Un Psicólogo en un capo de concentración

El hombre en busca de sentido

“Un Psicólogo en un capo de concentración”

El libro titulado “El hombre en busca de sentido” es un libro escrito por Víctor Emil Frankl quien nació en Viena el 26 de marzo de 1905, En 1930, logró su doctorado en medicina y fue asignado a una sala dedicada al tratamiento de mujeres con intentos de suicidio. Al tiempo que los nazis llegaban al poder en 1938, Frankl adoptó el cargo de Jefe del Departamento de Neurología del Hospital Rothschild, el único hospital judío en los tempranos años del nazismo. Frankl sobrevivió al Holocausto, incluso tras haber estado en cuatro campos de concentración nazis, incluyendo el de Auschwitz, desde 1942 a 1945. No ocurrió así con sus padres y otros familiares, los cuales murieron en estos campos. Debido en parte a su sufrimiento durante su vida en los campos de concentración y mientras estaba en ellos, Frankl desarrolló un acercamiento revolucionario a la psicoterapia conocido como logoterapia.^[1]

La Logoterapia es la Tercera Escuela Vienesa de Psicoterapia y se centra en el significado de la existencia humana, así como en la búsqueda de dicho sentido por parte del hombre. La primera escuela psicológica es el psicoanálisis de Sigmund Freud y la segunda es la psicología individual de A. Adler.^[2]

En este libro  relata lo que se vive en un campo de concentración  Nazi, pero el borda el tema de manera personal y no a través de recopilaciones e investigaciones. El relata lo que vivió y observo en un lager.^[3] Por tanto pretende transmitir y/o narrar lo que se sufre en este lugar y lo que el mismo sufro.  Así mismo divide esta experiencia en tres fases psicológica, que describiré más adelante.  En el libro están redactadas las etapas que vive el prisionero, el autor narra o que acontece desde el momento que esta es llevado preso. Las tres etapas que mencioné anteriormente son; El shock a raíz del internamiento, en la segunda esta la adaptación y en la tercera y última la liberación. ^[4]

En la primera fase se descrita como fase de shock por internamiento: esta primera fase y quizá la más complicada debido al cambio drástico que en esta se sufre. Describe en esta primera fase como a los prisioneros se les selecciona y clasifica como si estos fueses animales. A estos se les selecciona bajo ciertos criterios; edades, aspecto físico, incapacidades, etc.  Todo esto lo decidían los kapos^[5], que eran los guardias del lager, estos eran los encargados de organizar a los presos en las formaciones y dirigirlos a sus lugares de trabajo e igual que todo preso cumpliera con sus tareas correspondientes y mantener el orden entre los mismos. Todos los prisioneros que no fueron enviados a las caras de gas donde era segura la muerte, tuvieron que someterse a la explotación laboral sin excepción alguna. A estos se les mantenía en condiciones deplorables de alimentación, pero lo que era seguro en ese que se enfermaran o que tuvieran ciertas implicaciones físicas debido a la carga de trabajo y al nulo consumo de proteínas. Aunque enfermarse o sentirse mal era un lujo que no podían darse puesto que todo el tiempo eran vigilados aquel que pareciera enfermo o encapas de trabajar era casi seguro que se le destinase a morir. A todo esto se le sumaba el estrés e ser maltratado por los kapos, quienes les insultaban y golpeaban a menudo.

Muchos de los prisioneros perdían el sentido de la propia vida, pues entraban en crisis al encontrarse con un destino tan incierto y tan cambiante, eso y entre otras cosas que lo agobiaban, como el hecho de no saber nada de sus familias. Pero a otros tantos los mantenía a flote la idea de algún día volver a ser libres y felices en algún  otro sitio lejos de un campo de concentración. Incluso aquellas personas que deben soportar sobre sus hombros la carga de la culpabilidad, o tienen que hacer frente a un sufrimiento inevitable, disponen, en principio, de oportunidades para convertir sus súplicas en logros o, dicho de otro modo, su tragedia personal en un triunfo de la humanidad. Tanto que algunos llegaron a tener episodios de delirio, como lo que paso con nuestro autor.

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