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Tolerancia Y Barbarie


Enviado por   •  20 de Marzo de 2015  •  1.465 Palabras (6 Páginas)  •  232 Visitas

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"La tolerancia como barbarie" es un artículo de Aurelio Arteta que forma parte de la compilación de Manuel Cruz "Tolerancia o Barbarie" (Editorial Gedisa, Barcelona 1998), conjunto de ensayos que desde el punto de vista del pensamiento filosófico moral y político reflexionan sobre la ambigüedad y contradicciones del ideal de la tolerancia.

La virtud humanista, moral y política encarnada en la tolerancia había sido hasta no hace mucho una conquista para la justicia civil, que veía amenazados los caminos de la libertad bajo la persecución y el desprecio de aquellas personas que mantenían ideas, opiniones o estilos de vida considerados como diferentes y peligrosos por representantes de la más cruel de las visiones intolerantes. La tolerancia tolera porque nunca ha renunciado al bien apropiado que se cuestiona.

Curiosamente, superada la primigenia etapa de aspiración y lucha, nuestro tiempo actual contempla el surgimiento de una situación donde lo terrible no es ya la intolerancia misma, sino la propia tolerancia. “La debida tolerancia mantiene una dolorosa tensión en la persona que accede a convivir en paz con quien, aunque dotado del derecho que él mismo le reconoce, ofende sus convicciones, [...] esta otra tolerancia protege a su sujeto de cualquier desgarramiento moral, porque comienza por privarle de toda convicción y del penoso trabajo de decidir en conciencia”. (pg 64) Una tolerancia abusiva, invisible y viciosa por antonomasia nacida en el seno de nuestro paisaje moral occidental. La primera gran novedad de este mal estriba en su planteamiento arraigado dentro de un esquema horizontal de la tolerancia, pues se trata de un problema que cumple con una condición jerárquica igualitaria para todos los individuos. No es tanto una tolerancia civil en el marco de una elaboración constitucional como una tolerancia social y cotidiana, incluso privada e íntima.

La falsa tolerancia, utilizando la denominación de Aurelio Arteta (Marcuse, Garzón Valdés o Bobbio tienen aportaciones en este sentido), se contrapone pues a una tolerancia genuina o auténtica. Unas veces conduce al escepticismo y la indiferencia, otras parte de la pura ignorancia, mientras que no son pocos los casos donde adolece de débil voluntad y efímero compromiso con el Otro y la sociedad, propio del hombre perezoso y cobarde. El miedo, la desconfianza, la burla, la pobreza intelectual, la confusión, la ignorancia o el conformismo sólo consiguen alimentarla. Discrepar, ofender o resultar dogmático e intolerante parecen los máximos temores del hombre falsamente tolerante. Poco a poco se forman sujetos carentes de voluntad e iniciativa: “el tolerante se instala en el firme compromiso de no comprometerse [...] abstención que contendrá dosis variables de buena voluntad o de cinismo” (pg 63) Arteta añade más: es contradictoria, porque termina por negar sus propios presupuestos; es vacía, porque su tendencia a tolerar todo acaba por eliminar la necesidad de tolerar; y es fácil y cómoda, sin riesgos. De este modo se allana la aparición de la barbarie en la convivencia civil.

El lenguaje es el primer receptor de esta falsa tolerancia, presentando claramente sus inequívocos lugares comunes. Expresiones tales como “respeto su opinión pero no la comparto” o “todas las opiniones son respetables” ocultan falsedad e, irónicamente, falta de respetabilidad, pues lo que reclama primariamente respeto es el individuo personal. El respeto sólo tiene sentido en el intercambio y el contraste recíproco y reflexivo de las ideas y las opiniones sin caer rendido ante los juicios de uno, sean erróneos o no. Y ello no significa atentar contra la libre expresión sino fomentar el juego maduro del diálogo, que puedo ayudar a mejorar y modificar nuestros pensamientos.

En situaciones de esta índole se manifiesta un desprecio por las ideas en general pues el epígrafe “todas valen por igual” vacía el valor de éstas. Lo básico parece ser considerar las ideas del otro con tal de asegurarme un tratamiento recíproco para con mis pensamientos, sean o no acertados. En unas circunstancias así, la argumentación o la discusión no tienen papel alguno, cuando no están incluso mal consideradas. Y cuando se transita más allá del espacio teórico y nos introducimos en el campo de los sentimientos la situación es análoga. Pero habría que tener en cuenta que ni todos los sentimientos valen por igual (¿cómo comparar la envidia y la compasión?) ni éstos están libres de una cierta racionalidad y una raíz que se puede educar. Por ello, “no es forzoso tolerar la emoción que nos parezca infundada o socialmente nefasta”.(pg 57)

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