Woolf reflexiona en torno a la relación entre literatura y las mujeres.
Enviado por NancyBpsi77 • 23 de Noviembre de 2016 • Ensayo • 1.618 Palabras (7 Páginas) • 297 Visitas
ENSAYO
Woolf reflexiona en torno a la relación entre literatura y las mujeres. La pregunta sobre esta relación la lleva pensar en términos que sobrepasan la crítica literaria como lo podría ser cuestiones de estilo, métrica, trascendencia, entre otros, sino más bien la lleva – a través de una serie de asociaciones libres- a pensar acerca de la literatura, las mujeres y el espacio que posibilitan la creación.
¿Cuáles son las condiciones mínimas para crear? Woolf construye una respuesta que resuena a la construcción misma de un espacio. Coloca elementos aquí, otros allá. Colorea, da vida, se permite levantar muros y después tirarlos, dejar abiertos lugares y después cerrarlos, crear laberintos y meter minotauros.
Se responde a si misma: las mujeres y todo escritor necesita de un estado emocional que le permita captar la multiplicidad existente de lo que le rodea, requiere de un estado de calma –siempre difícil de lograr, siempre en tensión con el hecho de que la literatura, la historia, las artes, no son demandadas por la sociedad-. Quien escribe no puede crear una pieza artística en el abismo, en todo caso puede ser que por momentos lo bordee, pero no se zambulle hasta ahogarse. Ahí el artista muere y su obra con él. Esto implica un mínimo de posesiones materiales: dinero y una habitación propia. En el caso de las mujeres Woolf encuentra que históricamente hasta que las mujeres no fueron poseedoras de un espacio físico y de un ingreso relativamente propio las posibilidades de creación fueron nulas. Eso no implica que no existiese en alguna mujer el ímpetu literario, sino simplemente que defender ese deseo podía colocarlas al lado de la locura cuando no la muerte.
Woolf se toma así misma y a su espacio para cuestionarse por él. Lo mira, lo escudriña y ve que éste hasta hace unos años no era el propicio para crear. Sometida a las incomodidades del trabajo eventual y mal remunerado le era imposible pensar en la multiplicidad existente. Se piensa de manera lineal -cuando es posible pensar- porque la energía mental es consumida por el odio y la angustia debido a las condiciones de vida. La suerte, el azar toca a su puerta cuando recibe una herencia que le asegura de por vida una cuota mensual que le permite subsistir con holgura. Pensar, la calma, la creación le son ahora posibles.
¿Las condiciones ahora son diferentes a las planteadas por la autora? Las mujeres ciertamente nos hemos insertado en el mercado laboral –tal como predecía Woolf las mujeres han dejado de ser aquella criatura a la cual se le debe proteger en el hogar-, no es raro tampoco encontrar obras escritas por mujeres, sus derechos sociales y políticos se han expandido, en fin un largo etcétera. No obstante, la pregunta de Woolf no deja de resonar para nadie, inclusive invita a extenderla no solo a la creación literaria, sino a la creación como tal.
Así mismo no es extraño, es más es casi una invitación que raya en lo categórico, que encontremos en cada espacio el mandato de re-hacerse a sí mismo, a crear y destruir constantemente, a ser originales, a ser innovadores, a atreverse el cambio. ¡Muévete, transfórmate, cambia! Es el leit motiv de muchas empresas, campañas políticas, de universidades, de la vida singular de muchos individuos… y sin embargo encontramos a su vez una uniformidad en la vida de los hombres: ropa, alimentos, educación, modos de vida, todos en masa. Si tomásemos cada individuo encontraríamos que tiene muy poco de singular, pero sí mucha altanería de suponerse único e inigualable, así como “creador”. ¿Cómo es posible esta paradoja? Imagino mientras escribo estas líneas que Woolf me acompaña sentada en una banca del llamado Paseo Santa Lucía con una expresión perpleja ante la falta de singularidad del espacio a la vez que se hace alarde de su carácter propio, de su carácter “regio”. Cambiando entonces algunas de sus preguntas ¿cómo es posible la creación –en tanto cercana a lo singular- cuando esta se ha vuelto un mandato? ¿Un deber ser y hacer? ¿Cómo es posible cuando la uniformidad en la vida, el control de los individuos se ha colado hasta los últimos espacios internos y externos? ¿Cómo es posible cuando en lugar de matar al minotauro y ofrecerlo en ofrenda y sacrificio, nos lo hemos tragado para que nos consuele por dentro? ¿Cómo captar la multiplicidad cuando se carece de estado emocional para ello, ya sea debido a la lenta pero sostenida pauperización de la clase asalariada que nos mantiene pensando en un presente perpetuo, pero además por la uniformidad de pensamiento en los individuos? ¿Cómo salir de la repetición de lo Mismo?
Cómo, cómo, cómo me pregunto cuando dejo de mirar el gesto de Woolf a punto de lanzarse con solemnidad nuevamente al río. Cómo me pregunto cuando la dejo ahogarse lentamente mientras ella desaparece y me queda únicamente “mi” habitación, “mi” dinero y la duda acerca de si me pertenecen realmente. Si no estaré –no solo literalmente- viviendo de prestado, repitiéndome en este espacio una y otra vez. ¿He creado? ¿Puedo crear? ¿Qué me lo permite? ¿Qué me lo impide? Y ya no sé quién se está hundiendo en el lago si la Woolf o yo. Carezco pues de esa calma para contemplar, para pensar tal como lo hace ella derribando muros, construyéndose laberintos de los cuales entra y sale. Y en todo caso miro alrededor y me pregunto si alguien es poseedor de ese estado mental. Nadie, al parecer. Finalmente, ella misma tampoco pudo resistir. La creación, la verdadera creación, conlleva un estado de tensión. Nadie derriba muros sin correr el peligro de caer junto con ellos.
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