Poesías Para Concurso
Enviado por susem07 • 2 de Julio de 2015 • 1.047 Palabras (5 Páginas) • 350 Visitas
LA DESDICHA DE SER SIRVIENTE.
AUTOR: Humberto Ibarra Córdova.
En un tribunal de la ciudad
A un famoso delincuente presentaron
En presencia de la alta sociedad
Por homicida y ladrón lo condenaron.
¿Que sentencia merece este hombre que es un ladrón y asesino?
¡Que lo maten! -contesto la sociedad-
Un hombre como ese debe morir
Y debe morir porque atenta contra nuestras vidas.
El juez dicta la sentencia y a muerte lo condena
Después de condenarlo el juez se le acercó
Y haciéndole alarde de su cobardía con voz de burla e ironía
Al reo condenado pregunto:
- ¿No quisieras ser mejor hombre bueno?-
El acusado se puso de pie
Alzó la cara y miro al juez para decirle
¡Vaya! que pregunta señor juez
¿Por qué he de arrepentirme de lo que he hecho?
Si sabiendo que soy malvado
Que aquí en el tribunal de la justicia
Ustedes me condenaron a la muerte.
Si por todo lo que he hecho esa es mi pena
La recibo complacido y satisfecho
Esta bien señor juez, cumplo mi pena
Pero nunca he de volver sobre mis pasos.
Mejor ordene ya mi ejecución
Que disparen sin piedad y con acierto
Porque juro que sólo estando muerto
Dejaré de ser un gran ladrón.
Esta bien, -dice el juez-
te doy permiso,
Habla todo lo que quieras sin temor
-Ante aquella respuesta el ya occiso comenzó una historia de dolor-.
Cuando yo era niño todavía,
Conocí a una sirvienta desdichada
Que a pesar de su trabajo noble y bueno
Era siempre por sus amos maltratada.
En el día; soportaba los trabajos, los desprecios y regaños
Por la noche; después de acomodarme entre sus brazos
Se dormía entre lagrimas y rezos.
Así pasaron los meses y los años;
Hasta que una tarde en la que se empezaron a extraviar cosas,
Maldita sea esa tarde para siempre los patrones a acusaron de ladrona.
Y después de torturarla moralmente
Dos guardias se la llevaron presa
Dos días lloro en prisión
Dos noches rezó en aquella celda fría
Dos noches
Noches porque al día siguiente
Murió de un ataque al corazón.
Esa mujer de la que les estoy hablando,
Esa mujer señores de la sociedad,
Esa pobre que mataron sin piedad
Era nadamás y nada menos que mi madre.
Mi madre malditos
Mi madre vampiros
Mi madre cobardes
Mi madre,
Mi madre que murió desesperadamente
En aquella celda que aun veo todavía.
Pero mi maldad no vino de ahí señor juez, se lo aseguro;
Mi maldad vino después
Cuando una tarde hallé a un niño que lloraba y se quejaba.
Era un niño que tirado en un andamio frío llamando a su mamá se deshacía,
Corrí hacia él rápidamente
Quise hablarle pero ya no pude porque a la hora de levantarlo
Quedó entre mis manos y entre los brazos de la muerte.
Minutos después llegó su madre
Con gritos de dolor y ojos de muerte
¡Señora! -le grité-
¡¿Por que dejó que se muriera?!
-Y ella dijo-: Señor, ¿Usted no sabe que los hijos de los criados
por ser pobres estorban a los hijos de los ricos?
Yo soy la sirvienta de aquella casa
y mi trabajo es cuidar a los hijos de ellos,
y me prohíben cuidar al mío.
Entonces si señor juez; corrí, pero no como un perro hambriento
Sino como un lobo rabioso que a la fuente de venganza va sediento.
Maté, a los verdugos de mi madre, después, vengué la muerte de aquel niño
Y ante la furia brutal de mi venganza he visto temblar y llorar a los cobardes
Entonces sí señor juez
...