UN SER TRASCENDENTE

UN SER TRASCENDENTE

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La vida es una realidad que nos ha tocado vivir, tan inevitable como la muerte lo es también la vida, ¿y qué sentido tiene?, es la pregunta que desde el principio de los tiempos el ser humano se ha hecho, buscando una respuesta, que quizá nunca encuentre. Pero es también esta pregunta lo que nos hace ser más que simple materia en un espacio y tiempo determinado, porque nos hace ver más allá de lo que nuestros ojos ven, de lo que nuestra propia realidad nos permite y hace que, así sea por pura fe, seamos seres trascendentes. Trascendentes de la muerte y de una limitada mente que nos obliga a plantar los pies en la tierra e impide comprender que a veces la razón y la lógica no tienen tanto sentido si se trata de la convicción. Es entonces cuando entran en juego los valores y los sentimientos por las personas que nos rodean.

Desde muy temprana edad se nos han enseñado valores, como el respeto, la honestidad, etc. Y a partir de estas enseñanzas adoptamos sentimientos por nuestros semejantes, dependiendo de las experiencias vividas. Hay quienes por una mala experiencia desarrollan una personalidad conflictiva desde el punto de vista social, y es allí donde nace el egoísmo, (claramente hay muchísimos más factores que puedan acunar todo lo que “egoísmo” guarda en su definición) puede que una persona con este tipo de personalidad sea egoísta pero también lo puede ser quien  haya tenido unas relaciones afectivas que consideraríamos muy buenas y que por ende habría desarrollado su semblante como una persona bondadosa, pero sin embargo tiende a ser egoísta.

Y es que no nos llamemos a mentiras, todos tenemos cierto grado de  egoísmo,  somos egoístas no solo por no compartir sino también por pensar en sí mismos y no preocuparnos por el bienestar de las personas que pasan a diario por nuestras vidas. Y este egoísmo se ve más claro cuando la persona o personas que interactúan con nosotros son extraños o apenas conocidos. Ese sería el primer gran factor que influye en que el egoísmo sea parte inherente de nuestra humanidad, lo segundo a considerar sería la situación en que nos encontremos: el lugar, el tiempo, las cosas que nos rodean y las oportunidades.

Es por esto que se nos ha llamado a ser seres trascendentes, ya que no podríamos vivir en un mundo sin hacernos vida social. La manera ideal en que podríamos trascender es por medio de la caridad, el amor al prójimo, de considerar los sentimientos y el bienestar de los otros por encima de nuestras propias necesidades dejando de lado el egoísmo. Es dejar de ver con los ojos con que la naturaleza nos dotó y empezar a mirar con los ojos del alma. La persona que siente amor por su prójimo es incapaz de hacerle daño y por el contrario busca la manera de compartir la felicidad, de hacer un vínculo y de vivir en armonía, eso es lo que nos enseñan todas las religiones, más allá de quien sea el ser supremo que llamamos Dios. A través de ello alcanzamos a pensar en un mundo más allá del nuestro en el que se nos recompense por las buenas acciones que realicemos en vida. Pero es de considerar que se trata de fe y esperanza, no hay que esperar nada a cambio, solo la satisfacción que se siente al saberse un ser más allá de un trozo de carne y hueso ubicado en un espacio y un tiempo determinado. Es el gusto de ver cómo crecen las personas que amamos, no solo en lo material, porque lo material es banal y efímero, sino en los espiritual y que juntos lleguen a un mismo ideal, a un mismo fin.

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