Capítulo 1: El Uruguay en la Segunda Conferencia Internacional de la Haya
Enviado por Paulina2017 • 7 de Mayo de 2017 • Resumen • 5.977 Palabras (24 Páginas) • 295 Visitas
La política internacional del batllismo
Capítulo 1: El Uruguay en la Segunda Conferencia Internacional de la Haya
Antecedentes y convocatoria
Una de las actuaciones más publicitadas de Batlle y Ordóñez y sobre la que más se ha insistido por quienes han examinado su obra ha sido su participación en la segunda Conferencia Internacional celebrada en la Haya en el año 1907.
Al respecto, en el campo de la literatura apologética se ha venido mencionando reiteradamente dicha actuación, tejiéndose en su derredor toda una suerte de elogios y alabanzas, olvidándose muchas veces de calibrar en sus verdaderas y reales dimensiones el aporte de la delegación uruguaya y su repercusión concreta en el campo del acontecer internacional.
La Conferencia propuesta por el presidente Roosevelt contó con los auspicios del zar Nicolás II y la hospitalidad de la Reina Guillermina de Holanda. A ella asistieron representantes de las potencias que siete años después se enfrentarían en la Gran Guerra.
En los discursos, discusiones y proyectos se anticipaba el estado de ánimo que dominaría en los años precedentes al primer conflicto mundial. Lejos de llegar a acuerdos de carácter permanente en la búsqueda de soluciones para la preservación de la paz, fueron en general los intereses particulares los que definieron la orientación de los debates de 1907.
El mundo marchaba a pasosa acelerados hacia el desenlace de 194. La Conferencia de La Hay tuvo entre sus objetivos el de borrar el clima de escepticismo causado por el virtual fracaso de la celebrada en 1899.
En la primera Conferencia el problema del armamentismo había acaparado la atención de los delegados, desplazando en los hechos la consideración de otras situaciones conflictivitas o relegándolas a muy segundo plano. Las grandes potencias se abocaron a encontrar los medios apropiados para poner término al crecimiento progresivo de los armamentos de tierra y mar.
Los agudos problemas, que en cierta medida volvieron a replanterse en 1907, fueron: 1) la oposición de muchas potencias a cualquier tipo de reglamentación; 2) las dificultades para encontrar los medios aptos para la realización de los controles adecuados que hicieran efectivo el cumplimiento de los acuerdos.
Designación de la delegación uruguaya
El Uruguay junto con otros países de América Latina, además de los Estados Unidos, va a estar representado en el foro internacional. Es la primera vez que las naciones jóvenes son, en cierta forma, tenidas en cuenta y pueden presentar sus proyectos y hacer oir sus voces, con las limitaciones derivadas de su escaso peso en el campo concreto de las decisiones internacionales.
La medida del gobierno uruguayo en el sentido de concurrir a dicho evento no recibió el respaldo unánime de la opinión púbica. Algunos sectores consideraron que, junto a las grandes potencias, el appel de las naciones latinoamericanas iba a ser meramente decorativo.
En el Mensaje del Poder Ejecutivo, firmado por el Presidente Claudio Williman y su Ministro de Relaciones Exteriores Jacobo Varela Acevedo, se trataban de rebatir algunos de los argumentos opositores.
Frente a los que señalaban el carácter teórico de estas reuniones internacionales y sus nulos efectos sobre la problemática mundial, se hacía especial hincapié en el hecho de que era una oportunidad para hacer oir su voz que las naciones latinoamericanas no podían desaprovechar.
Las esperanzas alentadas por el Mensaje del Presidente Williman estaban fundadas en “la representación igualitaria” en el seno del Congreso de las naciones pequeñas y medianas junto a las grandes, salvándose así la omisión de 1899, en ocasión de la convocatoria a la primera conferencia, de la que habían sido excluidos los países de Latinoamérica.
Expresaba Williman “el nombre de las repúblicas de Sud América se ha levantado en el concepto de las naciones europeas, ya no se habla de pueblos de civilización inferior.”
Respecto a la rigidez del temario a considerar, el Poder Ejecutivo era consciente de las limitaciones a la introducción de nuevos proyectos. En cierta medida, la organización de la segunda Conferencia de La Haya, al proponer como punto básico el del ´perfeccionamiento de la Corte de Arbitraje y de las Comisiones Internacionales de “enquette”, y excluir toda cuestión política e incluso los asuntos que no se relacionaran con el programa preestablecido, significaba un retroceso evidente respecto a la de 1899.
Las encontradas opiniones y la resistencia de las grandes potencias a ceder un ápice en los temas que consideraban de interés nacional, hicieron que las propuestas para debatir otros asuntos no incluidos en el programa previo o ampliar la discusión de los puestos a consideración, chocara con la oposición de los países con poder decisorio efectivo.
El mencionado Mensaje del Poder Ejecutivo se refería, además, a la Doctrina Drago, sobre cobro compulsivo de deudas públicas y aludía a la posibilidad de su consideración en La Haya, señalando que en caso de desembocarse en una aprobación se expresaría a los ojos del mundo que “las naciones hasta ayer aisladas y celosas de su aislamiento han proclamado, por fin, su misma y profunda solidaridad”.
El Poder Ejecutivo expresaba: “El nuevo continente ha sido invitado y con toda probabilidad tendría una representación casi completa en esa Asamblea, en que, para honor del Derecho de gentes contemporáneo las naciones más poderosas de la tierra y las más humildes podrán influir por igual con su voz y con su voto en las deliberaciones.”
La delegación estuvo por los plenipotenciarios: José Batlle y Ordónez, quien la presidía, y Juan José Castro; fue secretario de la misma, Samuel Blixen, siendo designado secretario técnico el Coronel Buquet.
El día 3 de julio arribaba a La Haya la representación uruguaya, siendo recibida por el Ministro de Relaciones Exteriores de los Países Bajos, quien le ofreció posteriormente un agasajo.
Desde el comienzo se distinguió a Batlle, quien fue designado para integrar la Comisión de Investigación, junto a los delegados de Argentina, Brasil, Chile y México. A pesar de existir una nutrida representación latinoamericana, solo los países mencionados tuvieron la posibilidad de participar en las Comisiones de la conferencia.
Latinoamérica y la segunda Conferencia de La Haya: El cobro compulsivo de deudas y el arbitraje obligatorio.
Dos temas interesaban fundamentalmente a los países latinoamericanos: el del arbitraje obligatorio, como medio de zanjar las disputas internacionales, y el del cobro compulsivo de las deudas públicas, respecto al cual, la posición conocida como Doctrina Drago, que proscribía el uso de la fuerza para tales fines, era no solo apoyada por la delegación argentina encabezada por su autor, el Dr. José María Drago, sino que la había hecho suya la mayor parte de las naciones del continente.
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