Solo Escritos

De Pie, Sobre Carne y Huesos.

Ni pensar que todo cambio cuando el primero de nuestra especie descubrió la muerte. Quizá el la provoco o tal vez fue solo un espectador, independientemente de cómo le fue presentada, no tardó mucho en descubrir las comodidades que esta ofrecía si le ocurría a aquello o aquellos que interfieran con sus planes y su vida. Lo muerto no pelea, no discute, no opina, no puede amenazarte a ti o a lo que quieres, no te puede robar, estafar, lastimar, manipular, aterrar o asesinar. Bien planeada una muerte puede sacarte de muchos problemas. Eso fue lo que se le enseño a las futuras generaciones “mata y no dejes que te maten”. El precio de sangre. Para conseguir algo se necesitan sacrificios, la vida de unos cuantos por la de muchos. Esto y más nos hemos dicho una y otra vez, para convencernos a nosotros mismo de la mentira más grande que el ser humano y su peligrosa inocencia han creado jamás: “La muerte es la única manera”.

“La sangre es la tinta con la que se escribió, se escribe y se escribirá nuestra historia”. Nuestro credo, nuestro lema, nuestra ley. Perdimos el respeto por la vida y le ofrecimos nuestros sueños y miedos a la muerte. Nos encomendamos a ella.

Y a pesar que hemos crecido y que poco a poco estamos aprendiendo que existen otras maneras de resolver nuestros problemas, aun creemos ciegamente que nunca abríamos logrado lo que logramos si las guerras jamás hubieran existido, y que el progreso no habría sido si no se hubiese pagado el precio.

Si la muerte tiene forma y nos observa en algún lado, lo que ve es un montón de niños felices en su ignorancia, niños orgullosos de estar en ciudades con cimientos débiles y quebradizos, cimientos manchados de sangre, llenos de lágrimas y pesar, de falsa gloria y de guerras en nombre de dios, del hombre o cualquier razón que se viniera a la mente. Niños que no les importa estar de pie sobre carne y huesos.

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