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La necesidad de preservar la memoria histórica de la violencia política y las violaciones graves de los derechos humanos de las personas y de las comunidades de los pueblos indígenas a lo largo de estos treinta y seis años de luchas fratricidas


Enviado por   •  11 de Mayo de 2015  •  Ensayo  •  2.173 Palabras (9 Páginas)  •  469 Visitas

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de interdiocesano. Creímos que era un aporte para la paz y la reconciliación que suponía reconocer el sufrimiento del pueblo, recoger la voz de quienes hasta ahora no habían sido escuchados y dar testimonio de su martirio a fin de dignificar la memoria de los muertos y devolver la autoestima a sus deudos. Esta investigación, cuyos resultados están siendo entregados a ustedes el día de hoy, Guatemala: Nunca más, fue ejecutada por los equipos pastorales de once Diócesis e innumerables personas que, en medio de espacios frágiles e inciertos en ese momento, hicieron suyo el empeño de buscar la reconstrucción del tejido social iniciado con el conocimiento de la Verdad. Este trabajo se inició cuando aún no estaba establecida la Comisión de Esclarecimiento Histórico y pensamos que sería un inicio de apoyo a las acciones de dicha Comisión. La búsqueda de información fue orientada a las comunidades rurales en donde, por lo inaccesible de las vías de comunicación y la diversidad de lenguas, harían más dificultoso su trabajo. No pretendemos de ninguna manera que el tema esté agotado ni mucho menos. la violación a la integridad de las personas en las áreas urbanas tiene que ser motivo de un análisis particular por las características de dichas personas o grupos sociales contra quienes fueron cometidas. Por otra parte, con un criterio muy riguroso y para evitar sesgos en la recolección de los testimonios, se dejó que la población manifestara libre y espontáneamente sus recuerdos y vivencias. El fundamento del presente informe es el de preservar la memoria histórica sobre la violencia política, las gravísimas violaciones a los derechos humanos de las personas y comunidades indígenas durante estos treinta y seis años de lucha fratricida que produjo una polarización social sin límites. Ahora, finalizado el conflicto armado que nos agobió por tanto tiempo, en el que la pérdida de valores morales y éticos nos llevó a fracasar como sociedad es tiempo de encontrarnos con la Verdad para reconstruir moralmente a nuestra sociedad lacerada y desgarrada por la guerra injusta que nos heredó un costo social muy alto en vidas humanas; muchas de ellas fueron víctimas de la guerra sucia que aterrorizó a la población y cuyas secuelas aún persisten. Los diferentes capítulos del presente informe dan cuenta de ello. Uno se pregunta ¿cómo fue posible que se llegara a tal grado de degradación? ¿Cómo fue posible que se llegara a tal menosprecio de la persona humana, criatura nacida de las manos de un creador amoroso? ¿Cómo fue posible que la naturaleza, producto de la evolución y perfeccionamiento de la especie, fuera tan despiadadamente destruida? ¿Qué fue lo que originó este conflicto? Si reflexionamos sobre las condiciones en que vivía un altísimo porcentaje de la población, marginada en cuanto a carencia de sus más elementales necesidades (acceso al alimento, a la salud, a la educación, a la vivienda, al salario digno, al derecho de organización, al respeto de su pensamiento político etc.) que no le permitía desarrollarse en condiciones a que tenían derecho como seres humanos; si reflexionamos en la anarquía que vivía en ese momento nuestro país y que persistía aún el ramalazo, las secuelas de una reciente intervención armada en donde se comenzó a evidenciar la capacidad destructiva que se esconde en los seres humanos; si pensamos que se consideró por algunos grupos que los espacios políticos estaban cerrados, podremos entender que la guerra iniciada por jóvenes civiles y jóvenes oficiales del Ejército era algo que ya no se podía detener. El deseo de cambio por una sociedad más justa y la imposibilidad de llevarlo a cabo a través de los estamentos establecidos, provocó la incorporación a la insurgencia, no sólo de quienes pretendían un cambio al socialismo, sino de muchos -que no siendo marxistas y no teniendo una posición política comprometidase convencieron y se vieron compelidos a apoyar un movimiento que parecía ser la única vía posible: la lucha armada. Por otra parte, el Ejército condicionado por la política de confronta miento de la guerra fría -política que se extendió a todos los ejércitos de la América Latina- emprendió la lucha contra la insurgencia con la consigna de que era imperativo mantener y defender el statu quo ante la amenaza de que se instalara un nuevo gobierno socialista en tierra firme (recuérdese que recientemente había sido derrocado el gobierno de Batista y se iniciaba un confrontamiento cada vez más progresivo entre el nuevo gobierno de Cuba y el de los Estados Unidos); fue así como el Ejército fue sacado de los espacios que le determinan claramente las leyes de la República, como es el de ser garante de la integridad territorial y de la soberanía nacional, por una parte por la presión internacional y, por otra, por los partidos políticos que gobernaron durante ese tiempo y que lo convirtieron en una policía política y un instrumento de persecución, acoso y muerte de sus enemigos. Estos señalamientos no son contra el Ejército, como institución establecida como un organismo más del Estado por nuestra carta magna, sino contra las cúpulas militares que se prestaron al juego político de los partidos de turno y comprometieron a toda la institución armada en acciones reñidas con las más elementales normas de convivencia humana. Esta guerra en que se torturó, se asesinó y se hizo desaparecer comunidades enteras que se vieron aterradas e indefensas en ese fuego cruzado, en que se destruyó la naturaleza (que en la cosmovisión de los indígenas es sagrada, la madre tierra), también barrió como un vendaval enloquecido lo más granado de la intelectualidad de Guatemala. El país se fue quedando huérfano de repente de ciudadanos valiosos, cuya ausencia se deja sentir hasta nuestros días. ¿Quién fue el vencedor de esta guerra? Todos perdimos. No creo que alguien tenga el cinismo de subirse al carro de la victoria sobre los despojos de miles de guatemaltecos: padres de familia, madres, hermanos, niños de la más tierna edad, inocentes del infierno al que fueron sometidos. El tejido social de nuestra patria fue destruido y de eso queda constancia en los miles de testimonios de este informe. Quienes directa o indirectamente fueron los responsables del sufrimiento deben leer e interpretar estos resultados como un rechazo rotundo y categórico de la población a la cultura de la violencia. Es una exigencia ética y moral en que nunca más en Guatemala las acciones del pasado reciente sean recurrentes en el futuro. Quienes fueron los actores directos del enfrentamiento armado y la guerra sucia, deben reconocer sin reservas sus errores y excesos y pedir perdón por el crimen contra víctimas inocentes “no hay nadie tan perverso y tan culpable, que no debe esperar con confianza su perdón siempre que su comportamiento sea sincero”, nos enseña la Iglesia.

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