Suma de Santo Thomas de Aquino
Enviado por Rodrigo José Urquizo Mendoza • 23 de Mayo de 2021 • Trabajo • 7.347 Palabras (30 Páginas) • 98 Visitas
SANTO TOMÁS DE AQUINO (1224/5-1274)
Con el pensamiento de Santo Tomás la filosofía medieval llega a un punto de culminación que no es explicable solamente por el genio del Doctor Común de la Iglesia, sino también por la sinergia de un conjunto de factores sin cuya intervención la obra del Aquinate no podría comprenderse. De ahí la necesidad de referirse, aunque más no sea someramente, al marco histórico-cultural dentro del cual ese pensamiento se inscribe.
Contexto histórico – cultural
a) Situación política
El siglo será testigo de la declinación del poder de los emperadores. Probablemente debido a las excentricidades del último emperador, Federico II Hohenstaufen (1215 – 1250), también conocido como Federico Barbarroja, y a sus luchas feroces contra el Papado, especialmente contra Gregorio IX (1227 – 1241) e Inocencio IV (1243-1254), la institución imperial alcanzó una importante degradación. El desprestigio de Federico Barbarroja coincide, además, con un período de esplendor de los Papas. Basta recordar, además de los mencionados, la inmensa obra de Inocencio III (1198 – 1216) y de Bonifacio VIII (1294 – 1303). A esto se suma la aparición de nuevos centros descentralizados de poder (descentralizados respecto del poder imperial), tales como los municipios o burgos, y la institución de las monarquías nacionales. Por otra parte, durante el siglo XIII tuvieron lugar tres concilios ecuménicos: el IV de Letrán (1215), que condenó las herejías albigenses o cátaras y valdenses; el I de Lyon (1245) que depuso a Federico Barbarroja; y el II de Lyon (1274) en el que se trató el asunto de la unión con los griegos (a este último concilio fue convocado Santo Tomás como figura filosófica más relevante, pero no se pudo contar con su presencia debido a que la muerte lo sorprendió en pleno viaje).
Otros hechos importantes que marcan decisivamente el ambiente político y cultural del siglo XIII fueron la IV Cruzada que tomó Constantinopla instaurando allí el Imperio Latino de Oriente (1204 – 1261), con lo cual se facilitaron los intercambios entre Oriente y Occidente; la cruzada contra los albigenses (1208 – 1235), que devastó prácticamente el Languedoc y consolidó el poder de la monarquía francesa; la batalla de las Navas de Tolosa (1212), donde fueron derrotadas las fuerzas árabes; y la creación de la Inquisición pontificia (1233), la cual no debe confundirse con las inquisiciones nacionales, creadas a comienzos de la modernidad.
b) Creación de las universidades
A todo esto no es ajena la aparición de una nueva institución llamada a transformarse en un instrumento insustituible de transmisión y promoción del saber: la universidad, que debe su nombre a la denominación de “universitas magistrorum et scholarum”. Tal vez las más antiguas de ellas son la Universidad de Bolonia y Salerno, en Italia, y la de Montpellier en Francia. Pero ellas contaban en sus comienzos solamente con una sola facultad: derecho las italianas y medicina la francesa. También deben contarse entre las más antiguas la de Nápoles (creada por Federico Barbarroja), Oxford, Cambridge, Padua, Toulouse, Salamanca, Orléans, todas ellas fundadas en el siglo XIII. La más célebre de todas, la de París, debe su origen a las escuelas urbanas del siglo XII. Una de esas escuelas, la catedralicia de Notre Dame, recibió un privilegio especial del rey Felipe Augusto que le concedió, además de los medios económicos, un nuevo estatuto en el sistema educacional mediante el cual se autorizaba la reunión de cuatro Facultades: teología, artes (después filosofía), medicina y derecho (en la época conocida como Facultad de los decretistas). Al frente de las facultades se hallaba un Rector. En Agosto de 1215, el legado pontificio Roberto de Courçon dio su estatuto definitivo a la nueva universidad, estableciendo de esa forma el régimen de promoción del profesorado y la organización de la docencia. A París acudían nubes de estudiantes de todos los países, atraídos por la celebridad de los maestros que allí enseñaban, especialmente en la facultad de artes, que pronto se transformó en una facultad especializada en Filosofía con la completa aprobación y estímulo del Papado.
c) Recepción de Aristóteles
Podría decirse que Aristóteles llega al mundo latino en tres grandes oleadas:
- Desde el siglo VI, y gracias a la labor de traducción de Boecio, la cristiandad conocía una buena parte de las obras lógicas del Estagirita, especialmente las Categorías, el De interpretatione (Perì hermeneías), y también la Isagogé de Porfirio. Este grupo constituía lo que después se llamó la Logica vetus (Lógica antigua).
- La denominación Logica vetus fue adoptada porque a mediados del siglo XII comenzaron a llegar otros escritos aristotélicos: Los libros Analíticos (lógica y filosofía de la ciencia), los Tópicos y los Elencos Sofísticos. Este nuevo grupo de trabajos fue conocido como la Logica Nova (Nueva Lógica). Es muy importante señalar que en esta segunda oleada también se conocieron otros tratados aristotélicos, tales como la Física (filosofía de la naturaleza), los tratados Sobre la Generación, Sobre el cielo, Sobre los meteoros, Sobre el alma, los primeros tres libros de la Ética Nicomáquea y los primeros cuatro libros de la Metafísica.
- La tercera oleada completa el resto de las obras aristotélicas. Ahora bien, desde la segunda oleada, lo conocido de Aristóteles fue introducido por traducciones latinas del árabe, lengua en la cual había sido posible conservar el Corpus aristotélico. La traducción directa del griego tendrá que esperar hacia 1240 con los trabajos del franciscano Roberto el Cabezón o, mejor conocido como Grosseteste, figura fundamental en la fundación de la Universidad de Oxford, y de Guillermo de Moerbeke, dominico, hacia 1260 y de quien circuló durante mucho tiempo la leyenda de que habría traducido a Aristóteles por pedido de Santo Tomás. Pero antes de estas traducciones directas del griego, ya en la segunda oleada se produjo un inmenso revuelo porque quedó en claro que Aristóteles no era un autor que se había ocupado solamente de temas de Lógica, sino de muchos otros asuntos. Y puesto que su recepción había estado mediatizada por los árabes, sus doctrinas contenían algunas proposiciones que se consideraron peligrosas para la fe cristiana, lo cual llevó a una transitoria prohibición de su estudio hasta tanto una comisión especial decidiera acerca de su ortodoxia.
d) Fundación de las órdenes mendicantes
Fue de la mayor trascendencia para el desarrollo espiritual del siglo XIII la aparición de las dos nuevas órdenes religiosas mendicantes, los franciscanos y dominicos, debido a la orientación decididamente científica que las animaba. Tanto unos como otros erigieron espléndidos centros de estudios en Oxford, Roma, Nápoles y Colonia, de los cuales egresó un calificado e importante número de eruditos. Resulta de todos modos algo sorprendente el modo como estos maestros llegaron a ocupar cátedras en la más célebre de las universidades donde se enseñaba filosofía, es decir, en la Universidad de París. En efecto, el martes de carnaval de 1229 hubo un grave enfrentamiento entre la policía de París (era Regente de Francia doña Blanca de Castilla, por minoría de edad de Luis IX el Santo) y los estudiantes de la Universidad de París. Esto fue el detonante de una huelga que duró hasta 1231. Debido a esta huelga, y para garantizar un mínimo de docencia universitaria, el Obispo de París, Guillermo de Alvernia, ordenó al Canciller de la Universidad, Felipe, que organizara una cátedra y la pusiese en manos de los dominicos. Pero también los franciscanos obtuvieron una cátedra cuando un doctísimo maestro, Alejandro de Halès, que ya enseñaba en la Universidad, ingresó a la Orden de los Frailes Menores. De este modo, la cátedra de los dominicos fue ocupada poco tiempo después de su creación sucesivamente por los dos maestros más célebres de la orden, San Alberto Magno y Santo Tomás de Aquino. Y la cátedra que de hecho había quedado en manos de los franciscanos, tuvo entre sus maestros nada menos que a Juan de Fidanza, también conocido como Bonaventura de Bagnoreggio (San Buenaventura).
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