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Unos dicen un solo instinto: el amor propio; otros, dos: egoísmo y altruismo


Enviado por   •  25 de Octubre de 2015  •  Trabajo  •  1.145 Palabras (5 Páginas)  •  212 Visitas

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Unos dicen un solo instinto: el amor propio; otros, dos: egoísmo y altruismo; otros, tres: placer, temor y gloria; mientras que, en la actualidad, autores de un espíritu más empírico elevan su número a cincuenta o sesenta. Pero de hecho existen tantas reacciones específicas para condiciones estimulantes diferentes cuanto tiempo haya para probarlas, y nuestras listas no son más que clasificaciones que sirven a un fin. (Nueva York, Holt & Co., 1922, Parte II, sec. 5, p. 131. Hay trad. española, ed. La lectura.) Después de esta breve inspección de los diferentes métodos que han sido empleados hasta ahora para responder a la cuestión ¿qué es el hombre? volvemos a nuestro tema central. ¿Es que estos métodos son suficientes y exhaustivos? ¿Existe, acaso, otra manera de abordar la filosofía antropológica? ¿Existe otro camino, además del que nos señalan la introspección psicológica, la observación y el experimento y la investigación histórica? He tratado de descubrir esa nueva vía en mi Filosofía de las formas simbólicas.54 El método de esa obra no significa, en modo alguno, una innovación radical; no trata de suprimir sino de completar puntos de vista anteriores. La filosofía de las formas simbólicas parte del supuesto de que, si existe alguna definición de la naturaleza o esencia del hombre, debe ser entendida como una definición funcional y no sustancial. No podemos definir al hombre mediante ningún principio inherente que constituya su esencia metafísica, ni tampoco por ninguna facultad o instinto congénitos que se le pudiera atribuir por la observación empírica. La característica sobresaliente y distintiva del hombre no es una naturaleza metafísica o física sino su obra. Es esta obra, el sistema de las actividades humanas, lo que define y determina el círculo de humanidad. El lenguaje, el mito, la religión, el arte, la ciencia y la historia son otros tantos "constituyentes", los diversos sectores de este círculo. Una filosofía del hombre sería, por lo tanto, una filosofía que nos proporcionara la visión de la estructura fundamental de cada una de esas actividades humanas y que, al mismo tiempo, nos permitiera entenderlas como un todo orgánico. El lenguaje, el arte, el mito y la religión no son creaciones aisladas o fortuitas, se hallan entrelazadas por un vínculo común; no se trata de un vínculo sustancial, como el concebido y descrito por el pensamiento escolástico, sino, más bien, de un vínculo funcional. Tenemos que buscar la función básica del lenguaje, del mito, del arte y de la religión, mucho más allá de sus innumerables formas y manifestaciones y, en último análisis, trataremos de reducirlos a un origen común. Es evidente que al llevar a cabo esta tarea no podremos descuidar ninguna fuente posible de información; tendremos que examinar toda la prueba empírica a nuestra disposición y utilizar los métodos de introspección, observación biológica e investigación histórica. No se trata de eliminar estos métodos más antiguos sino de referirlos a un nuevo centro intelectual y verlos, por lo tanto, en otra perspectiva. Al describir la estructura del lenguaje, del mito, de la religión, del arte y de la ciencia, sentimos la necesidad constante de una terminología psicológica; hablamos de "sentimiento" religioso, de "imaginación" artística o mítica, del pensamiento 61 54 Philosophie der symbolischen Formen. Vol. I, Die Sprache (1923); vol. II, Das mythische Denken (1925); vol. III, Phaenomenologie der Erkenntnis (1929). lógico o racional. No podemos entrar en ninguno de estos mundos sin estar en posesión de un método psicológico científicamente sano. La psicología infantil nos proporciona claves certeras para el estudio del desarrollo general del lenguaje humano; todavía mayor ayuda se puede obtener del estudio de la sociología general. No podemos comprender la forma del pensamiento mítico primitivo sin tomar en consideración las formas de la sociedad primitiva. Es aún más urgente el uso de los métodos históricos. La cuestión acerca de qué sean el lenguaje, el mito y la religión no puede ser resuelta sin un estudio penetrante de su desenvolvimiento histórico. Pero aun en el caso en que fuera posible contestar a todas estas cuestiones psicológicas, sociológicas e históricas, seguiríamos permaneciendo en el atrio del mundo propiamente humano; no habríamos atravesado el umbral. Todas las obras humanas surgen en particulares condiciones históricas y sociales y no comprenderían jamás estas condiciones especiales si no fuéramos capaces de captar los principios estructurales generales que se hallan en la base de esas obras. En nuestro estudio del lenguaje, del arte y del mito, el problema del "sentido" antecede al problema del desarrollo teórico. También en este terreno podemos comprobar un cambio lento y continuo en los conceptos e ideales metodológicos de la ciencia empírica. Así, por ejemplo, en la lingüística, la idea de que la historia del lenguaje cubre el campo entero de sus estudios fue un dogma admitido durante largo tiempo que marcó su impronta al desarrollo de la lingüística en el siglo XIX. En la actualidad parece haberse superado definitivamente esta unilateralidad. Se reconoce en general la necesidad de métodos independientes de análisis descriptivo.55 No podremos medir la profundidad de una rama especial de la cultura humana si no se le precede por un análisis descriptivo. La visión estructural de la cultura debe anteceder a la meramente histórica. La misma historia se perdería en la masa informe de hechos dispersos si no poseyera un esquema estructural general en cuya virtud poder clasificar, ordenar y organizar estos hechos. En el campo de la historia del arte un esquema semejante fue desarrollado por Heinrich Wölfflin: el historiador del arte sería incapaz de caracterizar el arte de épocas diferentes o de artistas diferentes si no se hallara en posesión de algunas categorías fundamentales de la descripción artística que encuentra al estudiar y analizar los diferentes modos y posibilidades de la expresión artística. Estas posibilidades no son ilimitadas: en realidad, pueden ser reducidas a un pequeño número. Con ese punto de vista pudo trazar Wölfflin su famosa descripción de lo clásico y lo barroco. Los términos "clásico" y "barroco" no fueron empleados como nombres de fases históricas definidas; pretendían designar ciertas partes estructurales generales no limitadas a una época particular. No era el arte de los siglos XVI y XVII —dice Wölfflin al final de sus Principios de historia del arte— lo que había que analizar sino, únicamente, el esquema y las posibilidades visuales y creadoras dentro de las cuales permanece en ambos casos. Para ilustrar esto tuvimos que referirnos, como es natural, a la obra individual de 62 55 Para un examen detallado véase cap. VIII, pp. 185 ss. arte, pero todo lo que se dijo de Rafael y de Tiziano, de Rembrandt y de Velázquez lo fue, únicamente, con la intención de esclarecer el curso general de las cosas... Todo es transición y es difícil contestar al hombre que considera la historia como un río sin fin. Para nosotros, la autopreservación intelectual impone la necesidad de clasificar la infinidad de los acontecimientos por referencia a u

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