Lugar Comun Taller De Historiografia
Enviado por ELDAISABEL • 17 de Noviembre de 2014 • 414 Palabras (2 Páginas) • 221 Visitas
Taller de Historiografía de la Educación
Alumna: Parada Oviedo
Lugar común en la literatura
Son lugares comunes las palabras y frases que utilizamos a diario para distintas circunstancias, como por ejemplo: “buenos días”, “qué agrado conocerte”, “gracias a Dios”, “estoy cesante”, etc. Estas expresiones en sí mismas no son peligrosas, más bien constituyen trivialidad. Se puede hacer poesía buena a partir de lo cotidiano, si transmite una idea interesante y nueva.
El lenguaje que desarrollamos en nuestras comunicaciones personales, tanto orales como epistolares, entraña los sentimientos más íntimos y cumplen allí su función. Pero, a mi juicio, es muy arriesgado transferirlos a la literatura. O al menos intentar ponerlo en esa competencia. Una cosa es una carta de amor y otra una obra de arte, aún cuando la primera pudiese llegar a la maestría literaria. Amamos esas comunicaciones personales y a veces las exponemos y nos exponemos a la crítica. No hay lugar más común que un “te amo”, “lo eres todo para mí” o “mi corazón late por ti”. La frase “tú eres el hijo de mis entrañas” es irresistible.
El mayor peligro del “lugar común” está en la utilización de expresiones demasiado reiteradas en la poesía.
Ejemplo de tiempo plástico
Escrito con tinta verde
“La tinta verde crea jardines, selvas, prados,
follajes donde cantan las letras,
palabras que son árboles,
frases que son verdes constelaciones.
Deja que mis palabras, oh blanca, desciendan y te cubran
como una lluvia de hojas a un campo de nieve,
como la yedra a la estatua,
como la tinta a esta página.
Brazos, cintura, cuello, senos,
la frente pura como el mar,
la nuca de bosque en otoño,
los dientes que muerden una brizna de yerba.
Tu cuerpo se constela de signos verdes
como el cuerpo del árbol de renuevos.
No te importe tanta pequeña cicatriz luminosa:
mira al cielo y su verde tatuaje de estrellas.
Octavio paz
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Medusa y Perseo
La Medusa Gorgona era tan horrorosa que sólo con mirarle a la cara con-vertía en piedra al observador. Perseo necesitaba la ayuda de los dioses para ven¬cerla; y Zeus, su padre, se aseguró de que le ofrecieran esa asistencia. Hades, el rey del inframundo, le prestó un casco que hacía invisible al portador;
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