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Osho El Libro Del Hombre


Enviado por   •  29 de Noviembre de 2012  •  6.757 Palabras (28 Páginas)  •  2.194 Visitas

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Primera parte

Adán

ADÁN FUE el primer hombre, pero no porque fuese el primero probablemente, antes que él hubo muchos otros; por tan¬to, la historia no los puede recordar, no tienen ego, sino porque fue el primero en decir «no». Y a mi parecer, ¿cómo va a ser Adán el primer hombre? Seguramente hubo millones de hombres an¬tes que él, pero ninguno de ellos dijo «no». No podían conver¬tirse en hombres, no podían convertirse en egos.

Adán dijo «no». Sufrió por decirlo, por supuesto; fue expul¬sado del jardín de la felicidad.

Adán es un hombre y todos los hombres son como Adán. La infancia es el Jardín del Edén. Los niños son tan felices como los animales, tan felices como los hombres primitivos, tan felices como los árboles. ¿Habéis observado a un niño correr entre los árboles o en la playa? Todavía no es humano. Sus ojos siguen siendo transparentes pero es inconsciente. Tendrá que salir del Jardín del Edén. Este es el significado de la expulsión de Adán del Jardín del Edén, ya no forma parte de la felicidad incons¬ciente. Al comer la fruta del árbol de la sabiduría se ha vuelto consciente. Se ha convertido en un hombre.

No es que Adán fuese expulsado una vez, sino que cada Adán deberá ser expulsado de nuevo. Cada niño deberá ser expulsado del jardín de los dioses; forma parte del aprendizaje. Es el dolor del aprendizaje. Hay que perderlo para volverlo a encontrar, para en¬contrarlo conscientemente. Esta es la carga del hombre y su des¬tino, su tormento y su libertad, el problema y a la vez la grande¬za del hombre.

¿Por qué nunca estoy satisfecho con lo que soy y con lo que la existencia me ha otorgado? Siempre estoy bus¬cando algo mejor para hacer, ser otra persona,- cuando alguien tiene más que yo, quiero tener mas que él. Como dice el refrán, la hierba siempre está más verde del otro lado de la valla». ¿A qué se debe esto?

Esto se debe a que te han confundido. Has sido dirigido ha¬cia un lugar distinto al que la naturaleza había pensado para ti. No estás yendo hacia tu propio potencial. Estás intentando ser lo que los demás quieren que seas, pero esto no te puede satisfacer. Cuando no es satisfactorio, la lógica dice: «Quizá no sea sufi¬ciente; toma un poco más.» Entonces, sigues buscando; empie¬zas a mirar a tu alrededor. Todo el mundo aparece con una más¬cara sonriente, feliz, porque todo el mundo está engañando a los demás. Tú también te presentas con una máscara; los demás creen que eres más feliz. Y tú te crees que ellos son más felices.

La hierba parece más verde al otro lado de la valla.... pero des¬de ambos lados. A los que viven al otro lado de la valla les parece más verde tu hierba. Realmente parece más verde y más fuerte, mejor. Este es el equívoco que provoca la distancia. Cuando te aproximas, empiezas a comprobar que no es así. Pero las personas guardan las distancias entre ellos. Incluso los amigos, hasta los amantes se mantienen a cierta distancia; demasiada proximidad podría resultar peligrosa, podrían entrever tu realidad.

Te han engañado desde el principio, de modo que, hagas lo que hagas, seguirás siendo desdichado. La naturaleza no entien¬de de dinero, si no, el dinero crecería en los árboles. La naturale¬za no entiende de dinero; el dinero no es más que una invención del hombre, útil pero peligrosa. Cuando ves a alguien que tiene mucho dinero piensas que quizá el dinero da la felicidad: «Fíjate en esa persona, parece muy feliz», por eso corre detrás del dine¬ro, Hay alguien que tiene mejor salud, corre tras la salud. Si al¬guien hace cualquier cosa y parece muy contento, síguele.

Pero siempre son los demás, y la sociedad lo ha organizado de tal forma para que nunca te fijes en tu propio potencial. La desgracia es que no estás siendo tú mismo. Sé tú mismo y deja¬rá de haber desdicha, competencia y preocupación porque los demás tengan más que tú.

Si quieres que la hierba sea más verde no hace falta que mi¬res al otro lado de la valla; puedes conseguir; que la hierba sea más verde de este lado de la valla. Conseguirlo es muy sencillo. Pero estás mirando en todas las direcciones y todos los prados tienen buen aspecto, menos el tuyo.

El hombre debe basarse en su propio potencial, sea cual sea, y nadie debería darle órdenes, guiarle. Deberían de ayudarle, vaya donde vaya o se convierta en lo que se convierta. Y enton¬ces el mundo estará tan contento que no te lo podrás creer.

Nunca he sentido descontento, ni siquiera en mi infancia, por la sencilla razón de que nunca he permitido que nadie me distrajera de lo que estaba haciendo o intentando ser. Eso me ha ayudado inmensamente. Ha sido difícil, las dificultades se han ido incrementando y ahora el mundo entero está en mi contra. Pero no me molesta. Soy completamente feliz, estoy contento. No puedo imaginarme que hubiese sido de otra manera. En cualquier otra situación habría sido desgraciado...

El mundo está contra la individualidad. Está en contra de tu ser natural, de que seas simplemente.

Quiere que seas un robot, y como has aceptado serlo ahora tienes dificultades. No eres un robot. La intención de la natura¬leza no era convertirte en un robot. Y por eso, como tu destino no era ése, estás permanentemente buscando: «¿Qué me falta?

Quizá unos muebles mejores, unas cortinas mejores, una casa mejor, una esposa mejor, un trabajo mejor ... » Lo intentas du¬rante toda tu vida, corriendo de un sitio a otro. Pero la sociedad te ha confundido desde el primer momento.

Mi esfuerzo consiste en que volváis a vuestro ser, y de re¬pente os daréis cuenta de que ha desaparecido todo el descon¬tento. No hay necesidad de ser más, ya eres suficiente. Todo el mundo es suficiente.

¿Por qué me resulta tan difícil quererme?

Los niños nacen con un enorme amor hacia sí mismos. Es la sociedad la que destruye ese amor, es la religión la que destruye ese amor, porque si el niño se sigue amando a sí mismo, enton¬ces, ¿quién amará a Jesucristo? ¿Quién amará al presidente? ¿Quién amará a sus padres? El amor de un niño hacia sí mismo ha de ser desviado. Hay que condicionarle de manera que su amor se dirija siempre hacia un objeto externo. Esto hace al hombre muy pobre, porque cuando quieres a alguien externo a ti -ya sea Dios, el Papa, tu padre, tu esposa, tu marido, tus hi¬jos, cualquiera que sea el objeto de tu amor, te vuelve depen¬diente de ese objeto. A tus propios ojos te conviertes en algo se¬cundario, te conviertes en un mendigo.

Al nacer eras un emperador totalmente satisfecho contigo mismo. Pero tu padre quiere que le quieras, tu madre quiere que la quieras. Todos a tu alrededor se quieren convertir en objeto de tu amor. A nadie le preocupa que si

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