La verdadera posición de Platón se expresa en el discurso de Sócrates – Diotima
Enviado por palid • 24 de Septiembre de 2013 • Tutorial • 2.351 Palabras (10 Páginas) • 399 Visitas
Platón
El banquete o del amor
Apolodoro y un amigo de Apolodoro, Sócrates – Agatón – Fedro – Pausanias – Eriximaco, Aristófanes – Alcibíades
Este diálogo no gira alrededor de Sócrates y sus interlocutores, sino que cada personaje es portavoz de un discurso.
La verdadera posición de Platón se expresa en el discurso de Sócrates – Diotima, relegando los otros discursos al lugar de mera Doxa o apariencia de verdad, analizando con más profundidad la intervención de Sócrates se aprecia que este se vale de las anteriores para reformularlas y construir la suya. Como si cada uno de los encomios fuera cimentando una posición con su respectivo núcleo de verdad. Entonces es necesario para abordar el tema del amor pasar por distintas etapas, en una suerte de ascenso desde los discursos donde se privilegia al amor entre los demás dioses, hasta el discurso de Sócrates donde pareciera que lo baja de un hondazo, replegándolo a un lugar no menos importante pero si mas modesto: el amor no es un dios favorecido sino un intermediario entre los dioses y los hombres. Dicho de otra manera, la puesta en acto de la mayéutica con su asenso y descenso.
En el Banquete (cuya data se remonta aproximadamente al 380 A. C.) se fusionan literatura y filosofía, puesto que Sócrates no sigue su modo clásico de examinar una por una las intervenciones, sino que estas se engarzan en una sucesión de encomios elegantes dedicados al amor, a los cuales Sócrates les da un cierre. Cada encomio –entendiendo este género como la exposición que solamente se ocupa de exaltar a una persona u objeto- es una pieza con valor estético propio independientemente de su veracidad. Es decir que en la propia estética de los discursos encarna la belleza, o sea las ínfulas de perfección, hasta llegar al de Sócrates que le da el giro trascendente. Esto es lo que transmite el movimiento de las seis exposiciones coronadas por la propiamente filosófica de Sócrates ¿Qué es un discurso filosófico? Desde la perspectiva socrática que lo inaugura, parte de una ignorancia que moviliza a la búsqueda y no de un saber consumado, como sucede en los otros encomios de este diálogo. En cada uno de ellos se da por sentado que el amor es bello sin explicar que es la belleza, por lo que amor, belleza y bien terminan identificándose entre si. Se ensayan descripciones en vez de definiciones. Esto abre la pregunta sobre el genero de los encomios, ya que Sócrates se encuentra en un terreno incomodo donde parece que la verdad esta supeditada a la retórica y súbita inspiración del vino, que cada uno de los comensales bebe antes de llegar su turno de elogiar al amor.
En el Banquete, más que una polémica hay una sucesión de oradores que componen una verdad aunque dejando un núcleo oscuro sin discernir. Hay una complementación con contrastes sobre la base de la belleza y un clima muy cauteloso de discusión entre risas y guiños. En principio digamos que a falta de redes sociales digitales, el chusmerío de entonces apelaba a la memoria de los memoriosos. Con aquel recurso artesanal sostenido entre las neuronas y el inconciente, Apolodoro, cuenta a cierta gente no identificada que se entera por Aristodemo de lo que había ocurrido en casa de Agatón. Este último es un escritor trágico que acababa de ganar algo así como el Premio Clarín, y lo celebraba con un banquete en su casa. El último en llegar al evento es Sócrates, quien repetía siempre la misma de quedarse pensativo en la calle parado sobre una sola pierna durante un largo rato, antes de entrar. Por consejo del tordo Erixímaco -uno de los invitados al encuentro- resuelven beber con moderación, pero como ocurre cuando se trata del amor, la medicina resulta poco atendida. Con la llegada de Sócrates a las postres, empiezan las intervenciones. Convenido el orden y el reglamento a seguir, el primero en hablar es Fedro, quien tal vez sea el mismo que le diera nombre al diálogo sobre la belleza.
Fedro se despacha haciendo un himno sobre el amor, a quien caracteriza como el primero de los dioses. De acuerdo a su relato, desde el inicio de los tiempos este veterano divino estaría garantizando la armonía entre quien ama, es decir el amante, y aquel que se deja amar, o sea el amado. A partir de su discurso, ninguno de los que le sigan dejará de apelar a este recurso del mito. Si el encomio como práctica retórica se restringe a un elogio, el mito que nivela armoniosamente y explica en nombre del cuidado de la belleza se lo puede tomar como constitutivo de este genero. Fedro recuerda dos mitos, ambos reuniendo el amor y la muerte sobre el filo de un mismo abismo. El primero es el de Alcestes, que aún teniendo la amistad de padre y madre muere a cambio de su esposo en la guerra. El segundo es el conocido relato homérico de Patroclo y Aquiles. Como estamos al tanto, Patroclo es el amante de Aquiles caído a manos de Héctor. Este último soslayando la recomendación de su madre Tetis –quien le había adelantado la crucial decisión a tomar entre una vida larga y tranquila u otra breve y gloriosa- sale de una actitud expectante para vengar a su amante matando a Héctor. De esa manera se cumple la profecía y muere a manos de París, quedando elevado por su heroísmo al pasar de amado a amante en su resolución vengadora.
Pausanias, por su parte, entra en escena presentando “un enfoque sociológico”, que desaprueba a Fedro afirmando que hay más de un dios del amor. Ingresa al ruedo sin confrontar argumentos con su antecesor, apelando, en cambio, a otra versión del mito que plantea dos Eros: uno de más edad concebido por la primera Afrodita, hija de Urano, nacida en el momento que este muere a manos de Cronos, quien lo arrebata quirúrgicamente de su virilidad haciendo parir de su espuma seminal a esta diosa decana; por su parte el otro Eros es engendrado por la Afrodita popular y juvenil, nacida de macho y hembra. Una inspira acciones nobles y la otra sólo bajezas. Sin la contaminación de la sexuación, la primera Afrodita llamada urania por Pausanias, conduce el Eros hacia la perfección de los jóvenes perfectos. Es decir que, formulado redundantemente, se trata de la belleza volcada hacia lo bello. En cambio la Afrodita joven y bailantera, apunta el amor a la urgencia de tener sexo. Los amigos de la vieja Afrodita se interesan por el alma, mientras que los otros se vuelcan hacia el cuerpo. Nuevamente la argumentación insiste en que la armonía de la perfección debe superar la desarmonía de la imperfección.
Llegado el turno del poeta cómico Aristófanes, desiste de hacer uso de la palabra y deja su lugar a Eriximáco. Se justifica diciendo que tiene hipo, interpretado como un ataque de risa
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