Sátira Y Religión
Enviado por HugoMarisio • 7 de Junio de 2014 • 414 Palabras (2 Páginas) • 153 Visitas
Dado el tipo de bienes en juego en esta discusión, la controversia sobre los límites de la libertad de expresión en relación con la religión no debe extrañar. Pues quienes defienden una libertad que se puede extender hasta la burla tienen un punto significativo a su favor: si una sociedad pluralista va a ser un proyecto más interesante que el de una sociedad homogénea, implicará también cierto grado de confrontación entre las cosmovisiones que en ella conviven; y que una dosis de ironía se haga presente en tales controversias parece natural. Pero al otro lado hay un bien no menos significativo: para el creyente la religión suele ser uno de los elementos más significativos de su identidad, de modo que consolarlo con la distinción entre él y lo que él cree –“estoy atacando tus creencias, no a ti”- no contribuye a disminuir la sensación de agresión.
Para algunos puede entonces ser tentador el escenario de un acuerdo intermedio, por el que podemos disputar respecto de todo salvo respecto de religión: quedaría a salvo el núcleo sagrado, y también habría un pluralismo con suficiente espacio para la controversia. Pero tal solución es a mi parecer una agresión a la religión mucho más grave que la presente en la sátira. Pues la religión no se agota en una ceremonia de adoración, sino que –siendo una convicción respecto de aquello de lo cual todo depende- se extiende en sus consecuencias a todo. Un respeto a la religión que fuese a costa de su condición de configuradora de la existencia completa no sería en realidad respeto. Pero por lo mismo, excluir a la religión del campo de la crítica implicaría en cierto sentido excluir todo de la crítica. También ese camino es completamente indeseable.
Casi todo parece entonces depender del género, el tono y el lugar de las críticas. Un paralelo con el trato dado a la homosexualidad –que muchos también experimentan como definidora de su identidad- puede tal vez servirnos de orientación. Quien hoy hace un video satírico que denigre a personas con orientación homosexual se hace justo merecedor del oprobio. No cabe aquí abordar la medida en que a dicho oprobio moral convenga añadir sanciones legales, pero sí parece razonable que el mismo rechazo se extienda a quien se burla con un video de mal gusto sobre una creencia religiosa. Sobre ambos campos debemos poder discutir, pero dicha libertad debiera hoy ser defendida sobre todo con el llamado a la altura de miras y al cuidado del otro.
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