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Oliver Twist


Enviado por   •  16 de Enero de 2014  •  1.580 Palabras (7 Páginas)  •  257 Visitas

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“Era una noche inhóspita, oscura y puzante de frío, que parecía hecha a propósito para que los que gozan de buena casa y buena mesa se reuniesen en torno a un luminoso fuego, dando gracias a Dios por encontrarse en su confortable hogar, mientras que los desgraciados hambrientos y sin techo mueren desamparados.

Efectivamente, es en momentos así cuando los numerosos y famélicos parias cierran sus ojos para siempre perdidos en las calles desnudas y sin que nadie, cualesquiera que hayan sido sus pecados, pueda hacer que los abran de nuevo.”

Decía Karl Marx sobre Charles Dickens que en sus libros se proclaman más verdades que en todos los discursos de los políticos y los moralistas de su época juntos. No le faltaba razón, incluso yo añadiría, viendo sus obras con la perspectiva que da el tiempo, que sus verdades no sacarían los colores sólo a sus políticos coetáneos, sino a todos los que han existido desde que este hombre golpeara las conciencias de millones de personas, hará ya más de 150 años. Han pasado más de dos siglos desde el nacimiento de Dickens y todo sigue tal y como él dibujó y denució en su obra, todo continúa dominado por la miseria, la injusticia y la locura -y parece que ahora más que nunca-. La situación asfixiante de muchas personas que retrató magistralmente en sus escritos, era quizás consecuencia de una época oscura, inculta e inconsciente, y la de hoy parece una imagen especular de aquella, donde hemos llegado a un punto de no retorno que acabará con la devastadora extensión de la pobreza más cruel, que ya está azotando a muchos ciudadanos de este mal llamado “mundo civilizado”. Dickens creía que aquello cambiaría, y claro está que se equivocaba, quizás tenía demasiada fe en el ser humano.

Esa pobreza y miseria son las detonantes de la en un principio triste segunda novela que publicó, ‘Oliver Twist’, obra que apareció por entregas, al igual que muchas otras del genial escritor inglés. La historia de Oliver es un fortísimo y demoledor grito de denuncia, un clamor para dirigir la vista hacia los niños que son atormentados y torturados por la ruindad, la indigencia y la falta de escrúpulos de unas sociedades sumidas en la más oscura corrupción humana. El único pecado que comete el pequeño Oliver para ser condenado a una vida de penuria y dolor, es que su madre lo trae al mundo en un infecto hospicio y fallecer ésta tras el parto. Y el infortunado neonato queda en manos de la peor calaña posible, unos funcionarios que desprecian al pobre como si de un animal se tratara, castigando sin misericordia a aquellos que imploran algo de compasión, como un simple plato de comida que no sean gachas aguadas.

En esta primera parte de la novela, Dickens introduce al lector en un opresivo y tenebroso ambiente en el que Oliver ve pasar y perder sus primeros años, atormentado por el hambre y la soledad más absoluta. Ya aquí se puede apreciar una profunda denuncia a estos tugurios que se destinaban a “dar cobijo” a los huérfanos, regentados por auténticos monstruos que sólo veían en los pobres y abandonados un problema molesto que no hacía falta ni siquiera tomarse en serio. Uno no puede dejar de sentir un profundo asco hacia ese señor Bumble, al igual que hacia todos los trabajadores del hospicio, incapaces de sentir el más mínimo afecto para con los niños.

Tras tener un par de trabajos -recordemos, Oliver es un niño que aún no ha cumplido ni los 10 años de edad-, decide marcharse de ese infierno que lo ha acompañado desde el mismo instante que vio la luz de este mundo enfermo. Es en este momento, en su huida, cuando encuentra a su amigo Dick, un pequeño que lo ve marcharse y le dice que está muy enfermo, que cree que va a morir. Oliver, en cuyo corazón, pese a todos sus padecimientos, mantiene viva una llama de bondad y esperanza, le promete que volverá a verlo, y que será muy dichoso, a lo que el pequeño Dick responde: “eso espero, pero creo que será después de muerto, nunca antes”. Este tramo posee una belleza a la vez que un patetismo extraordinarios, donde los dos niños se consuelan mutuamente pese a que viven en el infierno más ardiente que podamos imaginar. Y Dick, para despedirse, bendice a Oliver, que oye estas dulces palabras por primera vez en su vida, unas palabras que deberían alimentar la infancia de cualquier pequeño, y que la injusticia se encarga de privarlas de muchas vidas.

Ya en Londres, lejos de sus infaustos recuerdos, es captado por una banda de ladrones, unos delincuentes que pretenden hacer de Oliver uno de los suyos

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