Carta De Curaca A Sus Descendientes
Enviado por Lchauca • 24 de Noviembre de 2013 • 2.432 Palabras (10 Páginas) • 527 Visitas
Estimada descendencia:
Permítanme, compartir con ustedes, mediante esta carta, el hecho que considero el más importante de nuestra historia.
Lo mejor será que empiece desde el momento en el cual presencié junto a mi ayllu la llegada de unos hombres extraños, tanto por su apariencia física y por el poderío de sus armas de fuego similares a los rayos y truenos. Además, estos hombres venían montando unos animales que jamás ninguno de nosotros había visto y hablaban en una lengua diferente a la nuestra.
Tenía solo 12 años cuando en la plaza de Cajamarca vi con horror como uno de estos hombres jaló de los cabellos a nuestro Inca Atahualpa y lo tiró al piso. Supe en ese instante que nuestro mundo andino había llegado a su fin.
Mi padre fue un gran Curaca, nombrado como autoridad a través de un ritual sagrado dentro de su propio ayllu. Antes de la llegada de los españoles, mi padre administraba los bienes de su comunidad y el control de la energía humana de sus parientes para fines redistributivos. Para lograrlo asignaba tareas en distintas zonas ecológicas para obtener más recursos. Asimismo, era el mediador entre la autoridad Inca y su ayllu. Su función religiosa lo llevaba a presidir las ceremonias religiosas y los rituales agrarios.
Después de la ejecución del Inca Atahualpa, la desestructuración de la organización del Tahuantinsuyo se dio de manera muy rápida y violenta. Desaparecieron los principios de reciprocidad y redistribución, la mita fue desvirtuada en beneficio de los conquistadores y se afectó el acceso a los recursos de los distintos pisos ecológicos.
Apareció la encomienda y el concepto de pago de tributo. Los encomenderos, en nombre del rey, podían recibir tributo en forma de bienes o trabajo como recompensa por sus servicios en la conquista y colonización. A cambio, asumían la responsabilidad de velar por el bienestar material y espiritual de los indígenas encomendados. Por su parte, el tributo consistía en la entrega de la producción de alimentos, especies y bienes, los cuales posteriormente eran comercializados por los encomenderos. Dada la cantidad de nuestra población inicial, las encomiendas llegaron a ser una fuente de riqueza desde un punto de vista económico y de poder desde un punto de vista político debido a que los encomenderos estaban a cargo de los primeros municipios españoles en los Andes: los cabildos.
Con la finalidad de maximizar sus ganancias, los señores encomenderos establecían alianzas con los Curacas para organizar con eficiencia la expropiación de bienes y la mano de obra indígena. Consecuentemente, las nuevas funciones del curaca fueron las de ser responsable de supervisar dentro de su comunidad la recolección de bienes: alimentos agropecuarios, lanas, leña y agua para entregar como tributo. Asimismo, asignaba trabajadores a los encomenderos para la construcción de sus casas, haciendas, iglesias u otras actividades.
Esta economía del saqueo, basada en el sistema de encomiendas y sustentada por la alianza entre los encomenderos y los nativos, con los curacas como intermediaros, sirvió para extraer la riqueza andina y canalizarla hacia una recién surgida elite colonial.
Los españoles lentamente introdujeron la economía de mercado a los Andes. Apareció la moneda, las nuevas ciudades fundadas por ellos se llenaron de mercaderes y los caminos de transportistas de toda clase de mercadería, tanto de origen andino como europeo. Mi padre como curaca de un ayllu tuvo que aprender a ser un comerciante que tenía acceso a las tierras y a la mano de obra de comunidad. Producto de ello, paso a ser una suerte de burgués indígena pues poseía, además, viñedos y animales para poder transportar el vino a las ciudades más importantes. Sin embargo, a pesar de que adoptó muchas costumbres hispanas, mi padre continuó con sus rituales y adorando a sus propios dioses.
De esta manera, los curacas o “caciques” como los llamaban los españoles fueron los únicos que conservaron sus cargos después de la conquista hasta que sus cargos fueron abolidos luego de la rebelión de Túpac Amaru II.
Con el tiempo, este modo de vida fue deteriorándose debido a la codicia española al incrementar constantemente la carga tributaria, especialmente el trabajo minero, a nuestra población que disminuía rápidamente.
El colapso demográfico, tal vez fue el cambio más drástico tras la conquista del Tahuantinsuyo. Existen varias razones por la que nuestra población se vio notablemente reducida. Con la llegada de los españoles nuestro pueblo debió enfrentar una guerra que se llevo muchas vidas, para luego someterse a un régimen colonial explotador. Enfermedades desconocidas como la gripe, el tifus, la peste o el sarampión hicieron estragos entre nuestra gente. Hombres, mujeres y niños contraían estos virus enfermaban y posteriormente morían sin que nuestros dioses y hierbas de la pachamama pudieran hacer algo.
A medida que el dominio español crecía, nuestros ayllus y nuestras formas de colaboración comunal desaparecían. Ahora debíamos trabajar para el encomendero y además, pagarle un tributo con nuestros bienes y alimentos. De esta manera, muchas de nuestras tierras de cultivo y andenes fueron quedando descuidadas. Al no poder cosechar para nuestra propia subsistencia empezó un largo periodo de hambruna que junto a las enfermedades y a la desmoralización de nuestro pueblo contribuyeron a este desastre demográfico.
Muchos de nuestros pobladores indígenas, cansados de tanto abuso, se revelaron al pago de tributo. Por ello, empezaron a huir de sus ayllus a tierras cada vez más lejanas como forasteros para evitar el pago del tributo y evitar la mita en la minas de plata.
La derrota del Tahuantinsuyo, la muerte de nuestro Inca y la desprotección de nuestros dioses causaron en muchos pobladores andinos un trauma muy grande. Nuestro mundo andino tranquilo se convirtió en un mundo desesperante y desolador. Nuestras mujeres no daban más hijos, algunos se quitaban la vida y otros se sumían en el alcohol a fin de escapar de un mundo que no tenía más valor.
En este contexto, nuestro pueblo comenzó a cuestionar su adaptación inicial a sus conquistadores. Para 1560 los indígenas, cada vez menos capaces y exhaustos de tanto abuso iniciaron varias formas de resistencia y rebelión abierta en contra del sistema de las demandas tributarias.
Por otro lado, la Iglesia Católica inició una fuerte lucha para reemplazar a nuestras deidades y tradiciones andinas por las del cristianismo europeo, desde el requerimiento real que el sacerdote Valverde, de forma algo incoherente, hizo llegar al Inca Atahualpa en Cajamarca en 1532 hasta mis días. El proceso de evangelización de nuestro pueblo indígena asumió un significado más político que idealista o misionero
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