Cinco Anillos
Enviado por emer1978 • 25 de Enero de 2014 • 8.612 Palabras (35 Páginas) • 261 Visitas
Desde el comienzo, éramos una raza de gatos diferentes. Volamos a través del aire en tanto que otros caminaban por la superficie. - General Carl A. Spaatz
LAS PALABRAS DE SPAATZ constituyen una descripción acertada de los actuales hombres del aire, del mismo modo como lo fueron hace medio siglo. Con ligeras modificaciones, también son aplicables a la guerra estratégica porque ésta es un ejemplar diferente de guerra como la que hemos conocido a lo largo de la historia. No es fácil entender porqué necesitamos despojarnos de muchas de nuestras ideas sobre la guerra. Más todavía, llevarlo adelante requiere pensar de arriba a abajo pensar desde las imágenes más grandes hasta las pequeñas antes que hacer una revisión total del pensamiento que nos presta tan buenos servicios cuando trabajamos con los problemas tácticos.
Básicamente hay dos modos de pensar inductiva y deductivamente. El primero, requiere la reunión de muchos hechos pequeños para ver si se puede hacer algo con ellos. El segundo, parte de principios generales, de los cuales se puede llegar a conocer los detalles. El primero es táctico, el segundo es estratégico. En la Fuerza Aérea, la mayoría de los entrenamientos iniciales nos relacionan con los procesos inductivos. Sin embargo, para convertirnos en buenos especialistas operacionales y estratégicos, tenemos que aprender a pensar deductivamente. Un buen ejemplo del mundo civil resulta de comparar a arquitectos y albañiles.
Los arquitectos se aproximan al problema examinando de arriba a abajo el lugar donde la gente va a vivir. Primero, imaginan un pueblo con sus zonas para escuelas, casas y centros de negocios. Cuando tienen todo el plano en su mente, comienzan a pensar sobre la clase de edificios que irán en cada área. Deciden sobre el estilo de hogar que creen responderá a las necesidades de los probables residentes. Diseñan una casa partiendo de ideas generales sobre el espacio y el aspecto. Ya al final del proceso, pueden especificar la clase de ladrillos y la cantidad que será utilizada. Cada paso progresa desde lo mayor a menor hasta que finalmente alcanzan ese nivel de detalle en el que pueden confiar en otros para seguir la obra.
Piense en como los albañiles encararían el problema. En función de su entrenamiento, comenzarían con la idea de apilar ladrillos, pero no tendrían manera de saber cómo integrarlos con otros materiales, o cómo se vincularía una casa con otra, o cómo se dividiría el pueblo. En otras palabras, no se puede construir un centro poblado comenzando de abajo hacia arriba.
Lo mismo sucede al proyectar una campaña. Si se comienza pensando en los ladrillos que están en el campo enemigo, es improbable que se elabore un plan coherente. Por el contrario, si nos aproximamos partiendo de grandes ideas acerca de los objetivos y de la naturaleza del enemigo, hay una buena oportunidad de desarrollar algo que valga la pena.
No podemos pensar estratégicamente si iniciamos el proceso elaborador consi derando aviones aislados, salidas o armas o hasta todas las fuerzas militares adversarias. En lugar de eso, debemos poner atención en el enemigo como un todo, luego sobre nuestros objetivos, y posteriormente en lo que puede suceder a ese oponente antes de que nuestros objetivos se conviertan en sus objetivos. Cuando todo esto está rigurosa mente completo, podemos comenzar a pensar en cómo llegar a producir los efectos deseados sobre el adversario las armas, los sistemas de lanzamiento, y otros medios que utilizaremos.
Como estrategas y especialistas opera cionales, debemos desembarazarnos de ideas en las que la característica central de la guerra es el choque de fuerzas militares. En la guerra estratégica, ese choque puede llegar a tener lugar, pero no siempre es necesario y normalmente debería ser evitado, y casi siempre es un medio para llegar a un fin, no un fin en sí mismo.
Si vamos a reflexionar estratégicamente, debemos hacerlo respecto al enemigo cómo un sistema compuesto de numerosos subsistemas. Pensando sobre nuestro adversario como si fuera un sistema, nos da una oportunidad superior de forzarlo o inducirlo a que haga de nuestros objetivos sus objetivos, empeñando así un menor esfuerzo con oportunidades máximas de éxito.
Finalmente, como estrategas del siglo XX, debemos demistificar considerablemente la guerra. Napoleón y Clausewitz estaban en lo cierto cuando hablaban de desacuerdos, confusión y moral. Pero eso era cierto en una época cuando las comunicaciones práctica mente no existían, las armas tenían poco más alcance y precisión que las de las legiones romanas, la mayoría de las maniobras se hacían a paso de hombre, las batallas eran ganadas o perdidas en función de los resultados de decenas de millares de encuentros prácticamente personales entre soldados que podían verse entre sí a medida que disparaban, y la guerra estaba mayormente reducida al choque de hombres o buques en lugares limitados en tiempo y espacio.
Bajo estas circunstancias, la moral estaba respecto a lo material en una relación de tres a uno. En realidad, lo físico estaba ampliamente relacionado con el soldado individual y era casi imposible aislar lo intangible, como moral, desaveniencias y confusión, de lo puramente material. Actualmente, la situación es significativa mente distinta; el combatiente individual se ha convertido en el director de cosas importantes como tanques, aeronaves, piezas de artillería, y buques. Los soldados dependen de esos materiales, para dar cumplimiento a su misión. Desprovistos de ellos, su aptitud para afectar al adversario es casi nula. No está claro si la ecuación se ha modificado como para hacer que la relación de lo material respecto a lo moral sea de tres a uno. Parece más probable que los dos términos sean por lo menos equivalentes. El advenimiento del poder aéreo y las armas de precisión han hecho posible la destrucción del aspecto material del enemigo. Esto no quiere decir que la moral, las desaveniencias y la confusión hayan desaparecido totalmente. Es como decir que ahora podemos ponerlos en una categoría diferente, separados de lo material. En consecuencia, podemos pensar en términos Generales sobre la guerra en forma de una ecuación:
(Material) x (Moral) = Resultado
En el mundo de hoy, los entes estratégicos, sean éstos un estado industrial o una organización guerrillera, dependen consider ablemente de los medios materiales. Si el término material de la ecuación pudiera ser reducido a casi cero, la mejor moral del mundo no llegaría a elevar el valor del resultado de un modo importante. Observando esa ecuación, nos sorprende que el aspecto material del enemigo es en teoría perfectamente conocido y predecible. Por el contrario, en una situación particular, el factor moral el aspecto humano está más allá del ámbito de lo predecible,
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