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Clases, Estado Y Nación En El Perú


Enviado por   •  12 de Septiembre de 2013  •  1.844 Palabras (8 Páginas)  •  618 Visitas

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CLASES, ESTADO Y NACIÓN EN EL PERÚ

Julio Cotler

CAPITULO I: LA HERENCIA COLONIAL

La conquista de América se llevó a cabo en el momento que Europa pugnaba por resolver la crisis del sistema feudal a través de su expansión territorial. La conquista permitió superar dicha crisis, constituyéndose una economía mundial de orden mercantil y, con ella, una división internacional del trabajo, con Europa como eje del nuevo sistema y América una de las periferias coloniales. En estas condiciones, el papel que le tocó desempeñar a los dominios españoles fue el de aportar recursos metálicos conducentes a la acumulación originaria de los países centrales, mediante el establecimiento legal de relaciones sociales de producción precapitalista en las nuevas áreas coloniales Wallerstein, 1974). De allí que Braudel (1961) advierte que "el oro y la plata del Nuevo Mundo permitieron a Europa vivir por encima de sus posibilidades e invertir mucho más de lo que ahorraba".

En efecto, la conquista de América procuró insospechadas posibilidades para la expansión de la producción e intercambio de mercancías, así como del poder central en los centros del sistema de dominación. La importancia del oro y de la plata se fundaba en que éstos permitían la realización de grandes y rápidas operaciones comerciales a un reducido tipo de interés, con la consiguiente apropiación de enormes excedentes. Es así como América cumplió, como lo señala Lessa (1969), la función de un banco emisor que suministraba una oferta elástica de dinero a los sectores metropolitanos. Las teorías económicas de la época recogieron estas realidades, identificando la riqueza de un país o de un monarca con su disponibilidad de medios de pago.

Tal era la importancia que tenía para España, y en general para el conjunto europeo, el oro y la plata americanos, que la explotación minera fue el eje de la producción colonial, a la que se articularon la agricultura, las artesanías y el comercio. Por eso mismo dicha actividad llegó a ser la principal preocupación de los conquistadores, que haría decir a López de Gómara, que Cortés "pensaba llegar a cargar oro […] tuvo en poco aquello, diciendo que mas quería ir a coger oro […]"

Así digo des tos indios que uno de los medios de su predestinación y salvación fueron estas minas, tesoros y riquezas, por que vemos claramente que donde las hay va el Evangelio volando y en competencia, y adonde no las hay, sino pobres, es medio de reprobación, porque jamás llega allí el Evangelio, como por gran experiencia se ve, que a tierras donde no hay este dote de oro y plata, ni hay soldado ni capitán que quiera ir, ni aun ministro del Evangelio [ … ] digo que es tan necesario moralmente hablando haber minas en estos Reinos, que si no las hubiese, ni habría Rey ni Dios (Anónimo de Yucay, 1571).

Por el papel que le tocó jugar en la división internacional del trabajo, el Perú como parte de la periferia americana del sistema capitalista en formación, no estuvo en condiciones de experimentar las transformaciones que ocurrían en los países centrales, en términos de acumulación original y de liberación de la mano de obra de las ataduras legales precapitalistas establecidas por el poder central. Por el contrario, el establecimiento legal de dichas relaciones sociales, destinadas a favorecer la apropiación mercantil de las zonas centrales del sistema global, selló la suerte y el destino histórico de la sociedad peruana.

La explotación de la mano de obra nativa se organizó en el virreinato peruano, primero, a través de la concentración de esa población en las reducciones que mandó realizar el Virrey Toledo, pocos años después de haberse consumado la conquista. Estas reducciones se caracterizaron por el asentamiento en pueblos de los dispersos ayllus indígenas y tenían el propósito de organizar a la población sojuzgada para facilitar el cobro de tributos y disponer de mano de obra para los requerimientos de la población dominante. Asimismo, la reducción buscaba aislar a los indígenas de los brotes insurreccionales y quebrar su identidad étnica. Esta suponía, también, la concesión de tierras comunales a los pueblos así organizados a fin de asegurar su existencia.

El tributo que los indígenas debían ofrecer a la metrópoli, en razón de su vasallaje, constituyó un mecanismo clave de la organización colonial. Este tributo, que seguía en importancia a los ingresos que la Corona percibía de la explotación minera, debía pagarse en metálico, o en artículos que las autoridades consideraran equivalentes. De esta suerte, los indios se encontraban obligados a ingresar en la economía mercantil vendiendo sus productos al precio establecido por los cabildos, a entregar parte de sus cosechas y artesanías a los funcionarios, a los precios que éstos señalaran y a trabajar por un salario establecido por las autoridades. Por otro lado, la población dominada debía adquirir, a los precios fijados, herramientas, alimentos y animales de tracción. Mientras los productos que “vendía” el indígena se subvaloraban en relación al costo del “mercado”, los que “compraba” estaban sobrevalorados. Es decir, el grupo dominante se constituía en un monopolio y en un monopsonio respecto a la sociedad dominada, adquiriendo una inusitada capacidad para maximizar sus beneficios en cualquiera de las fases de los procesos de producción y circulación. Esta situación provocaba un creciente endeudamiento de la población colonizada, que pasaba a tener un marcado carácter de mano de obra aprisionada, haciendo realidad la afirmación que “sin deudas no hay trabajador”.

Los conquistadores recibieron del Rey diferentes tipos de prebendas, fundamento del Estado patrimonial, con las que se beneficiaron del trabajo indígena, e hicieron viable el desarrollo mercantil a partir de su explotación. Una de las más importantes

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