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El Peregrino En Su Patria Historia Y Política De México (Resumen)


Enviado por   •  14 de Septiembre de 2013  •  1.606 Palabras (7 Páginas)  •  1.062 Visitas

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El autor afirma que México es un pueblo ritual, el país entero reza, grita, come, se emborracha y mata en honor de la Virgen de Guadalupe o del general Zaragoza. Cada año, el 15 de septiembre a las once de la noche, en todas las partes de Mexico se celebra la fiesta del Grito; y una multitud enardecida efectivamente grita por espacio de una hora, quizá para callar mejor el resto del año. Durante los días que preceden al 12 de diciembre, el tiempo deja de ser sucesión y vuelve a ser lo que fue, y es, originariamente: Un presente en donde pasado y futuro se reconcilian.

Pero no bastan las fiestas que ofrecen a todo el país la iglesia y la república. La vida de cada ciudad y de cada pueblo está regida por un santo.

Octavio Paz sostiene que son incalculables las fiestas que celebran y los recursos y tiempo que gastan en festejar. Su pobreza puede medirse por el número y suntuosidad de las fiestas populares. Los países ricos tienen pocas: no hay tiempo, ni humor. Y no son necesarias. A diferencia de los mexicanos, esas dos o tres fiestas anuales compensan su estrechez y su miseria . En esas ceremonias, el mexicano se abre al exterior. Todas ellas le dan ocasión de revelarse y dialogar con la divinidad, la patria, los amigos o los parientes.

En ocasiones existen las riñas, injurias, balazos, cuchilladas. También eso forma parte de la fiesta. Porque el mexicano no se divierte; quiere sobrepasarse, saltar el muro de soledad que el resto del año lo incomunica.

Algunos sociólogos franceses consideran la fiesta como un gasto ritual. Los sacrificios y las ofrendas calman o compran a dioses y santos patrones; las dadivas y festejos, al pueblo. El exceso en gastar y el desperdicio de energías afirman la opulencia de la colectividad. Ese lujo es una prueba de salud, una exhibición de abundancia y poder . Con el derroche se espera atraer la abundancia. La fiesta de fin de año es también la de año nuevo, la del tiempo que empieza. Todo atrae su contrario. Es una inversión como cualquier otra. Solo que aquí la ganancia no se mide, ni cuenta. Se trata de adquirir potencia, vida, salud. La fiesta viene a ser una forma de las formas económicas más antiguas, como el don y la ofrenda.

La fiesta es ante todo el advenimiento de lo insólito. La rigen reglas especiales, privativas, que la aíslan y hacen un día de excepción. Ocurra lo que ocurra, Octavio Paz explica que las acciones de las personas poseen una mayor ligereza, una gravedad distinta: asumen significaciones diversas y contraen con ellas responsabilidades singulares. A través de la fiesta la sociedad se libera de las normas que se ha impuesto. Se burla de sus dioses, de sus principios y de sus leyes: se niega a sí misma. El grupo sale purificado y fortalecido de ese baño de caos. Es una verdadera re- creación, al contrario de lo que ocurren con las vacaciones modernas, que no entrañan rito o ceremonia alguna

La conquista de México sería inexplicable sin la traición de los dioses, que reniegan de su pueblo. El advenimiento del catolicismo modifica radicalmente esta situación. El sacrificio y la idea de salvación, que antes eran colectivos, se vuelven personales. Para los antiguos aztecas lo esencial era asegurar la continuidad de la creación; el sacrificio no entrañaba la salvación ultraterrena, sino la salud cósmica; el mundo, y no el individuo. Para los cristianos el individuo es lo que cuenta. Ambas actitudes, poseen una nota común: la vida, colectiva o individual, está abierta a la perspectiva de una muerte que es, a su modo, una nueva vida. La vida solo se justifica y tiene trascendencia cuando se realiza en la muerte.

La indiferencia del mexicano ante la muerte se nutre de su indiferencia ante la vida, Por otra parte, la muerte los venga de la vida, la desnuda de todas sus vanidades y pretensiones y la convierte en lo que es: unos huesos mondos y una mueca espantable, sus representaciones populares son siempre burla de la vida. La muerte mexicana es estéril, no engendra como la de los aztecas o cristianos. Nada más opuesto a esta actitud que la de europeos y norteamericanos. Leyes, costumbres, moral pública y privada, tienden a preservar la vida humana.

Regresar a la muerte original será volver a la vida de antes de la vida, a la vida de antes de la muerte: al limbo, a la entraña materna. En suma, si en la fiesta, la borrachera o la confidencia los mexicanos se abren, lo hacen con tal violencia que se desgarran y acaban por anularse. Y ante la muerte, como ante la vida, se alzan de hombros y le oponen un silencio o una sonrisa desdeñosa.

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