Once de setiembre

Once de setiembre

I

Chile, ¿qué te hicieron un 11 de setiembre? ¿Es cierto que tus Fuerzas Armadas te liberaron de un comunista que te sumía irremediablemente en la desgracia y la ruina? ¿O es cierto que a Salvador Allende lo dejaron solo con un arma en medio de traiciones y confabulaciones? ¿Es cierto que el imperio de Norteamérica concedió «diez millones de dólares disponibles, y más si es necesario»^[1] para desestabilizar el gobierno chileno, creando los motivos por los que, después, Pinochet y la derecha culpó a Allende? Que Chile me cuente. ¿Es cierto que tu Marina aisló Valparaíso, que tu Fuerza Aérea bombardeó el Palacio de la Moneda y que tu Ejército luchó, con armas y tanques, casi ocho interminables horas, contra menos de treinta personas que se negaron a abandonar a un presidente-soldado que disparaba desde todas las ventanas?  ¿Cierto es que Allende, el primer presidente marxista elegido democráticamente, quien hizo posible que el socialismo en Latinoamérica llegue al poder con votos, no con balas, fue repudiado por Richard Nixon y los acaudalados chilenos, y traicionado por el general al que nombró Comandante en Jefe del Ejército sólo dieciocho días antes de ese 11 de setiembre? ¿Cuántas veces Pinochet declaró lealtad a su presidente? «¿Dónde está su general?», le preguntaron a Allende el día del golpe de Estado. «El pobre Pinochet debe estar preso», respondió. ¿Por qué murió Allende el día en que el pueblo le iba a ratificar sus votos? Chile, ¿quién te sumió en «la gravísima crisis económica, social y moral»^[2]? ¿Quién desbarrancó tu economía hasta un agobiante 500 % de inflación? ¿Quién fue el culpable de la escasez de alimentos que te azotaba en 1972 y del cierre del comercio producto del desabastecimiento? ¿Fue ese marxista que dijo al ver los aviones que podrían acribillarlo «que sepan que aquí estamos, por lo menos con nuestro ejemplo, para enseñar que en este país hay hombres que saben cumplir con la obligación que tienen»? ¿O fue la intolerante derecha, la extrema derecha, los democristianos y la intervención de los Estados Unidos que no soportaron la nacionalización del cobre chileno, mucho menos el ascenso del marxismo? Cuéntame Chile: ¿Es verdad que Allende fue incapaz de «adoptar las medidas que [hubieran permitido] detener el proceso y desarrollo del caos»^[3]? ¿O es que Nixon ordenó a Helms, director de la CIA, que desatara operaciones encubiertas para sabotear el gobierno de Allende y propiciara un golpe de Estado de ser necesario? ¿O es que los militares sólo respondieron al emplazamiento del pueblo que los llamaban cobardes por no hacer nada ante la crisis? ¿Fue Pinochet la única esperanza «para iniciar la histórica y responsable misión de luchar por la liberación de la patria del yugo marxista»^[4] que te hubiera empujado, Chile, a una situación similar a Cuba o peor? ¿Es cierto que «la acción de las Fuerzas Armadas simplemente se anticipó a ese riesgo, para salvar al país de caer en una guerra civil o en una tiranía comunista»^[5]?

II

«No tengo condiciones de mártir, soy un luchador social que cumple una tarea que el pueblo me ha dado. Pero que lo entiendan aquellos que quieren retrotraer la historia y desconocer la voluntad mayoritaria de Chile; sin tener carne de mártir, no daré un paso atrás. Que lo sepan, que lo oigan, que se lo graben profundamente: dejaré La Moneda cuando cumpla el mandato que el pueblo me diera, defenderé esta revolución chilena y defenderé el Gobierno porque es el mandato que el pueblo me ha entregado. No tengo otra alternativa. Sólo acribillándome a balazos podrán impedir la voluntad que es hacer cumplir el programa del pueblo».

En estos tiempos, los pseudo políticos de Latinoamérica recitan palabras valientes que salen de sus bocas cobardes. ¿Quién de ellos podrá tomar el fusil y pararse frente a un puñado de hombres para atacar de frente a un ejército? Allende habló y sus palabras encontraron eco en sus acciones; excelente orador, pero sus hechos hablaron mejor. Sabía que iba a morir y rechazó la huida que le habían ofrecido; sabía que iba a morir y se quedó en donde el pueblo lo había puesto; sabía que iba a morir y la voz no le tembló cuando los aviones bombarderos volaron sobre él; sabía que iba a morir y dijo a su pueblo mientras veía venir a la muerte: «Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor».

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