Amores del libertador

REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA DEFENSA

UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL POLITÉCNICA DE LA

FUERZA ARMADA NACIONAL BOLIVARIANA

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                                                                                                     Alumno:

Adrian Gutiérrez

C.I:26949802

CARRERA: INGENERIA EN TELECOMUNICACIONES

Amores del libertador

En la vida de Bolívar, hombre apasionado, galante y caballeroso, se ha tratado de descubrir sus galanterías y amores con mucha curiosidad y ahínco; muy discretamente, presentaremos un breve bosquejo, de esas galanterías que en algunos casos se convirtieron en amores, a lo largo de sus campañas libertadoras, desde Venezuela hasta el Alto Perú, Bolivia.

Su primer amor, su amada esposa doña Maria Teresa Rodríguez del Toro, graciosa y delicada, quien lamentablemente falleció en Caracas a los pocos meses de su matrimonio con Simón Bolívar, ocho meses; Bolívar juro por el amor a Teresita no volver a contraer nupcias en su vida.

 Galante por excelencia, en Nueva Granada, en un baile celebrado en su honor, no cesa de bailar con doña Balbina Gómez Santos, un hermosa niña de quince años, a quien dió de recuerdo un hermoso pañuelo de batista.

En otra oportunidad, en un ágape patriota bastante numeroso, quien sobresalía por su belleza y porte aristocrático la Señorita Concepción Fernández, de quien el Libertador no se separa en toda la noche, le dice: “ Conchita, el hombre que nunca se arredró a las balas enemigas ha temblado hoy ante los ojos de una mujer Granadina”.

 En Guayaquil una hidalga y patriota familia de nombre Garaycoa acoge a Bolívar en su hogar, doña Eufemia Garaycoa y sus hijas lo colman de finezas y halagos, entre las hijas Joaquina tiene agradable preferencia por el libertador, a quien llama su “Glorioso”, éste en correspondencia la llama “mi gloriosa”, en una oportunidad le dirige una carta donde le manifiesta ,”Gloriosa, soy el mas ingrato de sus enamorados”, añadiendo ;”Gloriosa tiene razón de quererme, porque yo la amo de amor y gratitud”.

 En Quito conoce a Manuelita Sáenz, esposa del médico inglés Thorne, quien lo acompañó largamente, llamada por Bolívar: “la libertadora del libertador”, resuelta, audaz y hermosa, la amable loca, como la llamaba Bolívar, salvó su vida en una oportunidad, una negra noche de Septiembre, cuando los conjurados intentaron asesinarlo en su dormitorio. Un cura párroco en una Iglesia de Bogotá, sacerdote virtuoso y sabio pero exagerado en asuntos morales, condenaba las relaciones de Bolívar con Manuelita, y con mucho sentimiento le aconseja separarse de Manuelita; el Libertador contestó con mucho respeto: “Un caballero no puede abandonar a una mujer sin deshonor, mientras que la dama al abandonar al caballero gana honra”.

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