preguntar coloca en cuestión lo aceptado en forma pasiva o sin discusión. Preguntar es el modo de saberse humano y, por tanto, distinto de cualquier otro ente. El que pregunta se halla de fondo metido en el interrogante. La verdad de las cosas es puesta en movimiento en el acto mismo del preguntar y el responder.
La filosofía nos plantea cómo contestar a las preguntas que la vida nos sugiere. ¿Cómo lograr entender mejor? ¿Cómo llegar a saber lo que se ignora? ¿Cómo saber qué es lo que se quiere saber? ¿Qué busco preguntando? ¿De dónde puede venir alguna respuesta más o menos válida? ¿Cómo se han obtenido los conocimientos? ¿Hasta qué punto estamos seguros de los conocimientos? ¿Cómo se pueden ampliar, mejorar o sustituirlos por otros más confiables?
Se pregunta desde lo que se sabe o se cree saber, porque parece insuficiente y dudoso. Nuestra facultad de pensar nos incita a plantear preguntas para las cuales nuestras respuestas se antojarán siempre insatisfactorias: ¿Por qué existo? ¿Por qué existe algo? ¿Por qué hay algo más bien que nada? ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿En qué consiste vivir bien? ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Para dónde vamos?
La filosofía se bandea incómoda entre la apertura de interrogantes y la pretensión de haber hallado las respuestas. El que interroga es para sí un desconocido, un misterio al igual que la realidad entera. Esto suscita la admiración que es el comienzo del filosofar. Sólo el hombre se encuentra inmerso en la posibilidad y necesidad de interrogar.
Cuando se ha resuelto pensar por la vida tomándola en serio y asumiéndola en serio y asumiendo a conciencia lo que la existencia significa, surgen a cada paso una serie de inquietudes y de cuestionamientos que nos obligan a consultar a quienes ya han trajinado los mismos temas, y a repensar los hechos y las circunstancias que nos corresponde vivir. Es allí cuando surge la filosofía en nuestra ayuda, en un intento de darle un sentido lógico a nuestra experiencia existencial. Miles de preguntas surgen entonces: ¿De dónde vengo? ¿Para dónde voy? ¿Qué hago aquí? ¿Cuál es mi misión en esta vida? ¿Por qué las cosas de la vida son así? Y muchas preguntas más.
El filósofo tiene el derecho y el deber de preguntar siempre: ¿Por qué? Cada hombre debe aventurar sus propias preguntas y respuestas ya que si toma en serio su vida, ésta se le presenta como problema radical y abierto. Solamente quien se pregunte verdaderamente y trate de hallar una respuesta en sí y por sí misma penetra en el camino del filosofar, se convierte en filósofo; viviendo en sí mismo la filosofía, podrá saber qué es ella. El hombre vive haciéndose y haciendo preguntas a los demás.
El hombre es un animal que interroga. El animal humano, desde muy niño, se pone en marcha hacia adentro de las cosas preguntando, una y otra vez, qué son y por qué y para qué son. "No sólo es extraordinario aquello que pregunta sino el preguntar mismo", sostiene Heidegger. ¿Por qué pregunta el hombre? ¿Qué sentido tienen sus preguntas, qué implican, qué son? La problematicidad de la pregunta consiste en la necesidad de saber algo que ignoramos. El hombre mismo es interrogante abierto, y por lo mismo, un problema. "Todo preguntar es un buscar", dice Heidegger.
¿QUÉ PERMITE LA FILOSOFÍA?
La filosofía permite conocer qué son verdaderamente las cosas en sí mismas, la realidad que encierran. La filosofía tiene y cumple una función básica para el hombre y la vida, pues es la única forma de acceder lúcidamente a su problematicidad inherente. Sólo el filósofo aspira a conocer, pues sabe que no conoce y siente la necesidad de conocer. Ocupa un lugar intermedio entre la sabiduría y la ignorancia.
Como conocimiento, la filosofía ha pretendido ser una forma rigurosa del saber, una forma de adquirir certeza absoluta sobre el ser de las cosas y para ello se constituye al mismo tiempo en un saber crítico que desinstala la experiencia cotidiana y las apariencias a partir de la duda, del cuestionamiento de todo. El filósofo tiene de extraño y específico que se cuestiona aquello que a los demás les parece obvio.
El itinerario hacia la filosofía responde a tres dimensiones de nuestra propia vida: aceptando nuestra existencia como dato y como tarea, llegar a configurar una actitud crítica, personal que, desintalándonos de lo banal y cotidiano
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