Seminario de Platón Relatoría

Universidad Sergio Arboleda

Facultad de Filosofía y Humanidades

Seminario de Platón

Relatoría

Santiago Arango Macias

24-05-2022

República Libro IX

Sócrates junto a su amigo Adimanto empiezan a platicar acerca del carácter del tirano en sí mismo y de cómo el hombre democrático pasa a ser tiránico, no obstante, en lo primero que Sócrates quiere resaltar es en los tipos de deseos, deseos de los cuales abarcan los superfluos (deseos vanos e innecesarios). Dentro de estos abundan los deseos ilegítimos, pero estos se desvanecen por el componente racional del alma (razón) o bien sea por parte de leyes (deseos regulados), mientras que, en otros, estos deseos son insuperables. Lo anterior se evidencia en el sueño. Cuando el alma racional, pacífica y apta para ordenar está dormida, es entonces que hace aparición la parte insaciable, la cual aprovecha para satisfacer sus deseos y placeres.

En cada uno de los hombres, incluyendo los que parecen más dueños de sus pasiones, hay una especie de deseos violentos y sin freno, como lo aprueban los sueños.                               Sócrates continúa diciendo que el hombre que opta por evitar los deseos vanos aún sabiendo que estos le traen satisfacción, es aquel hombre que reflexiona y sabe regular sus deseos que aún implorándole las necesidades (alimentación), lo hace para que no atente su tranquilidad y la parte inteligente de su alma. Así este hombre puede descansar y mantener su razón intacta y su espíritu, el cual se renueva y no sentirá tormento alguno.

Ahora se nos menciona al hombre democrático, el cual durante su infancia es adoctrinado por su padre que con sus técnicas miserables solo adula el poder del dinero sin complacer deseos superfluos. Este hijo posteriormente al entrar en contacto con hombres perversos somete su vida entre el alcohol y los desenfrenos, por ende, este toma un término medio entre servilismo y el desorden que sucumbe a pasar del carácter oligárquico al democrático. Este al llegar a su ancianidad enseñará las mismas costumbres a su descendiente, la cual va a determinar que a su cría se le aplicará las mismas sanciones que cuando era joven. Con el paso de los años, su hijo se rebelará y hará que en su corazón nazca el apego a los deseos ociosos y derrochados, esto desencadenando una legión de placeres frenéticos cubriéndole el corazón de pasión. En esta alma desaparecerán los deseos incorruptibles (virtudes) concluyendo en que terminarán transformando al tirano (nuevamente como en la anterior vida de su padre).

Tanto la naturaleza como la sociedad construirán al hombre el cual será guiado mediante, festines, Celebraciones y diversión sin importar los excesos; dejando a un lado la moderación, todo esto auspiciado por el eros tiránico. Será conducido a cometer actos crueles y despiadados todo por la ceguera y la sordera que desemboca en la lascivia de un tirano. Como la condición de un hombre democrático se parece al de un estado democrático (cosas que suenan muy redundantes pero que hacen referencia a la libertad del hombre y en lo que se le viene en gana).

Sócrates propone ahora establecer la diferencia en virtud y entre un estado tiránico monárquico (gobierna una sola persona y reside de manera hereditaria), esto es aristocrático y así sucede con los demás.

En un estado tiránico las proles claman en yugo debido a que sus esencias se ven sometidas a las niñeces (caprichos) de los impuros y devastadores (tiranos). Estos tiranos han de vivir en pánico constante, puesto que han de esperar como la mujer que envidia la felicidad de los viajeros que tienen afanes por explorar y conocer.  

El tirano no es más que un esclavo por que lo que necesita se sobrepasa a lo que tiene y aquel que excavara el fondo de su alma, terminaría encontrando que no es mas que un simple infeliz y sobresaltado, tímido, enfermo y agobiado.

Sócrates pasa a establecer una correspondencia entre las tres especies de estado con la expresión del alma, según sus deseos y dominaciones, dado que unas veces domina un elemento sobre el otro: filosófico, ambicioso y avaro. Sócrates describe que el Filósofo supera y domina la experiencia de la reflexión y razonamiento, de las cuales son las tres fases para cuestionar y calificar de una manera más técnica.

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