Antecedente: HISTORIA VERDADERA DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, II
Enviado por naomy27 • 15 de Mayo de 2013 • 3.014 Palabras (13 Páginas) • 604 Visitas
Cómo Cortés, y todos los oficiales del rey acordaron de enviar a su majestad todo el oro que le había cabido de su real quinto de todos los despojos de México, y cómo se envió de por sí la recámara del oro y todas las joyas que fueron de Montezuma y de Guatemuz, y lo que sobre ello acaeció
Como Cortés volvió a México de la entrada de Pánuco, anduvo entendiendo en la población y edificación de aquella ciudad; y viendo que Alonso de Ávila, ya otra vez por mí nombrado en los capítulos pasados, había vuelto en aquella sazón de la isla de Santo Domingo, y trajo recaudo de lo que le habían enviado a negociar con la audiencia real e frailes jerónimos que estaban por gobernadores de todas las islas: e los recaudos que entonces trajo fue, que nos daban licencia para poder conquistar toda la Nueva-España y herrar los esclavos, según y de la manera que llevaron en una relación, y repartir y encomendar los indios como en las islas Española e Cuba e Jamaica se tenía por costumbre; y esta licencia que dieron fue hasta en tanto que su majestad fuese sabidor dello o fuese servido mandar otra cosa; de lo cual luego le hicieron relación los mismos frailes jerónimos, y enviaron un navío por la posta a Castilla, y entonces su majestad estaba en Flandes, que era mancebo, y allá supo los recaudos que los frailes jerónimos le enviaban; porque al obispo de Burgos, puesto que estaba por presidente de Indias, como conocían de él que nos era muy contrario, no le daban cuenta dello ni trataban con él otras muchas cosas de importancia, porque estaban muy mal con sus cosas. Dejemos esto del obispo, y volvamos a decir que, como Cortés tenía a Alonso de Ávila por hombre atrevido y no estaba muy bien con él, siempre le quería tener muy lejos de sí, porque verdaderamente si cuando vino el Cristóbal de Tapia con las provisiones el Alonso de Ávila se hallara en México, porque entonces estaba en la isla de Santo Domingo, y como el Alonso de Ávila era servidor del obispo de Burgos e había sido su criado, y le traían cartas para él, fuera gran contradictor de Cortés y de sus cosas, y a esta causa siempre procuraba Cortés de tenerlo apartado de su persona; y cuando vino deste viaje que dicho tengo, por le contentar y agradar, le encomendó en aquella sazón el pueblo de Gualtitlán, y le dio ciertos pesos de oro, y con palabras y ofrecimientos y con el depósito del pueblo por mí nombrado, que es muy bueno y de mucha renta, le hizo tan su amigo y servidor, que le envió después a Castilla, y juntamente con él a su capitán de la guarda, que se decía Antonio de Quiñones, los cuales fueron por procuradores de Nueva-España y de Cortés, y llevaron dos navíos, y en ellos ochenta y ocho mil castellanos en barras de oro; y llevaron la recámara que llamábamos del Gran Montezuma, que tenía en su poder Guatemuz: y fue un gran presente, en fin para nuestro gran César, porque fueron muchas joyas muy ricas y perlas tamañas algunas dellas como avellanas, y muchos chalchiuites, que son piedras finas como esmeraldas, y aun una de ellas era tan ancha como la palma de la mano, y otras muchas joyas que por ser tantas y no me detener en escribirlas, lo dejaré de decir y traer a la memoria; y también enviamos unos pedazos de huesos de gigantes que se hallaron en un cu e adoratorio en Cuyoacan, que eran según y de la manera de otros grandes zancarrones que nos dieron en Tlascala, los cuales habíamos enviado la primera vez, y eran muy grandes en demasía; y le llevaron tres tigres, y otras cosas que ya no me acuerdo; y con estos procuradores escribió el cabildo de México a su majestad, y asimismo todos los más conquistadores escribimos juntamente con Cortés y fray Pedro Melgarejo y el tesorero Julián de Alderete; y todos a una decíamos de los muchos y buenos e leales servicios que Cortés y todos nosotros los conquistadores le habíamos hecho y a la continua hacíamos, y todo lo por nosotros sucedido desde que entramos a ganar la ciudad de México, y cómo estaba descubierta la mar del Sur y se tenía por cierto que era cosa muy rica; y suplicamos a su majestad que nos enviase obispos y religiosos de todas órdenes, que fuesen de buena vida y doctrina, para que nos ayudasen a plantar más por entero en estas partes nuestra santa fe católica; y le suplicamos todos a una que la gobernación desta Nueva-España que le hiciese merced della a Cortés, pues tan bueno y leal servidor le era, y a todos nosotros los conquistadores nos hiciese merced para nosotros y para nuestros hijos que todos los oficios reales, así de tesorero, contador y factor, y escribanías públicas e fíeles executores y alcaidías de fortalezas, que no hiciese merced dellas a otras personas, sino que entre nosotros se nos quedase; y le suplicamos que no enviase letrados, porque en entrando en la tierra la pondrían en revuelta con sus libros, e habría pleitos y disensiones; y se le hizo saber lo de Cristóbal de Tapia, cómo venía guiado por don Juan Rodríguez de Fonseca, Obispo de Burgos, y que no era suficiente para gobernar, y que se perdiera esta Nueva-España si él quedara por gobernador; y que tuviese por bien de saber claramente qué se habían hecho las cartas y relaciones que le habíamos escrito dando cuenta de todo lo que había acaecido en esta Nueva-España, porque teníamos por muy cierto que el mismo obispo no se las enviaba, y antes le escribía al contrario de lo que pasaba, en favor de Diego Velázquez, su amigo, y de Cristóbal de Tapia, por casarle con una parienta suya que se decía doña Petronila de Fonseca; y cómo presentó ciertas provisiones que venían firmadas e guiadas por el dicho obispo de Burgos, y que todos estábamos los pechos por tierra para las obedecer, como se obedecieron; mas viendo que el Tapia no era hombre para guerra, ni tenía aquel ser ni cordura para ser gobernador, que suplicaron de todas las provisiones hasta informar a su real persona de todo lo acaecido, como ahora le informamos y le hacíamos sabidor, como sus leales vasallos, que somos, obligados a nuestro rey y señor; y que ahora, que de lo que más fuere servido mandar, que aquí estamos los pechos por tierra para cumplir su real mando; y también le suplicamos que fuese servido de enviar a mandar al obispo de Burgos que no se entremetiese en cosas ningunas de Cortés ni de todos nosotros, porque sería quebrar el hilo a muchas cosas de conquistas que en esta Nueva-España nosotros entendíamos, y en pacificar provincias, porque había mandado el mismo obispo de Burgos a los oficiales que estaban en la casa de la contratación de Sevilla, que se decían Pedro de Isasaga y Juan López de Recalde, que no dejasen pasar ningún recaudo de armas ni soldados ni favor para Cortés ni para los soldados que con él estaban; y también se le hizo relación cómo Cortés había ido a pacificar la provincia de Pánuco y la dejó de paz, y las muy recias y fuertes batallas
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