Sigmund Freud

Sigmund Freud, de origen judío, nació en Freiberg, Moravia en Austria en el año de 1856. Pasa la mayor parte de su vida en Viena junto con su familia, y realiza allí estudios en medicina y biología, especializándose en neurología. Sin embargo, no se apasiona por la medicina, la cual estudia más por razones económicas, buscando por ello diferentes maneras para poder surgir en este campo. En 1885 viaja a París a completar sus estudios, lo que le permite ampliar sus conocimientos al trabajar con Charcot en el hospital de la Salpêtrière. También en París recibió la influencia de Bernheima. Aquí comienza a dirigirse hacia el estudio de la mente humana y sus patologías en el ámbito del comportamiento. Con Charcot se inicia en el estudio de la histeria y en la aplicación de la hipnosis como terapia. Igualmente trabaja con Breuer, de quien recibe una influencia aún mayor en las consideraciones del tratamiento de diversas patologías mentales.

Freud trabaja con casos de histeria y neurosis, de los cuales empieza a desarrollar la teoría psicoanalítica. Sin embargo sus teorías y el tratamiento que daba a sus pacientes crearon un debate en Viena que aún continúa en nuestra época. Sus ideas son a menudo discutidas y criticadas, y muchos consideran su obra como más bien pertenecientes al campo del pensamiento y de la cultura general, discutiendo si el psicoanálisis se puede clasificar en el ámbito de la ciencia.

El primer método que utilizó fue la hipnosis. Pero luego la rechazó al ver la imposibilidad de lograr la hipnosis de muchos enfermos. Entonces desarrolla el método psicoanalítico. En 1904 (1903), publica un manuscrito en donde recoge sintéticamente su método: “El método psicoanalítico de Freud”.

Este método tiene su origen en el método catártico que fue descubierto por Joseph Breuer -quien después de usarlo en un caso de histeria infiere la patogénesis de sus síntomas-, y es este precisamente quien insta a Freud a que lo use en sus tratamientos. Este método utilizaba la hipnosis y tenía como condición que el paciente fuera hipnotizable –ya que no todos lo son-; se basaba en la ampliación de la conciencia que sobreviene en este estado, dejando al lado el uso del método sugestivo. La cura venía al comunicar al médico estos procesos anímicos. La hipnosis permitía al paciente retroceder hasta el estado psíquico en que el síntoma se había presentado por primera vez, suscitando recuerdos, pensamientos e impulsos ausentes de la conciencia. La eficacia de este tratamiento venía al provocar la descarga del afecto adherido a las acciones anímicas sofocadas –abreacción- ya que estas acciones anímicas son reemplazadas por el síntoma, los cuales tienen su génesis en la participación de una serie de experiencias traumáticas.

Freud abandona la hipnosis, ya que no todas las personas son hipnotizables modificando así dicho método. Con estas modificaciones, la terapia transcurre como una conversación. Se reemplaza el material psíquico de recuerdos y representaciones aportado por la hipnosis, por las ocurrencias de los enfermos: Se pide a los pacientes que expresen todo lo que les pasa por la cabeza –pensamientos involuntarios sentidos como perturbadores y apartados en circunstancias corrientes que suelen cruzarse en la trama de una exposición deliberada- y no los detengan por ningún motivo.

Acerca del método, Freud propone que en el relato del historial clínico, afloran lagunas en el recuerdo, se olvidan hechos reales, se confunden relaciones de tiempo, y se desarticulan nexos causales y por ello los efectos resultan incomprensibles. Afirma además que esto es algo típico de la amnesia, y que “sin amnesia de alguna clase no existe material clínico neurótico”. Por ello el paciente es instado a llenar las lagunas de sus

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