Marco Teórico Presencia De La Mujer En Mexico
Enviado por asxte534 • 11 de Abril de 2013 • 3.703 Palabras (15 Páginas) • 689 Visitas
MARCO TEÓRICO
Una vez que llegamos al marco teórico nos dimos a la tarea de conocer como ha sido la presencia de la mujer en México dentro y fuera del matrimonio desde nuestros antepasados esto con el fin de poder comprender como ha sido su desarrollo en la economía del hogar.
LA MUJER EN LA CULTURA MEXICA
En 1325, se fundó la antigua Tenochtitlan. La cultura mexica era profundamente religiosa; los dioses regían la vida de los hombres. Las deidades principales eran masculinas, aunque existía en el panteón una figura central femenina: la diosa Coatlicue o la Madre Tierra.
La división sexual era el eje en torno al cual giraba toda la sociedad, incluso el mundo natural se concebía dividido en masculino y femenino como principales opuestos y complementarios. La mujer dependía del hombre, padre o marido, aunque ocupaba un lugar preciso en la producción de acuerdo con la división del trabajo la cual le asignaba las labores domésticas (Tuñón, 1987: 23 –26).
En términos generales la sociedad azteca puede ser definida como una unidad de producción económica fundada en una división sexual de trabajo, que cumple con tres funciones principales: (Valera et al. 1996:9).
• Realizar en su seno la reproducción biológica.
• Reponer y mantener la fuerza de trabajo conservándola siempre en óptimas condiciones.
• Socializar a los niños futuros proveedores de la fuerza de trabajo
A Partir de estos preceptos había una diferenciación entre las pautas conductuales que debería seguir el hombre y la mujer azteca.
En lo referente a la mujer, las niñas eran educadas por su madre en las labores domésticas y la religión de acuerdo con su clase social específica, pero en general deberían de ser castas, dulces, discretas, atentas y solicitas a los deseos de los demás; llorar, afligirse y soportar descontentos. La mujer veía condicionada su existencia en todas las áreas de su conducta y apariencia.
La condición de la mujer azteca era de sometimiento y subordinación respecto de los varones; esta afirmación se basa en el hecho de que las mujeres fueron sistemáticamente sustraídas de todas aquellas actividades, que implicaba riqueza, poder o prestigio, entre las que se pueden mencionar el sacerdocio, el comercio, la guerra y la cacería. Incluso, en más de una ocasión participaron en la guerra pero no como un medio de ascenso social como era en el caso de los hombres (Valera et al; 1996:4-5).
La sociedad azteca fue opresiva para las mujeres: servir y obedecer fue tarea principal para la mujer que expresa la intensidad de la explotación económica y opresión sexual que vivía. La dominación masculina se expresó en todas las órdenes, ya que se encontraba sólidamente sustentada por una ideología patriarcal que la legitimaba mediante un complejo sistema de juicios desvalorizados de la mujer y basada en relaciones de producción que apuntaban la asimetría sexual. (Valera, 1996:5).
LA MUJER EN EL VIRREINATO
El papel de la mujer en el proceso de integración fue básico, y así lo comprendió la Corona, que desde 1528 estableció colegios para niñas indígenas con la expresa intención de que ellas al adoptar la fe católica, consolidaran entre los suyos la forma cultural cristiana. (Tuñón; 1987:45 -46).
De acuerdo con la legislación vigente en esa época, la española casada tenía en el matrimonio la categoría de menor de edad, y aunque podía heredar propiedades, títulos y negocios, sus atributos jurídicos quedaban subsumidos en el vínculo, pues el marido era el administrador de los bienes. Antes del matrimonio ellas dependían del padre o tutor. La mayoría de edad, a los veinticinco años, sólo significó para las mujeres una libertad relativa. Sólo la viudez permitía el ejercicio cabal de la personalidad jurídica femenina, pues tenía entonces, incluso, el derecho de patria potestad sobre sus hijos, y llevar sus negocios.
El concubinato de españoles con indígenas convivía con el matrimonio legal. Dice Rosario Castellanos “La concubina india fue tratada como un animal doméstico y como él desechada al llegar el punto de la inutilidad”. En cuanto a los bastardos nacidos de ella, eran criados como siervos de la casa grande”. (Tuñón, 1987:59).
Las mujeres que recibían instrucción pertenecían al sector criollo, y la administración a grupos mestizos. La rústica educación que se administraba a las niñas se recibía en la casa convertida en escuela de “alguna amiga” instancia que se había establecido por cédula “real” de 1601. Otra forma común
para acceder a la educación media fue la impartida por los conventos ya que las escuelas públicas se iniciaron hasta 1755.
La educación femenina variaba mucho según la clase social, pero eran elemento común los principios religiosos y morales que regían el comportamiento en las familias. Se consideraba que la mujer española encargada de su casa no necesitaba mayores conocimientos: su función era producir una prole abundante, basta el buen funcionamiento de las hormonas, una resistencia física suficiente y una salud favorable para soportar esta vida. (Tuñón, 1987: 121-124).
El trabajo de la mujer en este entorno las obligaba a integrarse en la producción dentro de un plan familiar de supervivencia. Se integraban en la economía como fuerza de trabajo familiar en las minas, lavando y clasificando minerales o como empleadas domésticas, vendedoras de alimentos o empleadas en pequeños comercios de españoles. La industria de la plata, por este medio se beneficio directamente de la explotación de la fuerza de trabajo de las mujeres indígenas, aprovechando el subsidio que constituía el respaldo de la organización tradicional comunitaria de indígenas. (Valera et al, 1996: 9-10).
LA MUJER EN LA GUERRA DE INDEPENDENCIA
En los primeros años de vida independiente la mujer trabajaba en el campo, en servicios urbanos o como criada. Se ha calculado que el 65.4 por ciento de ellas se ocupaba como sirvientas, 2.18 en la industria artesanal (cigarreras, costureras, hilanderas, tejedoras y las estanqueras), 10.03 por ciento en servicios de alimentación (atoleras, bodegueras, tortilleras, molenderas) y el resto en actividades varias. La mujer de alcurnia atendía su casa, y daba lecciones y doctrina cristiana.
La participación de las mujeres era escasa en la política pero no faltaron las heroínas a todo lo largo del proceso de esos años: durante la independencia destacaron Josefa Ortiz de Domínguez y Leona Vicario. La primera esposa de corregidor de Querétaro, apoyó a las huestes insurgentes y la segunda participó
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