CAPITULO III DINERO, CAPITAL, PLUSVALÍA
Enviado por Gonzalo Vega • 24 de Octubre de 2016 • Ensayo • 9.359 Palabras (38 Páginas) • 329 Visitas
CAPITULO III
DINERO, CAPITAL, PLUSVALÍA
Necesidad de un equivalente general
El cambio simple o desarrollado se efectúa bajo la forma de trueque, de encuentro directo entre los productos que se intercambian. Para los pueblos primitivos, acostumbrados a intercambiar los mismos productos según normas tradicionales e incluso rituales, el trueque no creó ningún «problema» económico.
Pero en el caso del cambio generalizado y el comercio, las cosas son muy distintas, Ya no es un solo producto, excedente de la tribu, lo que se cambia contra otros productos; se trata ahora de una multitud de los más diversos productos, que se cambian contra una multitud de otros productos. Las relaciones de equivalencia no conciernen ya a dos productos, o a dos categorías de productos, sino a una infinita variedad de bienes diferentes. La comparación ya no se realiza solamente entre el tiempo de trabajo del alfarero y el tiempo de trabajo del agricultor: el cotejo periódico de los respectivos esfuerzos productivos se realiza ahora entre diez, veinte, treinta oficios diferentes. Para que estos cambios puedan efectuarse sin interrupción, es preciso que los propietarios de las mercancías puedan deshacerse de sus bienes antes de encontrar accidentalmente compradores que posean productos que ellos desean obtener a cambio de esos bienes. Para que los cambios puedan efectuarse sobre la base de equivalencias, se necesita una mercancía que pueda expresar el valor de cambio respectivo de todas las demás. La mercancía —equivalente general— cumple estas funciones.
La aparición de un equivalente general, del dinero bajo todas sus formas, acompaña la generalización del cambio y los comienzos del comercio. La necesidad de este equivalente es evidente. Sir Samuel Baker cuenta cómo oía gritar a los usuarios en el mercado de Nyoro, Uganda: « ¡Se vende leche por sal! ¡Se cambia sal por puntas de lanzas! ¡Café barato por perlas rojas!».
Si los propietarios de sal no desearan leche, sino perlas rojas; si los propietarios de perlas rojas no desearan sal ni café, sino leche, ninguno de estos cambios se podría efectuar, ya que no nos encontraríamos frente a dos propietarios de mercancía dispuestos a intercambiar sus bienes. El equivalente general se caracteriza por el hecho de ser una mercancía que puede cambiarse por cualquier otra mercancía.
Supongamos ahora que la sal se hubiera convertido en equivalente general.
Inmediatamente, las tres operaciones podrían efectuarse sin dificultad. El comerciante cambiaría efectivamente sus perlas rojas por sal, no porque deseara realizar el valor de uso de la sal, sino porque a cambio de la sal, equivalente general, puede obtener la leche que desea.
El equivalente general es, pues, él mismo una mercancía; su valor de cambio propio se determina, como el de cualquier otra mercancía, por la cantidad de trabajo socialmente necesario para producirla. De ahora en adelante, todas las demás mercancías expresarán su propio valor de cambio en relación a este otro valor de cambio real.
Así, en el Egipto de los tiempos de los Ramasidas, el ganado sirve como equivalente general y
A principios del segundo milenio a. de C., bajo el reinado del rey Bilalama en Eschunor, Mesopotamia, el metal plata se había convertido en el equivalente general.
En las tablillas de tasación, descubiertas en 194-7 en Tell Harmal, encontramos inscritas las siguientes equivalencias (medidas convertidas al sistema métrico). [4]
En el código hitita, anterior en quinientos años al código del rey Bilalama, encontramos una larga lista de equivalencias, de la que presentaremos los siguientes ejemplos:
3 cabras valen dos siclos de plata
1 vestido abierto vale 3 siclos de plata
1 gran pieza de tela vale 3 siclos de plata
1caballo de tiro vale 20 siclos de plata[5]
Se trata aquí de una verdadera lista de precios, El precio sólo es, por] tanto, el valor de cambio de una mercancía expresado en una cantidad determinada de la mercancía-equivalente. El equivalente general se ha convertido en moneda; el precio es la expresión monetaria del valor de cambio.
Evolución del equivalente general
En los comienzos de la producción simple de mercancías, aquéllas que más comúnmente se intercambian en una región son las primeras en convertirse en equivalentes generales. Estas mercancías se agrupan en dos categorías: los productos que mayor importancia presentan para el pueblo en cuestión (víveres, instrumentos de trabajo, sal); y los objetos de ornamento, que aparecen entre los primeros objetos de todo cambio humano.]
Los pueblos que se dedican a la agricultura y a la ganadería eligen comúnmente como equivalente general el ganado, el trigo o el arroz. Así; por ejemplo, hasta los siglos VI y V a. de C. griegos y romanos hacen del buey el primer equivalente general.
Los hindúes creen que el nombre de su moneda nacional, la rupia, se deriva de la palabra «rupa», que significa manada. Los iranios del Avesta, los germanos de la Lex Saxerutn, eligieron también el buey como equivalente general, lo que indica el predominio de la ganadería en la época en que se constituye este equivalente. En África del Norte, del Este y del Sur, el ganado, es decir, los camellos, corderos, cabras o vacas, representa asimismo el equivalente general entre los pueblos esencialmente ganaderos. Entre los kirguises el caballo juega el mismo papel y en Auman y el Tiset los animales elegidos son, respectivamente, el búfalo y el cordero.
Cuando el cultivo del suelo predomina sobre la ganadería en el momento de la aparición del equivalente general, cumplirán esta función diversos productos del suelo. En el antiguo Japón, el arroz fue durante siglos el único equivalente general.
En China, al principio lo fueron el trigo y el mijo, y después asimismo el arroz. En Mesopotamia, el trigo. En Egipto, el trigo preparado para comer, es decir, panes cocidos en una determinada forma, se impone en seguida al buey.
Asimismo, desde el siglo V a, de C., en la India, el trigo suplanta al buey en tanto que en equivalente general, y en las aldeas conserva este papel hasta el siglo XIX. En el Sudán los dátiles se utilizaron para este fin durante mucho tiempo. En América
Central se utilizó el maíz. En Terranova y en Islandia, hasta el siglo XV, se utilizaron los pescados secos; en las islas Nicobar, el coco; entre las tribus primitivas de las Filipinas el arroz y en las islas Hawai antes de la penetración occidental, el pescado salado.
También se utilizan como equivalentes generales los principales instrumentos de trabajo: hachas de bronce o de cobre, trípodes de bronce en Creta; jarrones de bronce en Laos; palas de hierro, azadas de hierro en África central y oriental; en las islas Salomón y Marshall, del Pacífico, anzuelos, etc. En China, dos de las más antiguas monedas, «pu» y «tsian» significan originalmente «herramienta agrícola», y se derivan de instrumentos de trabajo en bronce.[6] En el japón, en los siglos VII y VIII de nuestra era, las palas o azadas de hierro constituyen lo esencial de la riqueza mobiliaria.[7]
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